Fin de la mutilación embera

Hace dos años, el país se enteró de manera sorpresiva de que dentro de las mujeres de la comunidad embera de Risaralda se practicaba la ablación del clítoris. Esta tradición, que conlleva la mutilación de los labios menores y mayores del órgano sexual femenino, no es exclusiva de Colombia: se extiende a más de 30 países del mundo. Más de 100 millones de mujeres han sufrido la pérdida de todo placer sexual -sin contar con el trauma sicológico e infecciones que conducen, en ocasiones, a la muerte-.

La bárbara costumbre es en Colombia una tradición milenaria de unos 20.000 emberas chamí que habitan poblaciones como Mistrató y Pueblo Rico, en Risaralda. Su práctica se basa en la creencia de que quemar el clítoris o cortarlo con una cuchilla evita la promiscuidad y reafirma el papel de la mujer como madre y esposa. Similares argumentos, basados en la tradición y el legado cultural ancestral, arguyen numerosas comunidades a lo largo y ancho del planeta. Sin embargo, existe hoy una cruzada mundial para erradicar este cruel ritual. Waris Dirie, una joven que huyó de su país natal, Somalia, después de que sufrió la "circuncisión faraónica" (amputación de clítoris, labios menores y mayores), es ahora símbolo mundial de esta brutal práctica contra niñas y jóvenes de temprana edad. También ha disparado las alarmas por la proliferación inesperada de casos en regiones donde no existía previamente, como Europa, con más de 500.000 casos.

Esto ha generado, en años recientes, un dilema ético de marca mayor entre el respeto de ciertas tradiciones de grupos aborígenes, que hacen parte integral de su cultura, y la defensa de los derechos humanos de las mujeres por encima de su etnia. En el caso de los emberas, cabe destacar que la iniciativa de acabar con la práctica provino de mujeres de la misma comunidad. Las emberas reconocen los efectos nocivos de esta práctica y están optando por beber un brebaje que se ajusta a su cultura, pero no atenta contra su propia salud y dignidad. En consecuencia, la mutilación está suspendida, a la espera de un entendimiento con los integrantes de la comunidad, a fin de que se dé por terminada.

De igual manera, asociaciones de protección de los derechos de la mujer, Unicef y numerosos gobiernos buscan concertar con las comunidades que realizan la ablación de las recién nacidas para suprimirla o reemplazarla por rituales distintos. Los pormenores del caso embera chamí, donde la propia comunidad debate su eliminación, es una luz de esperanza para que las generaciones futuras de mujeres de tantas etnias y grupos no sufran estas humillantes mutilaciones.
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