¿Escasez de médicos?
El
dato de que en Colombia solo hay 1,6 médicos por cada 1.000 habitantes
sorprende, no solo porque está muy por debajo del índice que registran países
desarrollados, en los que ese promedio oscila alredeor
de 4,4 y 12,5 galenos, sino porque las proyecciones no son nada halagüeñas.
De
acuerdo con el estudio 'Recursos humanos de la salud en Colombia', llevado a
cabo por el Cendex, de la Universidad Javeriana, para el Ministerio de la Protección Social, de
continuar la actual tendencia, para el 2011 al país le estarían faltando 25.780
médicos (especialistas en su mayoría) y 7.153 enfermeras para atender la
demanda de servicios de salud de los colombianos.
El déficit, según el informe, es patente pese a que entre 1980 y el 2006 el
número de graduados de las facultades de medicina, que en Colombia ya totalizan
56, registró un aumento del 131 por ciento.
La
investigación sugiere que el incremento de la demanda de servicios de salud,
generada por el crecimiento del aseguramiento en el país, logró absorber buena
parte del recurso humano en salud formado por las universidades.
Una
lectura ligera de los datos indicaría que en Colombia hay sobreoferta de empleo
para los profesionales de la salud. No obstante, la Asociación Colombiana de
Sociedades Científicas, que reúne a todos los especialistas médicos del país,
insiste en la necesidad de hacer análisis más profundos.
Asegura
que el déficit se da solo en unas especialidades y que, por el contrario, el
desempleo y el subempleo son marcados entre los médicos generales, cuyas condiciones
laborales son precarias, a grado tal que, paradójicamente, muchos de ellos ni
siquiera están afiliados a una EPS.
El
Colegio Médico Colombiano va más allá y afirma que estos profesionales son
víctimas de modelos perversos de contratación, como los implantados por las
cooperativas de trabajo asociado y algunas EPS. Estos no solo constriñen su
autonomía y limitan su relación con el paciente, sino que condicionan sus
ingresos a la cantidad de consultas por hora y no a la calidad de la atención
que brindan y a su capacidad para darles soluciones efectivas a las personas.
Hoy,
el estímulo para que se sigan formando profesionales -indispensable para
compensar el déficit al que hace referencia el estudio del Cendex-
es mínimo. Basta decir que un médico recién graduado sabe que requiere dedicar
por lo menos 14 años de trabajo solamente para recuperar lo invertido en su
formación. Dicho de otro modo, la deuda de un médico al iniciar su actividad
laboral es cercana a los 76 millones de pesos.
Esa
es una de las razones por las cuales, según el Colegio y la Asociación,
Colombia presenta uno de los índices más altos de emigración de médicos y
especialistas de la región. Lo peor del asunto es que son los mejor formados, y
los que más han invertido en sus carreras, los que primero se van.
La
calidad de la formación médica es otro aspecto que urge evaluar. Es sabido que
las facultades que sí cumplen con los estándares que dictan las normas
académicas y los principios que sustentan el ejercicio médico se cuentan con los
dedos de las manos.
En
Colombia, no se da razón tampoco de la educación médica continuada, lo que es
grave si se tiene en cuenta que los conocimientos en esta materia se revalúan
cada cuatro años. ¿En manos de quién está? ¿Quién garantiza su calidad? ¿Por
qué el país carece de los procesos de recertificación
que hace rato son norma en otros países?
Nadie
pone en duda la importancia de tener claridad sobre la oferta de médicos y
profesionales de la salud que tiene el país, pero el dato no basta. Una mirada
más profunda muestra que la solución no está en graduarlos a granel.
Las
autoridades de salud, las sociedades científicas y las facultades de medicina
tienen el deber de ponerle orden al tema. De eso depende que la calidad de la
medicina colombiana vuelva a ser reconocida y que su actuar impacte
positivamente en la salud de todos los colombianos.