El Tema Debe Ponerse A La Cabeza De La Agenda Pública Educación, Adolescencia Y Violencia Escolar

De las últimas semanas en EL TIEMPO: el Índice Global de Paz, del Instituto para la Economía y la Paz de Australia, sitúa a Colombia en el lugar 138, entre los 15 más violentos del mundo, el peor en América Latina. Esta región, según el Informe sobre Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos del CIDH (Lima), alcanza el mayor índice de criminalidad juvenil.

Investigación de la Javeriana devela que maestros y maestras de adolescentes sufren dolencias psicológicas producto de múltiples tensiones. El consumo de drogas de la juventud colombiana es el más alto de la región. Cuatro docentes lesionados en riña con estudiantes originada en el llamado de atención a un joven hecho por un docente, “por quitarle el refrigerio a un niño” (Colegio José María Vargas Vila); la Alcaldía había alertado sobre agresión física, amenazas, insinuaciones sexuales, intolerancia y discriminación en 37 planteles oficiales. A propósito de una batalla campal entre alumnos de dos colegios de la localidad Rafael Uribe, en el Primer Foro por la Seguridad Escolar se analizó la incidencia de alcohol y alucinógenos, y se planteó la necesidad de proveer seguridad en los alrededores de las escuelas. Carlos Córdoba –de ‘Bogotá, cómo vamos’– criticó en las páginas editoriales la medida de colocar cámaras en los colegios para “pillar” a contraventores. Se refirió a alcohol, alucinógenos, armas y acoso, no solo en la puerta de los planteles, sino dentro de ellos, y apuntó directo a las causas: jíbaros, microtráfico, débil cultura de convivencia, atajismo, uso del tiempo libre y fragilidad familiar. Sugirió enfocarse en modelo pedagógico, convivencia, jornada única, calidad, política de juventud, y acciones en la familia.

El Secretario de Educación salió en defensa de la propuesta poniéndola dentro de un marco integral: un observatorio y el Programa de Protección y Convivencia Escolar, que integra solución de conflictos, participación, personeros y contralores, uso del tiempo libre, clubes diversos, actividades de solidaridad y también vigilancia, con base en el compromiso de los vecinos y las cámaras exteriores con propósito disuasivo, reactivo y probatorio. ¿Puede ser más manifiesta la necesidad de poner el tema de adolescencia y educación a la cabeza de la agenda pública? Como “agujero negro” fue calificada la educación secundaria, durante un café informal entre ministros de Educación en 1998, en la reunión de Unesco en París. Según el BID, es la categoría “olvidada”, y en la región “la estructura tradicional, el currículum y el enfoque de la educación secundaria son obsoletos”.

La adolescencia conlleva cambios profundos en los ámbitos físicos, emocionales, sociales, cognitivo-intelectuales y en lo que hace al discernimiento y la conducta moral.

Más allá de leyes que idealizan su protección, la realidad es dolorosa: víctima y victimaria de crecientes y variadas formas de violencia intra y extraescolares, confronta problemas de embarazo inmaduro, anorexia, bulimia, drogadicción, depresión, abuso del alcohol, bajo rendimiento escolar, deserción, repitencia, conflictos de relacionamiento, intrafamiliares, etc.

El enfoque lineal de la educación, de español 1 a español 2, de cálculo 1 a cálculo 2, se estrella con la adolescencia, que disturba la curva de desarrollo e implica una época de búsquedas, rupturas, duelos, crisis y decisiones pletóricas de preguntas ajenas al currículo.

¿Es posible formular un currículo y una estrategia pedagógica que, en desarrollo de un cambio de paradigma, respondan de manera integral a las peculiaridades de la adolescencia y apoyen a la familia, la sociedad, los medios y el Estado –actores cruciales– en cuanto a la comprensión de la juventud y a la interacción con ella? Si eludimos esta pregunta seguiremos dando vueltas alrededor de la noria.

Es tema de enorme preocupación para medios, padres y docentes.

* Ex ministro de Educación .

GERMÁN BULA ESCOBAR *