Abonar y regar su siembra de tomate, habichuela, cimarrón y cebolla es lo
que más le gusta a Eduardo Jiménez los fines de semana. No se trata de un
extenso cultivo en el campo, sino del antejardín de su casa en un sector
popular en la ladera del Cali.
En apenas un espacio de 3,0 por
A unas pocas casas de distancia, la hermana de Eduardo, Miriam, y su hijo Caleb García, muestran orgullosos sus plantas de espinaca,
caléndula, tomate y otros productos. Ambas familias intercambian productos, lo
que implica un ahorro a la hora de preparar sus alimentos y mejorar su dieta.
Ellos hacen parte de las 53 familias que en el occidente de Cali participan
del programa Huertas Solidarias, promovido por
Es un proyecto fruto del encuentro de varias mujeres católicas que en las
tardes compartían el estudio de
Residentes en el oeste de Cali, donde del estrato 5 y 6 se pasa en pocas
cuadras al 1 y 2, se propusieron en el mismo sector el fomento de valores y
elevar la calidad de vida de familias populares.
En ese objetivo se unieron Patricia Villegas, la directora, Constanza Ángel
y Olga Chamat, con el apoyo de unas 200 personas y
las fundaciones Suramericana y Colombia Activa, integrada por colombianos
residentes en Holanda.
De esa unión de esfuerzos se benefician familias de Bellavista,
Brisas de los Cristales, Mortiñal, Bajo Palermo,
Altos de Normandía, Atenas y Pilas de Cabuyal, todos sectores populares en zona de ladera del
occidente caleño.
“Aquí había escombros, quitamos restos de ladrillo y abonamos. Ahora ya
cogemos el tomate, repollo y aromáticas”, dice Miriam Jiménez.
Su cuñada Raquel Ojeda destaca que aprovecha residuos orgánicos y lombrices
para el abono orgánico y con ají limpia sus plantas de plagas. Oriunda de
Nariño, lleva 15 años en este sector y desde el año pasado está vinculada al
programa de alimentos.
Cilantro, habichuela, repollo, tomate, fríjol, cebolla y pepino, aparecen
entre los cultivos más frecuentes en las casas de estas lomas y calles empinadas
del occidente caleño.
Carlos Eduardo Lara y Shirley Manrique,
coordinadora del proyecto, destacan que se trabaja en pequeños espacios de
Las familias tienen asesoría técnica pero, también trabajadores sociales y
psicólogos.
“El propósito es dignificar la vida de las familias, crear tejido familiar y
social, la solidaridad, sacar a flote sus potencialidades, generar un cambio de
actitud, que se sientan capaces de transformar sus vidas”, explica Lara.
En unos casos no son diversos cultivos sino apenas dos o tres. Así se
propicia el intercambio de productos entre vecinos.
Aparte de lo que se ahorran en alimentos, lo que Eduardo y Raquel más
destacan es el trabajo en familia y la colaboración entre vecinos.
Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO.
Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO