Lo construyeron como un
edificio inteligente, esos en los que ahora funcionan algunas de las empresas
más importantes del país. A las habitaciones les pintaron las paredes blancas,
con grandes ventanales, y las camas tienen tendidos en algodón y almohadas de
plumas. Pero es un hospital de guerra.
La más reciente y grande
apuesta del Gobierno para atender a los uniformados víctimas de los artefactos
explosivos improvisados (minas y armas hechizas) tiene 5.500 metros cuadrados.
Esta es el área del centro de rehabilitación Héroes del Paramillo, el lugar que
será la esperanza de 183 soldados que buscarán sanar las heridas de la guerra
en salones, gimnasios y laboratorios dispuestos para las terapias.
“A comparación de la estadía
que hemos tenido, esto es una elegancia”, dice Romero Restrepo Castaño, un
soldado profesional de 29 años que inaugurará hoy con 50 militares más este
centro. Romero, paisa de pura cepa, solo ve por un ojo, del brazo izquierdo
sobrevivió el hombro y de una pierna, el muslo. Aun así, entrará a
rehabilitación en el hospital por 3 meses y ese edificio que parece inteligente
y que está ubicado al lado de la Cuarta Brigada del Ejército en Medellín, será
su casa.
Romero llegará en muletas,
como la mayoría de quienes estrenarán el centro. El Gobierno cortó la cinta el
7 de agosto de este proyecto en el que se invirtieron 10.500 millones de pesos
y que es la punta de lanza de una estrategia que fundamentalmente busca no
dejar solos a estos hombres y sus familias, y en la que el Mindefensa
asegura destinará 1,1 billones.
El 12 de abril del 2012,
luego de que las Farc volaron una torre de energía,
Romero fue uno de los soldados que entró a la montaña de Campamento (Antioquia)
a desminar el camino.
“¡Bum!, salí volando. No me
di cuenta de que estaba esa bomba. Pero eso ya pasó, ahora soy el que les da
moral a mis compañeros”, dice el soldado, padre de tres hijas, que ahora pasará
a una edificación de 5 pisos que está dotada con tecnología y equipos de última
generación y que tiene como misión recuperar a los uniformados.
“Esto significa que no vienen
a un hospital, sino al lugar que los llevará a una recuperación mental, social
y física. Si usted ve las camas que tenemos aquí son más parecidas a un
alojamiento que a un hospital. Tenemos piscinas y zona de masajes para terapias
físicas y ocupacionales”, asegura el coronel José Contreras, coordinador del
centro de rehabilitación
Para el coronel, una de las
fases más importantes del proceso se da en las aulas de capacitación para áreas
técnicas, de salud y hasta para aprender a ser chef. Son cursos que dicta el
Sena en el mismo hospital para que estos militares estén preparados para un
trabajo digno.
“Lo importante es que la
gente no nos olvide y nos ayude, que nos vean como personas que estamos vivas y
podemos salir adelante”, dice Restrepo. Él tiene una esperanza, esa que no
tuvieron los 183 militares que en el primer semestre del año murieron en
acciones de la guerra, que aún deja ver sus heridas abiertas en el Héroes del
Paramillo.
JUAN GUILLERMO MERCADO
Redacción Justicia