Editorial: En la era de la clonación terapéutica

 

Queda claro que antes de avanzar en la aplicación terapéutica de este hallazgo es necesario abordar de frente la discusión ética y definir reglas claras.

 

Crear un embrión en el laboratorio y hacerlo crecer durante cuatro o cinco días hasta la fase de blastocisto, para obtener en este punto células madre embrionarias, con la potencialidad de generar cualquier tejido del cuerpo, es un salto gigantesco de la ciencia biomédica. Este avance, logrado la semana pasada por la Universidad de Salud y Ciencia de Oregon y el Centro Nacional de Investigación de Primates, ambos de Estados Unidos, dejó la puerta abierta hacia la posibilidad real de obtener, en el futuro, tejidos y hasta órganos para trasplante en personas que lo requieran, sin el temido riesgo del rechazo por ser originados en el mismo paciente.

El grupo de científicos responsables del hallazgo, encabezado por Shoukhrat Mitalipov y Paula Amato, recurrió a una variante del método usado por el investigador escocés Ian Wilbut, para crear hace 15 años a la oveja Dolly, el primer animal clonado.

Estos tomaron una célula de la piel de un adulto, le extrajeron el núcleo (que contiene el ADN o información genética del individuo) y lo trasplantaron en un óvulo, al que previamente se le extrajo también su núcleo. Luego, permitieron su desarrollo por unos días, hasta que fue posible extraer células madre embrionarias.

La técnica, por primera vez exitosa en humanos, ha sido elogiada en todo el mundo, pero la noticia revivió las discusiones éticas. Los críticos insisten en que si bien el blastocisto se obtiene fertilizando un óvulo con el ADN de una célula de la piel, y no con un espermatozoide, el resultado es un embrión, y dejan sentado el peligro de que uno de estos sea implantado en un útero para obtener un clon humano (como sucedió con Dolly). Los científicos defienden sus resultados alegando que se ha demostrado, en estudios con monos, que la temida clonación reproductiva, con base en embriones obtenidos por esta vía, no es viable. Aun así, detractores aseguran que crear vida en un laboratorio para luego destruirla es un contrasentido.

Queda claro que antes de avanzar en la aplicación terapéutica de este hallazgo, que incluye la generación de curas y nuevos tratamientos para males graves, es necesario abordar de frente la discusión ética y definir reglas claras. Son la vida humana y todas sus dimensiones lo que está en juego.

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