Eliminar el síntoma no es suficiente
Noviembre 15 de 2009


Por: Carlos E. Climent

Las intervenciones psicoterapéuticas fundamentales no se limitan exclusivamente al uso de fármacos.

Jesús consulta por síntomas depresivos, irritabilidad y angustia de varios meses de evolución. Después de un minucioso examen, se le hace un diagnóstico de enfermedad bipolar y se le administran medicamentos para contrarrestar sus quejas más visibles. Al cabo de varias semanas, las molestias se aliviaron y sus relaciones con los demás mejoraron bastante.

Este resultado, sin duda positivo, suele ser el final de la intervención médica. Pero en el caso de Jesús fue apenas el comienzo, pues a medida que relataba su historia se hizo evidente una cierta insatisfacción con la vida que llevaba. Se habían aliviado los síntomas que lo agobiaban, pero tenía serios vacíos y muchas dudas existenciales. Le costaba trabajo experimentar placer y estaba bastante aislado socialmente. Las salidas a reuniones que siempre aceptaba “por darle gusto a su esposa” eran anticipadas como inconvenientes y sentía un gran alivio cuando se cancelaban. Había empezado a creer que ya no quería a su esposa lo que le generaba una gran desesperanza pues dependía de ella para muchas cosas. Su rigidez le había hecho muy tortuosa la vida. De tiempo en tiempo había mostrado interés en cambiar pero sus esfuerzos nunca fueron muy duraderos. Además había aceptado ser un obsesivo “de tiempo completo”, no de ahora, si no de siempre.

Lo que más sirvió a largo plazo en el tratamiento de este paciente fue reconocer que para llegar al fondo de sus problemas tenía que aceptar su propia responsabilidad en los mismos. Eso incluía el reconocer que su tendencia automática a mirar siempre los aspectos más negativos de su vida había sido un desgaste demasiado grande. Confesó que se había resignado a esa rutina y que se había convencido que no existían opciones mejores en su futuro.

El hacerle ver un lado más amable de las cosas y darle ciertas indicaciones para incorporarlas en algunas de las interacciones cotidianas, abrió el espacio para nuevas experiencias.

Una intervención terapéutica adicional a los psicofármacos lo fortaleció y lo fue llevando a:

*Hacer conciencia sobre las necesidades de los demás.

*Experimentar temas y planes diferentes a los rutinarios.

*Desprenderse de viejos rencores que no solamente lo habían debilitado sino que alimentaban su necesidad de venganza.

*Desarrollar fortalezas que lo condujeron a participar en asuntos que trascendían los aspectos económicos.

*Participar en aspectos que se situaron más allá de sus propias necesidades, conveniencias e intereses. Esto lo llevó eventualmente a interesarse en algunos temas comunitarios.

*Incluir en su rutina nuevas actividades culturales.

*Tener una actitud más abierta le permitió entrar en contacto con sentimientos íntimos celosamente guardados por muchos años.

En fin un tratamiento más integral contribuyó, en el caso de Jesús, a un trato más generoso con sus seres queridos y a una mayor satisfacción consigo mismo.

carloscliment@elpais.com.co