¿Cura para .
otros trastornos?.
Cosimo Urgesi señala que
el verdadero interés de su trabajo surge del convencimiento de que la
espiritualidad es una función compleja intrínseca de la naturaleza humana, “y
los avances en las técnicas de neuroimagen permiten
explorar sus fundamentos neurales”.
Se trata, pues, de ampliar los horizontes del conocimiento en un área que
hasta hace poco se consideraba vedada a la investigación empírica.
Pero aún se puede extraer otra finalidad de carácter más práctico: el
tratamiento de algunas enfermedades mentales. Puesto que los sentimientos
religiosos son una parte fundamental de nuestra forma de ser, y se acaba de
comprobar que pueden ser modificados mediante lesiones cerebrales, se abre una
vía para el tratamiento de los trastornos de la personalidad. Eso sí, con métodos
menos agresivos que la cirugía, como la estimulación magnética.
Un equipo de investigadores halló evidencia de que la espiritualidad humana
tiene una base neurobiológica y está ligada a la actividad de áreas cerebrales
concretas.
Para demostrarlo, los científicos, cuyo trabajo fue publicado en Neuron, estudiaron la religiosidad de distintas personas
con tumores cerebrales antes y después de operarlos.
Al parecer, las lesiones que produjo la cirugía condujeron a un aumento del
sentimiento de autotrascendencia (que reflejaría una
menor conciencia de uno mismo, unida a la mayor capacidad de sentirse parte
integral del universo) sólo en algunos pacientes.
Concretamente, en aquéllos cuyos tumores estaban localizados en la región
parietal posterior del cerebro.
De acuerdo con un informe publicado en El Mundo, de España, el estudio
confirma que la inclinación natural de los seres humanos hacia lo espiritual
puede ser localizada y analizada científicamente.
Existe una corriente de pensamiento, la ‘neurociencia no materialista’, que
percibe estos estudios como un intento de reducir las creencias religiosas a
algo puramente biológico, desterrando para siempre la existencia del alma.
En términos filosóficos, los resultados del estudio podrían interpretarse de
dos maneras. Por un lado, si hay un ‘lugar’ dedicado a la espiritualidad en el
cerebro, cabe pensar que la religión tiene una explicación biológica y, por lo
tanto, se puede dudar de la existencia de Dios.
Pero también puede argumentarse que el hecho de que el organismo esté
preparado de forma innata para albergar sentimientos trascendentales es una
prueba de que éstos surgen por algún motivo y Dios está detrás de todo.
Uno de los autores de la investigación, Cosimo Urgesi, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Udine (Italia), aclaró las posibles implicaciones
teológicas de su investigación: “El avance del conocimiento sobre cómo procesa
nuestro cerebro los fenómenos espirituales no proporciona ninguna información
sobre su existencia”.
Urgesi explicó que la constatación de que ciertas
lesiones cerebrales modulan la autotrascendencia
“podría sugerir interpretaciones metafísicas completamente divergentes”.