Editorial: Estrenando la ley de
salud
El
país no puede desperdiciar la oportunidad de darle forma a un sistema que
beneficie a la gente.
Después de mucho padecer los problemas de financiación, calidad, cobertura y
oportunidad del sistema de salud, el país estrenó ayer, por fin, la legislación
que lo reforma. Resulta lógico que los colombianos se pregunten hoy si
Lo primero que hay que reconocer es que la norma contiene algunos beneficios
para los usuarios, dignos de destacar. Entre ellos se cuentan la posibilidad de
que una persona sea atendida en cualquier lugar del país, independientemente
del sitio en el que se haya afiliado, y la prohibición expresa, a aseguradores
y prestadores, de imponer limitaciones de cualquier tipo que bloqueen el acceso
de la gente a los servicios de salud. También se eliminan las multas que se
imponían a los usuarios y quedó sentado que los planes de salud (POS) por fin
serán actualizados, de manera regular.
Nadie puede poner en duda la buena intención, plasmada en el texto de la norma,
de darle un viraje a la forma de asumir la salud pública, privilegiando lo
preventivo sobre lo curativo y brindando atención preferente a la infancia y la
adolescencia (incluida la gratuidad para niños con discapacidad o afectados por
enfermedades catastróficas o ruinosas).
Es necesario resaltar, asimismo, el compromiso del Gobierno de perseguir a los
corruptos que durante años han desangrado el sistema, amparados en el desorden
administrativo imperante a todo nivel, así como la búsqueda de nuevas fuentes
de recursos.
Sin embargo, es evidente que muchos de los 145 artículos de la ley son
enunciados que no podrán llevarse a la práctica si no media un riguroso y
equilibrado proceso de reglamentación. Sin eso, hasta los aspectos más
positivos de la 1438 pueden quedar en el aire, como ocurrió con muchos de los
postulados de
Sobra decir que no es una tarea fácil, si se tiene en cuenta que al sistema de
salud -que mueve más de 30 billones de pesos al año- lo rondan hambrientos y
poderosos intereses, que no están dispuestos a ceder los beneficios que han
ganado. Dicha realidad afloró durante el proceso de construcción de la reforma.
Por esta razón, la reglamentación debe estar claramente mediada por la
concertación y un norte imperdible: la defensa de los usuarios. Quizás algo de
esto faltó en la discusión de esta nueva apuesta legislativa. Quedó demostrado
con la abierta descalificación que de la normatividad hicieron los médicos y
profesionales de la salud, encabezados por
En sus manifestaciones, han dicho que la flamante ley no resuelve problemas
estructurales del sector y que aún no queda claro por qué, pese a las enormes
inversiones, la salud de los ciudadanos y la atención que reciben siguen sin
mejorar.
Se quejan, además, de que sus advertencias y observaciones al respecto no
fueron tenidas en cuenta. Es lamentable que los legisladores y el Gobierno no
les hubieran dado la debida importancia.
Estas diferencias deben superarse, si lo que se quiere es enfrentar con altura
la reglamentación de la 1438 y la discusión de la ley estatutaria, que regulará
el derecho a la salud de los colombianos, en cumplimiento de lo ordenado por
El país -que quede claro- no se puede equivocar otra vez ni desperdiciar la
oportunidad de darle forma a un sistema que beneficie de verdad a la gente, que
se mida por indicadores de salud y en el que los recursos tengan un manejo
justo y transparente.