Para algunos de los genios de las tecnologías de la información y
comunicación, TIC, el ideal es una sociedad donde los docentes sean
reemplazados por estos instrumentos de sorprendente capacidad.
Pero hay malas noticias para estos tecnólogos: la experiencia internacional
demuestra, en el caso de la educación virtual, que ella no funciona a nivel de
educación básica y media, funciona a medias a nivel de pregrados
universitarios y sólo funciona bien a nivel de maestrías y doctorados. Tal conclusión
se la escuché, hace unos años, a María Victoria Londoño, quien la trajo de una
Conferencia mundial sobre educación virtual en Vancouver.
la razón: se requiere una gran capacidad de
autoaprendizaje para que las TIC, en especial la educación virtual, puedan
desarrollar todo su potencial de enseñanza. Para niños y jóvenes en edades
tempranas sigue siendo fundamental la guía presencial del docente que, además
de enseñar lo que siempre ha enseñado, ahora debe explicar también cómo
funcionan las TIC y, lo que es más importante, cómo hacer buen uso de ellas.
Por lo que la educación cambia de manera esencial: ya no se trata de brindar
información al alumno, sino de enseñarle a pensar por sí mismo y, lo que es más
importante, desarrollar su capacidad para que sepa encontrar información
confiable en el abigarrado universo de la información. Sin este aprendizaje
previo, el estudiante, en cualquier nivel, jamás podrá aprovechar las ventajas
de las TIC.
Otro hecho: los audiovisuales son una poderosa herramienta para la
transmisión de la experiencia y un elemento clave de las TIC. De hecho, ellos
nos permiten aproximarnos a ciertos hechos sociales que antes eran imposibles
de captar por fuera del instante fugaz en el que sucedían. Pienso en la música,
ese hecho cultural que es básico para la formación de las habilidades
cognitivas, hasta el punto de que resulta un muy probado generador de
capacidades matemáticas en los estudiantes.
Pues bien, hasta hace poco la música era un hecho que sólo se podía apreciar
en vivo por la sencilla pero contundente verdad según la cual un músico nunca
interpreta el mismo tema igual. La industria fonográfica no resolvió este
problema, pues sus grabaciones sólo congelan la interpretación musical en un
instante dado, muchas veces en estudio, por lo que no captan la atmósfera de
una función musical en público ni el sentimiento de la audiencia ni los gestos
virtuosos o la emociones del artista.
Con el audiovisual nos acercamos bastante a aquello, aunque no del todo.
Pero se requiere de alta tecnología y de gran calidad en la producción y la
transmisión para que el audiovisual resulte atractivo, tanto para las
audiencias como para los jóvenes en edades de aprendizaje. De allí que el uso
del audiovisual en la educación, para que sea efectivo, requiera de una
especial dedicación a la producción de contenidos, para que sean eficaces en el
espacio de enseñanza.
En otras palabras, aún estamos muy lejos de pensar siquiera en reemplazar al
docente por las TIC. Pero no hay duda de que ellas cambiaron la educación en
forma fundamental, hasta el punto de que el viejo profesor de tiza y tablero es
hoy una especie en acelerada vía de extinción. Y el proceso educativo, bastante
mejor.