Editorial: Fórmula para la
adicción
El
abuso de drogas recetadas es un primer peldaño de la escalera a la
fármacodependencia en menores.
Una encuesta reciente en Estados Unidos demostró que el 6 por ciento de los
jóvenes entre los 12 y los 17 años había probado, con fines recreativos, medicamentos
que deben ser vendidos con fórmula médica. El asunto, a primera vista lejano a
nuestra realidad, infortunadamente no lo es.
De acuerdo con estudios de la Corporación Nuevos Rumbos, Colombia ocupa el
primer lugar en América Latina en consumo, entre menores de edad, de
tranquilizantes que sólo pueden expenderse con receta y administrarse bajo
estricto control médico. Las cifras, según la misma corporación, son
alarmantes: cinco de cada 100 menores de 18 años de edad utilizan estos
fármacos en forma frecuente y 10 de cada 100 dicen haberlos probado, sin
necesitarlos, por lo menos una vez en la vida.
El estudio 'Transiciones en el consumo de drogas en Colombia' (2007) advierte
que entre los jóvenes que usan drogas también hay un consumo importante de
tranquilizantes, un factor que, para los expertos, resulta determinante para el
pronóstico de uso de heroína. El problema se agrava por el hecho de que estos
consumidores tienden a creer que por tratarse de medicamentos, que incluso son
usados por familiares, son menos nocivos.
Percepción que se arraiga por el hecho inexplicable de que, pese a que se trata
de fármacos controlados, se consiguen fácilmente sin fórmula médica en muchas
farmacias y droguerías, sobre todo en las de barrio. A eso hay que sumar el
mercado negro de sustancias que ingresan ilícitamente de otros países.
Nadie pone en duda que estos medicamentos son seguros cuando son administrados
como parte de tratamientos controlados por el médico; el uso abusivo de ellos,
por el contrario, puede acarrear serias alteraciones en la salud, generar
adicciones e incluso causar la muerte, especialmente cuando se combinan con
alcohol u otras sustancias. Algunos incluso son usados con fines delictivos.
A este grupo de fármacos controlados pertenecen los depresores del sistema
nervioso central, que se prescriben como tranquilizantes para relajar y mejorar
el sueño, tratar la epilepsia e incluso manejar el dolor; también los
estimulantes del sistema nervioso, como las anfetaminas, utilizados en el
tratamiento de algunos trastornos del comportamiento. No sólo los jóvenes
abusan de estas sustancias. Muchos adultos a los que se les recetan fármacos de
control siguen usándolos incluso después de que el médico se los ha suspendido.
Este problema de salud pública, conocido eufemísticamente como 'abuso de
medicamentos', es en realidad una drogadicción.
No
hay duda de que el uso creciente de drogas sintéticas con fines recreativos y
el abuso de las drogas con receta son hoy el primer peldaño de la peligrosa
escalera hacia la farmacodependencia en menores de
edad, actos muchas veces tolerados o invisibilizados
por la ignorancia de la comunidad en general frente a sus reales riesgos y más
por la ausencia de verdaderas acciones de las autoridades para controlarlos.
El país está lleno de normas al respecto. Para empezar, los médicos están
obligados a recetar sus fórmulas con claridad, con las dosis justas y las
cantidades exactas para cada tratamiento y dejando claros los riesgos y las
contraindicaciones de estas sustancias; también deben dejar sentadas las
indicaciones sobre la destrucción de los sobrantes.
Se debe reforzar la vigilancia por parte de las autoridades sanitarias y de
Policía frente a la caótica dispensación de estas drogas en las farmacias.
Algunos de estos establecimientos participan con descarados fines comerciales
en este mercado ilícito. Es un problema que crece.