EDUARDO CASANOVA MÉDICO DE UCM EL PAÍS (URUGUAY) La incidencia de infección
de uñas por hongos parece crecer en las últimas décadas, alcanzando al 18 por
ciento de la población y hasta el 48 por ciento entre quienes superan los 70
años.
Es una enfermedad crónica, de evolución prolongada por alta refractariedad al tratamiento, y con un alto porcentaje de reinfecciones. A su vez, como el tratamiento es prolongado
es frecuente que se abandone; esto ocurre en el 52 por ciento de los casos.
Los hongos dermatofitos afectan más a los
diabéticos y a inmunodeprimidos, pero pueden
asociarse a otros gérmenes, al punto que sólo la mitad de las uñas deformadas
son producidas por hongos. Por este motivo es que se debe conocer el agente
causal para seleccionar el fármaco.
Existen factores que facilitan la infección, como el clima húmedo y cálido,
los microtraumatismos reiterados (zapatos apretados)
y la exposición a hongos en piscinas y duchas de uso comunitario.
Aunque la enfermedad carece de riesgo clínico, puede causar problemas
psicológicos y sociales, pues el aspecto estético induce a pensar en falta de
higiene y es frecuente que exista temor al contagio. El rechazo social es
determinante para que no se le considere un simple problema cosmético.
Se ve más en pies que en manos. Las uñas aparecen decoloradas, engrosadas y
deformes, pudiendo afectarlas en su superficie o por debajo.
Es difícil evaluar la eficiencia de los antimicóticos, pues se requieren
largos períodos de seguimiento debido a la reincidencia de los hongos.