Crisis
El HUV, "cementerio" de muertos sin dueño
Por Jorge Enrique Rojas, reportero de El País.
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Aumentan los casos de pacientes que
fallecen y nadie reclama. Crisis.
La puerta metálica de la nevera se abre y el gas de refrigeración sale en un
nudo de remolinos blancos y rastreros que ascienden en espiral por las piernas
del auxiliar de la morgue. Orlando Mosquera, el hombre que hace 27 años recibe
cuerpos en el anfiteatro del Hospital Universitario del Valle, enseña los
cadáveres mientras advierte en ellos una rareza que hace tiempo se les volvió
un infortunio común: son muertos que nadie reclama.
Hace meses que viene pasando, pero en el Hospital Departamental no pueden hacer
nada. Nada diferente a esperar. El problema es que, según parece, ya no pueden
hacerlo más.
Desde finales del año pasado la cifra de occisos que se queda aguardando por
que alguien los reclame sube y sube. La muerte es cruel y no da espera: cada
día la morgue del HUV debe almacenar 15 cuerpos. Y si es fin de semana
coincidente con quincena de pago, el número se eleva hasta los veinte. Quién lo
creyera, en la ‘sucursal del cielo’ escasea el espacio para los muertos.
Hace una semana, en una fosa común del Cementerio de Siloé fueron enterrados
once cuerpos. Ocho de ellos tenían nombres y apellidos; eran adultos, en su
mayoría ancianos que fallecieron por causas naturales: diabetes, cardiopatías,
enfermedades cardiovasculares. Según los registros de ingreso a la casa de
salud, casi todos tenían hijos, hermanos, esposos, sobrinos, nietos. Pero
después de tantos días de esperar por ellos, no cabe duda de que apenas eran
familiares de papel.
Elizabeth Gallego, coordinadora de la Morgue del HUV, dice que ese es
justamente uno de los principales inconvenientes que tienen para controlar la
situación: “Los internos ingresan por una urgencia y no es posible verificar
los datos de quienes los registran. Nos engañan”.
Suena desalmado, pero sucede: como si apenas fueran maniquíes en desuso, los
pacientes son dejados allí, con direcciones que no concuerdan, teléfonos que no
timbran y nombres que no existen. En el último año los casos se repitieron mes
a mes y al final del 2008 cerca de 80 cuerpos de los que nadie dio razón
terminaron sepultados en una fosa común pese a los esfuerzos del HUV por hallar
a sus dolientes.
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“Ahí se los dejo”
Adriana Ramírez, una de las trabajadoras sociales encargada de contactar a los
familiares de los pacientes abandonados, revela que aunque su labor no siempre
es estéril, a veces no vale de nada: “En muchas ocasiones encontramos parientes
o amigos, pero ellos se niegan a responsabilizarse. Dicen que no tienen plata o
simplemente que no pueden. No tenemos cómo forzarlos”.
Y aunque parezca imposible, hay casos de desamparo más atroces que otros.
Jorge, por ejemplo, es un hombre de 64 años que pese a estar vivo, pronto e
irremediablemente, hará parte de las estadísticas de cuerpos dejados a su
suerte. Él es un paciente con cáncer terminal facial, que debido a lo avanzado
del proceso ya no puede ser intervenido. Jorge, como presumen las trabajadoras
sociales que se llama, no puede hablar, está indocumentado, no sabe leer ni
escribir y el único dato que tienen de su vida es que fue desechado en la sala
de urgencias con una nota sobre su pecho: “Aquí se los dejo, estoy cansada, no
lo puedo cuidar”.
Los cuerpos y pacientes abandonados, además de la problemática social que
representan, acarrean un lío económico que lentamente va agujereando las
finanzas del Hospital.
La señora Gallego explica que pese a tratarse de una situación recurrente, en
el presupuesto general de la institución nunca se ha destinado un rubro
específico para cubrirlo, por lo cual cada uno de ellos se convierte en una suerte
de procesión dolorosa.
Las cuentas relacionadas con los fallecimientos del 2008 no son un asunto
menor: por cada depósito en fosa común, el HUV debió pagar al Cementerio
$300.000 y comprar un ataúd que en promedio consiguió en $64.000. Eso quiere decir
que, sin hacer cuentas de transporte, el año pasado el Hospital gastó cerca de
$30 millones en exequias ajenas.
Cada mes al Hospital Universitario ingresan cerca de 20 pacientes ‘fantasma’,
de los que después de un tratamiento o en caso de fallecimiento nadie se
responsabiliza.
Orlando Mosquera, el auxiliar del anfiteatro, cierra la puerta metálica y los
remolinos de aire se frío se deshacen en sus pies. El hombre corre, el teléfono
suena. Empieza otro día en la morgue. Ojalá no sea igual.
“No nos ayudan”
· De acuerdo con
Elizabeth Gallego, coordinadora de la Morgue, hace cerca de cinco años la
Administración Municipal corría con los gastos de las exequias de todos los
pacientes abandonados en el HUV, pero esa ayuda fue cancelada.
· ”No estamos en una emergencia sanitaria, pero esta si es una situación preocupante”.