Editorial: Familia moderna

A medida que en el mundo ha hecho crisis el llamado Estado de Bienestar, y cada vez es más difícil que la sociedad garantice la protección integral de los ciudadanos, la familia ha ido cobrando gran importancia.

En muchos casos, y ante las débiles políticas sociales de los países, son ellas las que se encargan de educar, proteger y acoger a los miembros más débiles, particularmente a los niños, a los enfermos y a los adultos mayores. Por eso vale la pena darles una segunda mirada a los datos que sobre este tema aporta la recién divulgada Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) 2010, de Profamilia.

En Colombia, la familia -núcleo indispensable para el desarrollo y la supervivencia de los seres humanos- ha sufrido, en las últimas décadas, grandes transformaciones, cuyos efectos es necesario establecer y asumir. Uno de los más importantes tiene que ver con su estructura. Hasta hace poco, esta unidad estaba conformada en su mayoría por hogares nucleares; es decir, con padres e hijos o parejas sin hijos.

La encuesta confirmó que hoy solo el 43 por ciento de las familias se ajusta a este modelo tradicional; las demás conforman núcleos diversos, entre los que se cuentan los hogares de una sola persona (unipersonales), los incompletos (falta el papá o la mamá), los extensos completos (pareja con hijos solteros que vive con otros familiares), los extensos incompletos (parejas sin hijos que viven con otros familiares) y los compuestos (parientes y no parientes).

Pero quizá uno de los cambios que más inquieta es el relacionado con la jefatura femenina del hogar. Hoy, el 34 por ciento de las familias (10 por ciento más que hace 15 años) están encabezadas por una mujer que responde sola por las necesidades de la unidad: trabaja y asume la manutención, crianza y cuidado de los niños y las labores del hogar. En esa estadística coinciden los resultados de la Encuesta de Calidad de Vida del Dane, conocida el jueves.

No es de extrañar entonces que solo el 56 por ciento de los niños hoy vivan con ambos padres, frente al 32 por ciento que crecen solo con la madre, el 3 por ciento con el papá y un preocupante 7 por ciento que no tiene ni a la una ni al otro. Además, según la ENDS, tres de cada diez mujeres han pensado, en el último año, separarse por variados motivos, como la violencia conyugal, la infidelidad, el incumplimiento de los deberes de sus esposos y hasta la constante embriaguez de sus compañeros. Lo anterior indica que la vida hogareña para muchas colombianas es agresiva y pesada.

Los hallazgos están causando alarma entre los especialistas en crianza, quienes aseguran que los niños y los adolescentes del país están formándose sin una figura paterna. Esto, quiérase o no, afecta la estabilidad y seguridad de los pequeños, sin contar con los efectos emocionales. Las mujeres, que han conquistado a pulso y con trabajo derechos y espacios que la sociedad les había negado, cargan cada vez con mayores responsabilidades. Sin abandonar las tareas del hogar, se echaron encima el mundo laboral y académico.

El cómo los hombres colombianos asumen la paternidad y el porqué aparecen cada vez más marginados de los deberes familiares son tópicos para estudiar con urgencia. Así se contaría con un panorama más claro de las razones detrás de cambios tan marcados en las dinámicas de los hogares.

Este diagnóstico, a su vez, tendría que ser contemplado por los hacedores de las políticas sociales. Estos esfuerzos públicos necesitan incluir sin demora el nuevo tipo de rol que desempeñan hoy en día las mujeres, los nuevos modelos de hogar y el papel de los hombres o su ausencia.