¿Frívolo o genio?
No
siempre en una larga existencia entre tubos de ensayo se consigue coronar un
descubrimiento.
Como
este país debe pensar que le sobran científicos, se volvió deporte nacional
despreciar a Patarroyo. Mañana, en Chemical Review, la publicación
más importante de su género en el mundo, aparece su último trabajo, un enorme
avance en su investigación sobre las vacunas sintéticas. Pero aquí, nada, como
si fuera una columnita de revista farandulera. Olvidan que cada uno de esos papers debe pasar el examen de un selecto grupo de
implacables científicos, que analizan el documento a fondo, como si lo fuesen a
diseccionar, hasta que dan la luz verde.
A
diferencia de otros mundos gaseosos, el de los científicos universales se mide
con datos objetivos, nadie regala nada y, menos aún, elogios gratuitos o
reconocimientos. No les impresiona nada distinto de los aportes nuevos, los
descubrimientos, la suma de papers en revistas
científicas de renombre o la capacidad de formar jóvenes genios.
Es
uno de los gremios más competitivos que existen, todos quieren llegar los
primeros a la meta y para lograrlo solo existe una fórmula exacta: trabajar
como una bestia, estudiar sin descanso y analizar a toda hora lo realizado por
uno mismo y por los demás, para ver qué pasos consolida y cuáles reforma.
Pero
en
El
anterior ministro de
Las
cifras de su prolífica carrera no las puede mostrar nadie en Colombia, con la
excepción de la extraordinaria Ángela Restrepo. Los demás quedan tan lejos, que
da pena recordárselo y tampoco tendría sentido porque su aporte es muy valioso
y necesario en un país donde la ciencia está peor que la infraestructura
jurásica que padecemos.
Manuel
Elkin Patarroyo y su gente
suman 325 papers en publicaciones científicas
importantes, no en hojas parroquiales, todo un logro. Nacido en Ataco (Tolima), desarrolló su carrera en estas tierras, ha formado
a más de seiscientos científicos, de los que solo quedan en el país 140. Como
nos sobran, los regalamos.
Cada
madrugada, este frívolo e insensato se levanta a las 3, para repasar y corregir
lo hecho por los suyos la jornada anterior. A las 8 sale para su oficina y ahí
se queda hasta la noche. Y vuelta a empezar a la mañana siguiente porque un
científico es como un camarón. Un día que se duerma y se lo lleva la corriente
del fracaso, quizá el tsunami que más temen.
Pero,
bueno, según sus detractores hay que botarlo a la caneca. Pensarán que es mejor
que sigamos distribuyendo la piñata de Colciencias
entre miles y no exijamos nada a cambio, salvo un papelito intrascendente, o
que nos caigan bien y no den la lata.
Un
país que no dedique a Investigación y Desarrollo importantes recursos ni
promueva la ciencia entre los jóvenes para lograr mayor número de estudiantes,
está condenado al subdesarrollo. Nadie dice que entreguen todos los fondos a
los dos o tres mejores, pero sí que respeten trayectorias y exijan resultados
"medibles", no virtuales. Cierto que no
siempre en una larga existencia entre tubos de ensayo y fórmulas químicas se
consigue coronar un descubrimiento, aunque Patarroyo
está ahora mucho más cerca. Pero se deja una huella indeleble sobre la que
otros avanzan.
@saludhernandezm