Cuando el dolor es una enfermedad
Si
es de larga duración, deja de ser un síntoma y se convierte en una patología autónoma.
Pese
al temor que despierta, el dolor es una salvaguarda, un primitivo mecanismo
desarrollado por todas las criaturas, de la más simple a la más compleja, para
mantenerse a salvo.
Logra
que nos mantengamos lejos del peligro, avisa cuando hay un daño instaurado en
el organismo y se afianza si no se corrige. Si no fuera por él, nadie se
salvaría de una apendicitis, de un infarto o de una infección.
Sin
embargo, cuando no llega para ayudar o para advertir riesgos, sino que se
instala y envía falsas alarmas que torturan, que incapacitan y hacen insufrible
la vida, deja de ser un síntoma y se convierte en un verdugo, en una
enfermedad que amerita diagnóstico, tratamiento y seguimiento.
¿Por
qué se queda?
Según
un reciente informe de la revista 'Time', 76 millones de estadounidenses viven con un dolor
crónico, severo e incesante.
Un
dolor también puede llegar para quedarse a causa del daño de un nervio, que
puede ocurrir por múltiples causas, como traumas, inflamaciones, infecciones,
cáncer, quemaduras o diabetes. Y aunque resulte curioso, muchos son fruto de
mínimas lesiones, como una tronchadura, un
procedimiento de rutina o una cirugía pequeña en la espalda o la rodilla. Se
cree que diez de cada cien personas que se someten a estas intervenciones nunca
dejan de sentir dolor; lo mismo ocurre con el 20 por ciento de los pacientes
de cáncer, incluso después de haber terminado sus tratamientos.
En
términos más sencillos, vale decir que un nervio lesionado es como un cable
eléctrico en corto permanente, que de tanto mandar señales (en este caso de
dolor) acaba dañando la estación central ubicada en el cerebro. Cuando eso
pasa, el dolor se instala allí del todo.
Y
aquí viene uno de los peores dramas para los afectados: pese a ser una
enfermedad, muy pocos médicos, y ningún sistema de salud del planeta, lo
reconocen.
No
es exagerado decir que la vida de los adoloridos se convierte, en estos casos,
en un infierno. Van de un médico a otro, ensayando tratamientos y sometiéndose
a lo que sea con tal de buscar un alivio que no llega y que progresivamente
mina las esperanzas.
Sufrimiento
innecesario
Lo
anterior contrasta con los avances que la ciencia médica ha tenido en el
conocimiento de los mecanismos que participan en el mantenimiento crónico del
dolor en el cuerpo. A la par se han ido desarrollando tratamientos cuya base es
un enfoque integral que lo aborda como una enfermedad, desde el plano físico y
emocional.
Hoy
se sabe, por ejemplo, que el cerebro normal y el cerebro adolorido actúan de
manera distinta, y que este fenómeno, al tiempo que puede hacer que el cerebro
registre persistentemente el dolor, también orienta para que pueda controlarse
mejor.
También
se cuenta con herramientas genéticas y de la biología molecular, que han
permitido el desarrollo de nuevos medicamentos e incluso de recursos
terapéuticos de alta tecnología, como la radiofrecuencia y la estimulación
magnética, que permiten aprovechar la potencialidad del sistema nervioso para
obtener el anhelado alivio.
En
Colombia, las clínicas del dolor cuentan con muchos de estos instrumentos y
especialistas en el tema. Sin embargo, el acceso a ellas solo se garantiza si
de manera consistente todo el sistema de salud, empezando por los médicos,
cambia la concepción del dolor crónico como un síntoma y lo asume como una
enfermedad.
Estos
son algunos de los peores dolores
La
siguiente es una relación de los dolores catalogados por pacientes y
especialistas como de los más intensos e insoportables.
Infarto
cardiaco
Produce
un dolor opresivo en el pecho acompañado de sudoración, angustia y sensación de
muerte. Ocurre cuando las fibras que inervan el corazón se lesionan por falta
de oxígeno. Es una urgencia vital y debe tratarse en una unidad de cuidados
intensivos coronarios. El dolor se maneja, por lo general, con analgésicos tipo
morfina y sedantes.
Cólico
renal
Es
una punzada insoportable y continua que invade la espalda y viaja por el
abdomen hasta la ingle, por lo general en un solo lado. Se presenta cuando los
conductos por los que transita la orina se obstruyen por cálculos formados en
el riñón. Se trata con analgésicos potentes y la eliminación de los cálculos.
El
dolor del cáncer
Cuando
el cáncer invade los tejidos, incluidos los nervios, produce dolor permanente
de elevada intensidad por destrucción de los mismos. Requiere un manejo
integral, multidisciplinario, ascendente y permanente, con manejo psicológico
incluido desde el momento mismo del diagnóstico. Hay muchas herramientas para
controlarlo bien.
El
páncreas inflamado
Cuando
el páncreas se inflama (pancreatitis) produce una picada inaguantable en la
parte alta del abdomen, que se dirige hacia la espalda y se propaga al tórax.
Se acompaña de vómito y náuseas. Es una urgencia que debe ser tratada por un
equipo médico en un hospital; se aplican analgésicos y otras medidas de
soporte.
Migraña,
duro dolor de cabeza
Es
un ataque de dolor severo de cabeza, que se acompaña de náuseas e intolerancia
a la luz y al sonido; su duración es variable e incapacitante.
Es producida por un cambio en el tamaño de las arterias dentro de la cabeza.
Hay muchas causas, entre ellas genéticas, estrés, cambios hormonales y consumo
de algunos alimentos.
