Frente al llamado del doctor Moisés Wasserman,
rector de la Universidad Nacional de Colombia y prestigioso investigador en
ciencias básicas, para que los candidatos actuales a las corporaciones
legislativas, sea al Senado de la República o la Cámara de Representantes, para
el período 2010-1014, nos pronunciaremos sobre lo que debe ser el futuro de la
educación superior en Colombia, y su vinculación con la modernidad, quiero
hacer las siguientes consideraciones.
Yo, como rector que fui de la Universidad de Antioquia y como profesor
universitario por más de 25 años, pudiera haber iniciado mi labor legislativa
en la Cámara de Representantes por ‘la U’ con propuestas alrededor de las leyes
que regulan la educación en el país, pero preferí iniciar con la Atención
Integral a la Primera Infancia para los niños y niñas más pobres del país (de
los niveles 1, 2 y 3 del Sisbén), lo que conlleva alimentación completa y
balanceada los 365 días al año, desde el embarazo de las madres, hasta los seis
años, con el objeto de acabar con la desnutrición infantil, lo que no permite
desarrollar en el cerebro funciones primordiales que no se adquieren después de
los seis años, como la atención, la memoria y la capacidad de integrar
conocimientos.
Cualquiera pudiera creer que esto no tiene que ver con la educación
superior, lo que no es correcto, pues el desarrollo cerebral es esencial para
fortalecer la capacidad de aprender, permanecer en la escuela, integrarse al
sistema educativo, vincularse con los procesos de formación avanzada y
responder con capacidad intelectual en la investigación de alto nivel
científico. Si no existe una estructuración adecuada de la mente, jamás
llegaremos a mejorar nuestro nivel educativo en cualquiera de las etapas
formativas y tendremos que contentarnos con un Gabriel García Márquez, un
Rodolfo Llinás o un Manuel Elkin
Patarroyo cada cien años.
El Gobierno tiene ahora el reto de reglamentar la Ley 1295 de 2009, para que
iniciemos el proceso con la primera infancia. Paralelo a ello, la nueva Ley de
Ciencia, Tecnología e Innovación (Ley 1286 de 2009) nos ofrece nuevos
instrumentos con el objeto de que las universidades se relacionen con los
sectores social y productivo y las investigaciones transiten por el camino de
la pertinencia, para lograr que los nuevos resultados del conocimiento le
sirvan al país en la solución de sus problemas fundamentales. No la ciencia
para las publicaciones en revistas arbitradas y los ascensos en la escala
social de los investigadores, sino el saber para transformar la sociedad.
La Universidad ha sido tradicionalmente aislada. Los jóvenes salen de las
aulas como buenos teóricos, la experiencia de los profesionales curtidos en los
oficios no llega a las cátedras, los procesos de regionalización de la
educación superior son incipientes y, por tanto, las zonas más pobres no tienen
suficiente acceso a la formación profesional y menos a la investigación o a la
vinculación con los problemas sociales de las comunidades, en una época de
violencia, víctimas, hambre, desempleo y desplazamiento forzado.
Para empezar, qué bueno una universidad relacionada con el sector social y productivo,
internacionalizada, emprendedora, vinculada con las regiones del país, que
comprenda que la investigación es un proceso que se inicia en las ciencias
básicas, pero termina en la solución de los problemas fundamentales de la
sociedad, que no le dé temor a innovar nuevas formas educativas, que transite
por la virtualidad y haga de la racionalidad el eje del aprendizaje y no lo
concentre en la memorización. En últimas, que sepa que la dignidad se adquiere
con el conocimiento y que este debe ser motor del progreso y la equidad social.
* Representante a la Cámara por la U, Ex rector de la Universidad de Antioquia .
JAIME RESTREPO CUARTAS *