Indígenas En La Vida Universitaria

Vestido con sus trajes típicos era difícil que un bus lo llevara. Entonces Miguel Ángel Ramírez debió aprender a vestir como en la ciudad para llegar hasta la universidad donde, una vez a salvo, vuelve a enfundarse la ropa que lo identifica como un indígena wayú.

En el campus de la Universidad Externado de Colombia encuentra otros 47 como él, que, venidos de 14 etnias, han tenido que enfrentarse a una capital donde “la gente en la calle parece una manada de chivos”.

Así es Bogotá para Johana Barros, otra wayú, de 22 años, que llegó a la ciudad para estudiar antropología. “Quería entender el comportamiento de la gente de mi comunidad”, dice mientras manipula una memoria USB donde guarda la información de su trabajo de grado, dedicado también a analizar su cultura.

Lazo con sus comunidades Ellos vienen a la universidad para “tender puentes” entre su origen y el mundo occidental, de acuerdo con Miguel Rocha, coordinador del programa Interacciones Multiculturales, que tiene a su cargo la adaptación de los indígenas en el mundo universitario del Externado.

Como resultado de ese trabajo que comenzó en el 2004, y del que ya hay una graduada, el próximo mes la universidad publicará un libro en el que recopila las experiencias de quienes han participado en ese proceso.

Así también lo hicieron en la Universidad Nacional, donde la integración de las comunidades indígenas comenzó en 1986 con el Programa de Admisión Especial (PAES).

Y con el propósito de evaluar la labor realizada durante esos 23 años, acaban de publicar el libro Inclusión y compromiso social de la Universidad Nacional en la Educación Superior, desarrollado por la investigadora Marcela Bautista y la profesora Martha Lilia Mayorga, quien coordinó el programa durante 20 años.

Riesgos de los indígenas En su análisis encuentran preocupante que, pese al acompañamiento que se les brinda en materia de salud, psicología e incluso en el ámbito académico, muchos jóvenes caen en problemas como el alcoholismo, la drogadicción y el embarazo temprano.

E incluso, dicen las investigadoras, llegan al suicidio.

La propia Johana, aunque tranquila y risueña, asegura haberse sentido tan desubicada y aburrida en la ciudad que, de manera fugaz, han pasado por su mente esas ideas.

Sin embargo, siempre es más fuerte su deseo de convertirse “en instrumento de la comunidad” como la primera antropóloga wayú.

Y esa intención está presente en muchos de los indígenas que llegan a estudiar en la universidad, porque además del lazo sentimental que los une con sus etnias, existe, más formalmente, un compromiso de contribuir con su conocimiento por el bien general.

Así, por ejemplo, la arhuaca Dwrya Izquierdo, estudiante de tercer semestre de medicina en la Universidad de la Sabana ya desarrolló para su comunidad un portal donde las mujeres pueden aprender sobre el embarazo, tanto de medicina occidental como de los cuidados de su cultura.

El portal se llama Niwiumuke, que significa la sierra.

- Tesis para su pueblo El proyecto de José Bernardo Rojas parece un sueño: montar un portal para conservar la lengua de los cubeos, una comunidad indígena que vive a cuatro horas en lancha y 12 horas a remo por los ríos Vaupés y Cuduyarí, desde Mitú, donde hay dos computadores.

Concretar esa idea es parte del trabajo debe desarrollar en la maestría en Informática Educativa de La Universidad de La Sabana y ya logró, hace poco más de dos meses, hablar con su gente por Skype, desde Bogotá. Lo que quiere es ayudar a conservar la lengua de los cubeos, que son, en total, 6.200 personas de 26 comunidades, de las cuales 10 tienen servicio de Internet.

A muchos la ciudad los absorbe tanto que cuando vuelven a su comunidad les cuesta trabajo adaptarse de nuevo. Se queman la piel, les cae mal el agua y no logran acostumbrarse de nuevo a la vida allá”.

Johana Barros, de 22 años. Indígena wayú y estudiante de antropología