“Nadie sabe lo que tiene
hasta que lo pierde”. Este dicho, al que la gente recurre con frecuencia para
describir el vacío que se experimenta tras la pérdida de algo preciado, aplica
muy bien cuando del sentido de la vista se trata.
Eso lo sabe el tiflólogo Wílmar Babativa, experto en
rehabilitación visual que trabaja con personas con problemas de baja visión y
ceguera. Esta especialidad estudia las condiciones y problemas ligados a
personas con discapacidades visuales y plantea soluciones que faciliten su integración
social y cultural.
Bavativa hace parte del equipo interdisciplinario del
Departamento de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital San Vicente
Fundación de Medellín y su programa de Rehabilitación Visual, compuesto además
por un optómetra especialista en baja visión, un médico rehabilitador o
fisiatra, terapeutas ocupacionales, un psicólogo y un trabajador social.
¿Qué quiere decir tiflología?
La palabra tiflología se
deriva de “tiflo”, que proviene del griego typhlós, que significa ciego. Enseña a una persona
invidente o con baja visión técnicas que facilitan su desempeño, como la
lectoescritura a través del braille; el manejo de herramientas para las
matemáticas, como el ábaco o el cálculo mental, la calculadora parlante y el
manejo de tecnología especial, así como a orientarse y moverse con el uso del
bastón.
¿Qué hace un tiflólogo?
Maneja todo lo concerniente a
la visión de lejos. Quienes tienen estas afecciones en los ojos también
necesitan aprender a usar cierto tipo de gafas, telescopios, ayudas para cruzar
una calle, leer el letrero del bus o los avisos de los negocios, así como el
manejo del bastón cuando la visión es muy reducida y no se puede caminar con
seguridad para evitar accidentes.
En materia de rehabilitación, ¿qué es lo primero que se hace con una
persona que pierde la visión?
Ayudarla a que se familiarice
con su hogar, a que aprenda a valerse por sí misma en él. El hospital, por
ejemplo, cuenta con un simulador de vivienda, que es un apartamento con
sala-comedor, cocina, patio de ropas, alcoba, baño, y dotado con nevera,
estufa, lavadero y clóset. En ese espacio se le enseña al invidente a
desarrollar destrezas para desenvolverse de manera independiente en su propia
casa.
¿Cuánto tiempo dura el proceso de rehabilitación?
Entre más severa sea la
pérdida de la visión, más tiempo puede tomarle a una persona adaptarse a este
proceso de rehabilitación. Para alguien que ha perdido totalmente la visión,
pueden ser de 6 a 8 meses, porque tiene que aprender prácticamente todo de
cero, como reconocer el dinero, enhebrar una aguja, manejar las matemáticas o
usar la tecnología.
¿Qué puede marcar la diferencia?
La parte emocional, porque
para alguien de 30 o 40 años que ha tenido su visión toda la vida, con trabajo
y una vida estructurada, y de repente la pierde es más difícil adaptarse a algo
que nunca imaginó tener que usar, en comparación con alguien que nació con esa
discapacidad o tiene baja visión.
¿Qué tipo de herramientas se utilizan durante la rehabilitación?
Están el telescopio, que se
usa para ver de lejos cosas como los letreros de los buses y los avisos de las
puertas y los negocios; la lupa, que sirve para ver de cerca un texto, y el
microscopio, que semeja unas gafas pero con cinco o seis lupas integradas, para
ver de cerca. También hay lupa de pecho, que facilita actividades manuales como
tejer, leer o enhebrar agujas; las gafas con filtro para quienes sufren
molestias con la intensidad de la luz y necesitan más comodidad visual para
apreciar mejor los detalles, y el bastón para la movilidad, entre otras.
En el caso de los niños
Evite sobreprotegerlos, mejor estimúlelos
El papel de los padres de
niños que han perdido la visión es fundamental para que éstos adquieran
independencia y seguridad. La clave está en brindarles el estímulo y apoyo
adecuados para el logro de esa meta. El problema es cuando no resuelven el
duelo y caen en la sobreprotección y aíslan al niño. El acompañamiento de un
psicólogo también es importante en este proceso: es vital intervenir para que
el pequeño logre aceptar su nueva condición de vida y su discapacidad y asuma
positivamente la adaptación que requiere para recuperar su autonomía.
REDACCIÓN SALUD