ÀEnfermedad
mental?
ÒDesorden mental por el uso de internetÓ. As’ se denominar‡ en la pr—xima edici—n del Manual de Diagn—stico y Estad’stica de Trastornos Mentales, que es la ÔbibliaÕ
de sic—logos y psiquiatras
del mundo, la que ya se considera como la nueva enfermedad
del comportamiento humano.
La
mayor innovaci—n tecnol—gica
en telecomunicaciones, considerada
la herramienta m‡s expedita al conocimiento, que ha transformado las relaciones interpersonales y desat— la globalizaci—n, se ha convertido
en una adicci—n para millones de ni–os, j—venes y adultos. La preocupaci—n es de los especialistas en salud mental, pero tambiŽn de las familias y los Estados, que en los œltimos tiempos se han percatado de las consecuencias negativas que pueden tener
el internet y en general los celulares, los computadores, las tabletas y los videojuegos, si no se usan con moderaci—n y de manera racional.
Sin
duda, la culpa de que hoy
en pa’ses como Alemania, Inglaterra, China, Jap—n o Australia, el 70% de los casos
de consultas sicol—gicas infantiles y juveniles estŽn relacionadas con posibles adicciones al internet, no se le puede
achacar al avance que han tenido
las llamadas tecnolog’as de la informaci—n y
la comunicaci—n. Su intenci—n
de facilitar la vida de los
seres humanos, de permitir el acceso global al conocimiento y de romper fronteras,
ha sido sobretodo positiva.
Pero los peligros
saltan a la vista cuando el
h‡bito de estar ÔconectadoÕ de forma permanente a las redes empieza
a alterar el comportamiento
humano y a dominar la voluntad de los usuarios. Un estudio de Common Sense Media revela
que los ni–os menores de 8 a–os pasan en promedio dos horas diarias conectados
al computador, a la televisi—n
y a los videojuegos, y s—lo
le dedican 29 minutos a la lectura.
El
’ndice sube en los j—venes y adultos, tanto que segœn
investigadores de la Universidad de Harvard entre el
5 y el 10% de los internautas tiene
algœn grado de adicci—n a la Web. Es decir que entre 100 y 200 millones de personas padecen Òdesorden mental por el uso de internetÓ, presentan s’ntomas de dependencia, necesitan m‡s para estar
satisfechos y sufren de s’ndrome de abstinencia si no lo tienen.
Aunque no todos
los expertos, incluida la Organizaci—n Mundial de la Salud,
estŽn de acuerdo con tratar la adicci—n al internet como una enfermedad
mental, el debate tiene que
hacerse. En especial dentro
de las familias que deben aprender
a regular el uso de las tecnolog’as en los menores de edad. Las razones van desde los peligros que acarrea
la sobreexposici—n de la intimidad
especialmente en las redes sociales, el acceso a informaci—n
no apta para todas las edades
y la facilidad para exponerse al delito.
Los avances en internet y la creaci—n de herramientas cada vez m‡s sofisticadas para acceder a Žl no tienen y no deben tener reversa. La humanidad y el planeta son hoy diferentes y mejores gracias a ellos. Pero de la racionalidad en el acceso que cada quien ejerza, de darle el mejor uso y de hacer un verdadero control parental en ni–os y j—venes, puede depender la salud mental presente y futura de los seres humanos.