El miedo, más real que los fantasmas

En días de monstruos y calaveras los niños se pueden asustar, pero hay otros temores más relevantes.

El miedo hace parte de la vida de todos. Esta es una reacción normal causada por nuestro cerebro cuando estamos ante pensamientos, objetos o situaciones que implican algún tipo de peligro.

Es más, en ocasiones esta reacción ocurre antes de ser conscientes de ello, lo que genera respuestas físicas como sudar o paralizarse. En los niños como en los adultos, el miedo funciona como un mecanismo de adaptación y de defensa que permite prevenir situaciones amenazantes.

Algunos de los miedos están determinados genéticamente, otros vienen por aprendizaje directo. Sin embargo, muchos de los temores que tienen los niños son aprendidos y los adquieren por condicionamiento del mundo exterior, de la escuela, de la información que reciben día a día de los medios de comunicación y hasta de los propios temores de los padres.

Los niños experimentan diferentes miedos dependiendo de la edad. Cuando están pequeños los fantasmas, las tormentas, los títeres o la oscuridad los pueden llenar de pánico. Más grandes, el temor a que se burlen de ellos, a no tener amigos o a que los papás los abandonen les puede causar ansiedad.

El miedo a que los padres los abandonen.

Muchas veces los niños temen que a sus padres les suceda algo malo o que por alguna razón se separen de ellos o los abandonen. También puede pasar que el niño se imagine lo peor cuando los padres pelean, tenga pesadillas en que vea que lo dejan solo, se desespere si sus padres no llegan a la hora acostumbrada, no quiera dormir solo o separarse de los padres.

Miedo a que se la ‘monten’ en el colegio.

Seguramente su hijo sabe llevársela bien con todos sus compañeros, pero en ocasiones se encuentra con alguien que lo molesta. En estas situaciones puede sentir miedo de que lo amenacen, lo insulten, se burlen de él, lo excluyan, lo interrumpan cada vez que habla, lo culpen de todo o lo rechacen.

La situación actual del mundo.

Hoy, los niños no solo reciben gran cantidad de información acerca de lo que pasa en su país y en el mundo, también están expuestos a las dificultades causadas por situaciones políticas, económicas y sociales. Esto influye en cómo los niños perciben lo que sucede, ajustándolo a su propia interpretación. Los niños pueden tener miedo, por ejemplo, a que sus padres pierdan el empleo, o pueden inquietarse por los hechos violentos que ven en televisión o que presencian. Muchas veces tienen pesadillas con temas relacionados con la inseguridad.

La información proveniente de las nuevas tecnologías.

Aunque el acceso a Internet y todo tipo de tecnologías ha traído nuevas posibilidades de aprendizaje y entretenimiento, también expone a los niños a información no apta para ellos. Muchos de los temas y personajes que ven son agresivos y exagerados. Esto crea imágenes y conceptos que distorsionan la realidad percibida por el niño, lo que generan inseguridad y angustia.

Tenga en cuenta

1. Escuche a su hijo e intente entender su situación. Permita que exprese y exteriorice los sentimientos que le provoca la situación sin juzgarlo de antemano.

2. Ayúdele a comprender sus propios temores. Explíquele por qué puede tener miedo, o aclare situaciones que pueden confundir al niño.

3. No reste importancia a sus miedos ni haga burlas de sus temores. Reconozca que el miedo es una de las maneras que tenemos para reaccionar ante la amenaza.

4. Ayúdele a encontrar formas de vencer el miedo gradualmente. No obligue al niño a enfrentarse a las situaciones que lo asustan y le pueden causar más ansiedad. 5. Transmítale calma a su hijo y fortaleza. Sus actitudes tienen gran impacto en los miedos del niño y en cómo este los asume y los enfrenta.

La situación de la familia

Situaciones como el divorcio, la violencia intrafamiliar, la ausencia de un padre, el exceso de trabajo, el cambio de roles dentro del hogar pueden afectar de manera importante a los niños. Aunque estos se adaptan a algunas de las nuevas situaciones familiares, también nacen en ellos nuevos temores, como por ejemplo a quedar solos.

María Elena López Jordán
Especial para EL TIEMPO