Editorial: El dengue golpea de nuevo

Ya es hora de que el país ponga en práctica todo lo que está escrito sobre salud pública.

    La epidemia de dengue que consistentemente ha ido ganando terreno en el mundo en los últimos años ya ha matado, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), a 31 personas en América Latina en lo que va corrido del 2011.

    El organismo volvió a lanzar una alerta por la progresión de ese mal en el continente, que ahora tiene un agravante: la aparición en Perú y en la frontera con Brasil de una cepa desconocida del virus, que la OPS no dudó en calificar como "muy agresiva". A ella se le atribuye la muerte, en un periodo corto, de 14 personas en la nación vecina.

    No hay razones para pensar que el dengue no seguirá avanzando, pues más de un factor favorece su desarrollo, entre ellos el calentamiento global y la alteración de los ciclos de lluvia, que estimulan la proliferación del Aedes aegypti, responsable de la transmisión del mismo. Según la OMS, cada año hay 50 millones de nuevos casos en el planeta.

    Por cuenta del incremento de las temperaturas, el mosquito hoy sobrevive por encima de los 1.800 metros sobre el nivel del mar e, incluso, empieza a invadir centros urbanos, como ocurrió en el sur de Estados Unidos y en Brasil el año pasado.

    El fenómeno de 'El Niño' se asocia con sequías e incremento de la temperatura, lo que deriva en una mayor incidencia de la enfermedad. Colombia, azotada el año pasado por este evento climático, presentó 147.670 casos de dengue, 9.482 de los cuales fueron descritos como graves. Además, 217 personas murieron; los más afectados fueron los menores de 15 años.

    El problema es que, a diferencia de la mayoría de los países de Suramérica, Colombia ahora está siendo golpeada por el fenómeno de 'La Niña', que ha incrementado las lluvias y las inundaciones, con el consiguiente aumento de la población de mosquitos.

    Dicho factor hace que el dengue desborde su condición de epidemia y llegue a niveles endémicos e hiperendémicos. Según el Instituto Nacional de Salud, en lo corrido del año se han reportado 3.801 casos, 217 de los cuales han sido catalogados de graves (13 han terminado en muertes). Esto evidencia que la letalidad prácticamente se ha triplicado, en comparación con el promedio del año pasado.

    Semejantes indicadores llevaron al Ministerio de la Protección Social a declarar la alerta epidemiológica, con el propósito de que se intensifiquen las acciones de vigilancia y, a su vez, los hospitales hagan las adecuaciones necesarias para garantizar el acceso oportuno a los servicios de salud. También se busca poner en marcha la aplicación de las guías de atención nacionales y los protocolos para el control del mosquito.

    Las directrices ya están, y es responsabilidad de alcaldías y gobernaciones, a través de sus secretarías de salud, llevarlas a la práctica. Infortunadamente, son evidentes las asimetrías en la materia; hoy, la mayoría de tales entes, incluidos algunos ubicados en las zonas de mayor riesgo, presentan graves fallas en sus esquemas de salud pública. En varios, valga decirlo, ni siquiera existen.

    Cuesta entender por qué tales debilidades persisten en asunto tan delicado, pese a que el dengue ha dado muestras de no ceder. Ya es hora de que el país ponga en práctica todo lo que está escrito sobre salud pública y de que los dineros que el sistema de salud destina a las tareas en cuestión se usen efectivamente.

    Los entes de control, empezando por la Superintendencia Nacional de Salud, deben tomar ya cartas en el asunto, pues la negligencia frente a enfermedades de este tipo y el mal manejo de los recursos se pagan con bienestar, cuando no con vidas humanas. Y nada de eso se recupera.