En el momento en que una pareja decide tener un hijo debe considerar, entre muchos
otros aspectos, el grupo sanguíneo que identifica tanto a la futura madre como
al padre, debido a que ciertas diferencias entre uno y otro podrían generar
incompatibilidad sanguínea y, en determinados casos, perjudicar la salud del
bebé.
“Es importante saber que no siempre la diferencia del grupo sanguíneo de la
pareja representa un riesgo para el futuro embarazo o para el bebé”, afirma el
genetista Luis Lizcano, quien explica que esto
dependerá de la composición genética relacionada con la sangre de cada uno, la
cual está determinada por dos parejas de genes.
Una de ellas es responsable del grupo sanguíneo A, B, AB y O, mientras la
otra lo es del Rh, que puede ser positivo o negativo.
Es así como la clasificación sanguínea de cada individuo se expresa mencionando
los dos sistemas de la siguiente manera: A(+), grupo
sanguíneo A, Rh positivo.
La combinación del tipo de sangre de cada uno de los progenitores conlleva a
que el bebé tenga un determinado grupo sanguíneo, presentándose situaciones de
riesgo con más frecuencia cuando la madre es Rh
negativo, el padre Rh positivo y el bebé, por ende,
es identificado con Rh positivo.
“Una mujer Rh negativo posee defensas contra la
proteína del Rh positivo.
Durante un embarazo, esas defensas podrían atravesar la placenta y atacar
los glóbulos rojos del feto, ocasionándole anemia. Dependiendo de la magnitud
del ataque y, en consecuencia, de la anemia, este correrá mayor o menor
peligro”, comenta Lizcano.
En la mayoría de los casos, este panorama se genera cuando la madre ha
tenido previamente un embarazo (es poco habitual en el primero) y el fruto de
esa gestación también es Rh positivo. Sin embargo,
puede prevenirse si a la madre, que es Rh negativo,
se le aplica una vacuna (Gama globulina) dentro de las primeras 72 horas
después del parto. Para evitar sufrir las consecuencias negativas de cualquier
tipo de incompatibilidad sanguínea de los padres, lo ideal es acudir al
ginecólogo antes del embarazo o en la etapa más temprana del mismo, para saber
si existe un riesgo y cuál es su magnitud. De haberlo, el especialista
realizará exámenes, en madre e hijo, y posteriormente procederá a recomendar un
tratamiento a la gestante.