Eluana Englaro, la mujer que llevaba 17 años en coma vegetativo y cuyo
proceso de eutanasia por razones humanitarias dividió a Italia al punto de
desatar una crisis entre los más altos poderes del Estado, murió ayer en la
clínica La Quiete, de Udine.
El viernes pasado le habían retirado las sondas que la alimentaban y la
hidrataban, con el fin de que perdiera la vida, y solo le suministraban
sedantes, para evitar cualquier dolor.
Los cálculos de los médicos apuntaban a que Eluana viviría entre 12 y 14
días una vez se le retirara el sustento, pero su muerte de produjo ayer a las 8
y 10 de la noche, tras tres días sin recibir alimentos y justo cuando el Senado
debatía, a solicitud del gobierno de Silvio Berlusconi, una resolución urgente
para detener la suspensión de su alimentación, avalada por la Corte Suprema de
Italia.
La familia de Eluana –en coma desde 1992 por un accidente automovilístico–
había conseguido la autorización judicial para suspender su alimentación en
noviembre del 2008.
Tras conocer la noticia del fallecimiento, su padre, Giuseppe Englaro,
declaró a la agencia Ansa: “Sí, nos ha dejado. Pero no quiero decir nada.
Sólo quiero estar solo”. Este hombre luchó durante diez años por el derecho
a morir de su hija, y ayer lo consiguió.
Entre lágrimas y aplausos Frente a la clínica ‘La Quiete’ de Udine se
vivieron momentos especialmente tensos tras conocerse la noticia del deceso,
pues mientras que los partidarios de mantener a Eluana con vida rompieron en
llanto, los defensores de su derecho a morir, aplaudieron fuertemente.
En el Senado, los legisladores se pusieron de pie y guardaron un minuto de
silencio. Pero aquí también hubo fuertes roces.
El vicepresidente del grupo conservador, Caetano Quagriello, tomó el
micrófono y denunció: Eluana no murió, “sino que fue asesinada”.
Ana Finnochiaro, del Partido Demócrata, le respondió que “continuaban
haciendo el enésimo acto de carroña política sobre la muerte de Eluana”.
El neurólogo que seguía el caso de Eluana, Carlo Alberto Defanti, afirmó que
su muerte se debió a “una crisis” que acabó con su vida “de improviso”. Pero el
neurólogo de la Universidad de Udine Gianluigi Gigli, quien siempre se había mostrado
partidario de “salvar” a la joven, calificó su muerte de sospechosa y pidió una
autopsia exhaustiva.
Berlusconi, por su parte, expresó su profundo pesar por la muerte de Eluana
y lamentó que la acción del Gobierno no haya sido suficiente para salvarle la
vida.
“Que Dios perdone a los responsables de la muerte de Eluana”, declaró el
cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, ‘ministro de Salud’ del Vaticano.
Mientras que el presidente italiano, Giorgio Napolitano, sentenció: “Ante un
epílogo tan trágico, el silencio de todos es la forma de mayor respeto y
participación”