Editorial: Salud, el reto social del 2013

Por: EDITORIAL | 7:24 p.m| 07 de Enero del 2013

El sector de la salud requiere correctivos inaplazables. Pensar en un sistema que fortalezca la calidad de vida y no centrado en un modelo ineficiente y costoso de atención de la enfermedad.

 

La salud está tan llena de pendientes urgentes que muchos consideran que la solución de sus problemas más graves no puede pasar de este año, so pena de que el colapso del sistema acabe convirtiéndolos en irremediables.

Hay que tener en cuenta que tanto el Gobierno como el Congreso entran en la recta final de sus periodos con el lastre de la crisis de un sector que conocían bien desde el comienzo de su gestión.

El reto no es fácil si se considera que este está levantado sobre una estructura normativa, organizacional y administrativa tortuosa, sin reglas claras, en la que juegan sinnúmero de actores, que pugnan por sus intereses propios, altruistas o perversos. Algunos se las han arreglado para ponerle trabas al correcto funcionamiento de un esquema que se debe, esencialmente, a la gente.

El Gobierno, el Congreso y los actores interesados en enderezar el rumbo de la salud deben partir de tal realidad y encontrar la forma más adecuada de enfrentarla. Nadie habla de llegar a consensos, pero sí de lograr acuerdos en torno a los puntos más críticos.

El primero de ellos es el del flujo de recursos y las deudas acumuladas. La recién aprobada ley de cuentas maestras liberó y apropió recursos cercanos a los 2,1 billones de pesos para sanear cartera y dar agilidad administrativa a la presentación de cuentas, medidas que se sumaron a las transferencias por más de 350.000 millones de pesos hechas por el Ministerio de Salud a las entidades territoriales, también para pagar deudas; a los 40.000 millones de pesos para fortalecer la red de urgencias, y a la gestión de créditos para sanear Caprecom.

Sin embargo, y pese a dichos esfuerzos y a una reforma tributaria que debe mostrar sus beneficios para el sector, el problema sigue vivo. Es imprescindible que haya una política precisa de saneamiento fiscal de los hospitales públicos, una claridad absoluta de sus cuentas y una definición de los responsables de las deudas.

Otro punto inaplazable es el de que, a pesar de la unificación de los planes de beneficios, persiste la asimetría entre la unidad de pago por capitación o UPC (dinero que se reconoce a las EPS por cada afiliado al año) que reciben las EPS del subsidiado y las del contributivo, no obstante los aumentos que de estas primas acaba de hacer el Ministerio. Mientras no se equiparen, tal punto será una fuente de ruido e inconformidad.

Los multimillonarios recobros por servicios no POS que sigue recibiendo el sistema, independientemente de la unificación de los planes y la eliminación de las zonas grises, también hacen parte de las prioridades, ya que este factor juega contra las finanzas del sector y amenaza su estabilidad.

La insatisfacción de los usuarios por la mala calidad de los servicios y el creciente número de acciones de tutela y los desbordados precios de los medicamentos, como lo reconoce desde su experiencia como paciente el vicepresidente Angelino Garzón, son tres desafíos insoslayables, así como el ataque a la corrupción que carcome al sistema.

Pero quizás el reto más importante que tienen el Congreso y el Gobierno es la definición de lo que se quiere hacer con la salud en términos de derecho. Se debe saber con exactitud qué necesita la población en dicha materia y hasta dónde está dispuesto el país a cubrir tales necesidades y a través de qué entes. Se vuelve inaplazable un debate amplio, sobre bases reales y sin apasionamientos, sobre el futuro de las EPS.

Todo, para pensar en un modelo de salud que fortalezca la calidad de vida de la gente y ayude a remontar la pobreza, y no centrado en uno ineficiente y costoso de atención de la enfermedad, del cual terminan lucrándose indebidamente unos pocos. En esta tarea tiene que participar todo el país.

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