Aunque la clasificación de 'América Economía' aporta noticias dignas de destacar sobre la calidad y fortaleza de los hospitales colombianos, la situación general del sistema representa un peligro para ellos.
Resulta paradójico que, en momentos en que la crisis de la salud es más que
evidente y voces autorizadas advierten sobre el eventual colapso del sector
hospitalario, dieciséis clínicas y hospitales colombianos aparezcan
clasificados entre los 40 mejores de Latinoamérica en el escalafón elaborado
por cuarto año consecutivo por la revista América Economía.
Que estas entidades nacionales se sometan de manera voluntaria a
evaluaciones que miden indicadores exigentes, como los de seguridad y dignidad
para los pacientes, recurso humano, gestión de conocimiento, administración,
eficiencia y prestigio, es muestra de que la medicina colombiana, proyectada en
sus servicios, sigue siendo, a pesar de las circunstancias, de la más alta
calidad en el continente.
Los analistas de la publicación llaman la atención sobre el hecho de que las
16 instituciones colombianas, concentradas en Bogotá, Medellín, Bucaramanga y
Cali (polos de desarrollo del territorio nacional), presenten estos resultados
en buena medida por el fuerte impacto de la descentralización, que ha
incentivado la competencia.
Su buen nivel, pese a las adversidades que enfrentan, no es el único punto
paradójico revelado en esta clasificación, pues, mientras el país entero se
queja de la carencia de especialistas dentro del sistema de salud, los
hospitales evaluados en su conjunto son, en la región, los que en general
cuentan con un mayor número de ellos y de subespecialistas.
Lo anterior se manifiesta en que el 85,4 por ciento de los médicos de las
entidades colombianas son especialistas y el 27,7 por ciento, subespecializados, y, en contraste, los promedios de los de
las demás entidades de Latinoamérica apenas llegan al 80 por ciento y al 22 por
ciento, respectivamente. El indicador constituye una clara muestra del alto
nivel de la formación médica en el país, uno de los aspectos claves en la
medición de América Economía.
Ahora, no resulta muy halagüeño que, con excepción del Hospital General de
Medellín y la Clínica León XIII (administrada por privados), no haya más
instituciones públicas entre el grupo de las nacionales que hacen presencia en
la clasificación.
No es para menos: a pesar de que la cartera es abultada, tanto para privadas
como para estatales, en muchas de las últimas sus procesos están signados por
trámites engorrosos, déficits presupuestales y mala
gestión en no pocos casos, y permeadas por la
politiquería local. Vuelve a quedar demostrado que en Colombia el sector
hospitalario no es uno solo, sino dos: el público y el privado.
Aunque el escalafón de América Economía aporta noticias dignas de destacar
sobre la calidad y fortaleza de los hospitales colombianos, es claro que, a
juicio de sus administradores, la situación general del sistema representa un
peligro para ellos.
Vale decir que las cinco entidades de Medellín que están en este cuadro de
honor enviaron el fin de semana, junto con otras 22 instituciones hospitalarias
antioqueñas, una carta abierta al ministro de Salud, Alejandro Gaviria, en la
que afirman que sus condiciones actuales no les permiten mantener las puertas
abiertas, de modo que le piden que intervenga con urgencia.
Se trata de un clamor válido, si se tiene en cuenta que de ellos depende la
atención de los colombianos y, por extensión, la cualificación
que el sistema recibe de sus afiliados. Ojalá el
recién llegado ministro entienda que la salud de un país no es nada sin buenos
hospitales.