Neuralgia
del nervio trigémino
Es
un dolor en la cara parecido a intensas descargas eléctricas, de duración
variable, que se repiten. Ocurre por un daño en el nervio responsable de la
sensibilidad de la cara. Debe ser tratado por especialistas que aplican
técnicas que incluyen, según el caso, medicamentos, bloqueos nerviosos o
cirugía. Por su severidad, puede inducir al suicidio.
Neuralgia
por herpes
Es
una sensación de ardor, quemadura y corrientazos
intensos que se presentan cuando el virus herpes zóster
se pega en los nervios y los inflama. El dolor sigue el trayecto del nervio
afectado. Es común entre las costillas. La base del tratamiento es la
combinación de fármacos; también puede haber bloqueos nerviosos, rehabilitación
y soporte psicológico.
Nada
peor que un hueso roto
Los
huesos están forrados por una membrana que tiene fibras nerviosas. Al romperse
las fibras, se estimulan y producen un dolor similar a una punzada fuerte que
no se va. El tratamiento consiste en la inmovilización inmediata con la
alineación del hueso y la aplicación de analgésicos fuertes (incluso derivados
del opio). El tratamiento de este tipo de dolor es una urgencia médica.
El
dolor de las quemaduras
Una
quemadura genera un ardor fuerte y permanente por la destrucción de tejidos que
liberan sustancias y estimulan las vías del dolor. La intensidad depende de la
extensión y de la localización. El manejo debe hacerse a nivel hospitalario e
incluye el uso de analgésicos, que pueden ser de la familia del opio, el uso de
sedantes, el apoyo mental y el aislamiento correspondiente por riesgos de sobreinfección.
Síndrome
doloroso regional complejo
Es
un dolor intenso generado por disfunciones de las vías del dolor, ocasionadas
por lesiones menores, principalmente en las extremidades. Es de características
intensas, similares al de un corrientazo, una
quemadura y un ardor juntos, permanente, que se acompaña de cambios en la piel,
en los huesos y en la función. Este dolor incapacitante
no responde al tratamiento con analgésicos.
¿Por
qué sentimos dolor?
Se
trata de una de las funciones más complejas del organismo
Todos
los órganos tienen unos receptores para el dolor, que se comunican con la
médula espinal a través de unos nervios especializados. Desde allí, la
información llega a diferentes áreas del cerebro, incluida la corteza, donde
esa sensación desagradable se hace consciente.
De
igual forma, hay unas vías que devuelven la información, a manera de respuesta,
y que son las responsables de que las personas eviten el contacto, se queden
quietas, griten o se quejen.
Estas
estructuras funcionan por la acción de una serie de sustancias que activan los
receptores. Por ejemplo: cuando un martillo golpea un dedo, se destruyen
algunas células, que liberan, entre otras, histamina, dopamina, citoquinas y prostaglandinas, que excitan los receptores de
dolor de los tejidos. Eso hace que se envíen impulsos eléctricos a través de
los nervios, que pasan por la médula espinal y llegan al cerebro.
Este
se encarga de identificarlo, discriminarlo, establecer su intensidad y de
ponerle emociones, como miedo, tristeza y angustia.
El
tratamiento con morfina y otros opioides todavía
causa temor
La
morfina y sus familiares derivados del opio son analgésicos de referencia para
el tratamiento de dolores de moderados a severos, "y no solo para el
cáncer", aclara Martha Ximena León, médica especialista en cuidado
paliativo.
Sin
embargo, el desconocimiento de los médicos sobre su uso, la creencia de los
pacientes de que son la antesala de la muerte, el estigma que pesa sobre estos
fármacos, por su origen narcótico y algunas limitaciones de tipo normativo y
presupuestal, impiden que quienes los necesitan accedan a ellos, sobre todo en
las regiones apartadas.
"El
país ha avanzado en el tema, pero falta ilustración a médicos, pacientes y
autoridades sobre los beneficios de este valioso recurso", dice León.
'El
roce del viento me hacía gritar'
"El
martirio empezó en mayo del año pasado como un dolor de muela. Consulté con el
odontólogo, que me hizo un tratamiento de conductos; pensé que la cosa iba a
parar ahí, pero fue peor. Unos días después, el dolor se había extendido por
media cara; no me la podía tocar. Tenía una sensación de corrientazos
y de ardor, como si me estuvieran quemando con agua caliente.
"Los
analgésicos y las inyecciones que mandó el odontólogo no me sirvieron; es más,
para ese momento un roce o el solo viento me hacían gritar... Así que él me
mandó a donde el médico.
"En
"Era
un martirio, vivía incapacitada, no dormía y no me daba ni hambre. La vida en
la casa se vino a pique, porque no quería ni que me hablaran. Como a los tres
meses,
Tatiana Gómez C., 32 años, empleada bancaria
Para
que tenga en cuenta
1.
Recuerde: no es normal, como tiende a creerse, vivir con dolor. Si
ese es su caso, pida que se lo traten como lo que es: una enfermedad.
2.
Al especialista si el dolor lleva más de tres semanas y no mejora con los
tratamientos; le afecta el sueño, limita sus actividades y lo ha hecho faltar
al trabajo.
3.
Exija que lo traten en forma consistente en una clínica del
dolor; solicite el servicio a través de su EPS.
4.
Evite automedicarse, ir de consulta en consulta (vaya al
especialista) y someterse a terapias poco convencionales.
Carlos
Francisco Fernández
Asesor médico de EL TIEMPO
M. D., fisiatra, neurofisiólogo del dolor, Pte. de