Educación y calidad

La presentación del plan gubernamental: ‘Calidad de la Educación: un Propósito Nacional’ ha tenido una difusión reducida en los medios de comunicación, para un tema de tal trascendencia.
El diario El Tiempo, en la edición del jueves 11 de noviembre, trae a cuento una entrevista con la Ministra de Educación en la que destaca que los estudiantes con los rendimientos más bajos están matriculados en los colegios que tienen los profesores con formación más deficiente. Correlación evidente. Se deduce que se debe hacer un plan para mejorar el rendimiento de los estudiantes con logros deficientes, así como mejorar el desempeño del 100% de los establecimientos con mayores problemas, es decir, de sus profesores.

En la página web del Ministerio, se indican otros puntos del plan como el fortalecimiento de las competencias “básicas, genéricas, específicas y ciudadanas”, desarrollar programas para un mejor uso del “tiempo libre” y consolidar el sistema nacional de evaluación de la calidad de la educación. Todos puntos importantes que requieren de un desarrollo más preciso que los saque del lenguaje técnico-burocrático de la página web.


El candidato Rafael Pardo puso en la campaña un tema central que el actual plan recoge sólo parcialmente. Se trata de repensar la jornada escolar, ampliándola, no para que los estudiantes pasen más horas escuchando al profesor que ‘dicta’ clase, sino para crear un espacio de actividades lúdicas, artísticas, de aprendizaje profesional y de servicio social que mejore sustancialmente las capacidades, posibilidades y calidad de vida del estudiante.


En cuanto a fortalecer las competencias, de lo que se trata es de transformar ejes básicos de la formación educativa moderna, del currículo y sus logros, en lo que estamos bastante mal, como lo reconoce el Ministerio. En primer lugar, el pensamiento lógico con un debido y adecuado aprendizaje de las matemáticas. En segundo lugar, mejorando las capacidades de lectura y escritura, asunto tan básico en el que estamos mal. En tercer lugar, ubicando al estudiante en las nociones de tiempo y espacio, en una geografía y en un mundo con historias.

Ciertamente hay una formación que también se debe dar, introduciendo la lógica del experimento y las ciencias. Es indispensable fomentar también la formación artística, humanística y ciudadana y finalmente, en mi consideración, cierta orientación a las artes manuales, el trabajo y el servicio social.

Seguramente, en todo esto se debe tener en cuenta el aprendizaje y uso de nuevas tecnologías educativas, pero de nada sirve mejorar un indicador de estudiantes por computador, si no se tiene claro lo que se ensaña. En síntesis, ampliar la jornada, insistir en la formación de unos pocos ejes de aprendizaje claves en el mundo moderno y combinar el espacio de clase tradicional, con el taller, el campo de juego, la representación artística o el servicio social. Se trata de poner en práctica una revolución educativa que puede cambiar la faz de la sociedad colombiana.

Claro está, se requiere mejorar la calidad docente, asunto que destaca el plan. Se puede pensar en las facultades de educación de las universidades que ellas mismas deben replantearse, para ser menos discursivas e incidir de manera más clara en la formación de profesores y en la evaluación de la calidad de la educación que se imparte, en los distintos niveles. Por supuesto, todo esto requiere una financiación y recursos adecuados.