Aborto: es quitarle la vida, de manera directa y voluntaria, a
un feto inviable, a ser posible, practicado por un médico con el consentimiento
de la madre.
Llamando a las cosas por su nombre, damos mucha claridad a los hechos. El
aborto es un homicidio. Veámoslo.
¿Qué es un homicidio? Nos dice el Drae: "Es
quitar directa y libremente la vida a una persona por parte de otra
persona". Es un delito grave si la víctima es un reo. Pero es un delito
peor, imperdonable, si la víctima es una criatura inocente, indefensa y oculta
en la cuna de su madre: el vientre.
Aborto: es quitarle la vida, de manera directa y voluntaria, a un feto
inviable, a ser posible, practicado por un médico con el consentimiento de la
madre. El aborto es el acto directo y voluntario de quitarle la vida a un ser
humano oculto e inocente. Llamándolo por su nombre, es un homicidio. Que hoy
día, para disimular el crimen, se lo llame 'legal', 'constitucional',
'ejercicio del derecho' de la madre (¡vaya derecho! Derecho a matar al hijo,
¡qué horror!) no cambia el crimen. Cómo disimulan los
abortistas el crimen, para sentirse inocentes. La víctima no puede reclamar, es
muda, se fía de su madre, y ¡vea con las que le sale! Matarlo.
A mi juicio, la persona humana comienza con el cigoto, primera célula, que
ya tiene genoma, es decir, los 'planos' del desarrollo individual y
pormenorizado del adulto que va a llegar a ser, si se le respeta el derecho a
desarrollarse. Pero, bien, en gracia de la discusión, tomemos a este ser
viviente a los tres meses, cuando ya es feto, cuando se ha formado la figura
humana. Casi nadie duda de que ya tengamos a un ser humano.
Y la madre decide, de forma premeditada y voluntaria, matarlo por manos del
médico. Este es la causa material; ella, la formal, la causa principal. ¡Qué
curiosa la diferencia! Matarlo antes de nacer es legal. Matarlo luego de nacer
es un crimen que merece treinta años de cárcel.
Aquí me viene a la memoria el conocido caso -real o fingido, da lo mismo,
porque ambos casos encierran una gran lección para las madres abortivas-, el
caso, repito, de una madre embarazada de tres meses que acude al médico para
que le practique el aborto, y que lleva en brazos a un hijito de dos años, que
no quiere, con toda razón, dejar solo en la casa. Pero Dios sabía lo que hacía.
El niño va a ser el 'abogado' de su hermanito. El médico, que se había formado
médico responsable para defender la vida, no para matarla, con astucia y
espanto le propone a la madre: "Señora, preste atención a mi propuesta;
con todo respeto, le propongo: ¿por qué no matamos a este niñito que trae en
sus brazos, que ya ha vivido dos años, y dejamos con vida al que trae en su
seno, para darle la oportunidad, que no ha tenido, de vivir su vida libre, a la
cual tiene derecho? La madre, apretando fuertemente al niño contra su pecho,
lanzó un grito de horror: ¡cómo se le ocurre, doctor; este niño está vivo; eso
sería un homicidio!". "Señora -la interpela el doctor,
reposadamente-, también lo sería, y quizá peor, matar al que trae en su
vientre. Pero, al no verlo, le parece que no reviste la gravedad del homicidio.
Pero lo es. Y caiga en la cuenta de que se trata de un hijo suyo". Agachó
la cabeza la mujer, asombrada, y alcanzó a murmurar: "Gracias, doctor.
Usted me ha abierto los ojos. Caigo en la cuenta del crimen que iba a cometer.
Me arrepiento". Y salió la madre, apresurada y confundida, ante el crimen
que estuvo a punto de cometer. Y, 6 meses más tarde, dio a luz un hijo sano y
feliz.
Queridas madres: piénsenlo una y dos veces antes de dar un mal paso. El aborto es un homicidio, no de un niño cualquiera,
sino de su propio hijo.
Alfonso Llano Escobar, S. J.
cenalbe@javeriana.edu.co