Con risas y juegos 87 payasos hospitalarios le
aplicaron este viernes una inyección de buen humor al Hospital Universitario
del Valle.
"Te vamos a cantar una canción que nunca le hemos cantado a nadie”. Se
oye un acorde de guitarra y unos diez payasos con bata de doctor entonan:
“buenos días Estefi, ¿cómo estás?... buenos días Estefi, ¿cómo estás?...”
El doctor Fabián, de nariz roja y sombrero azul y amarillo, mira a Estefi, una niña de unos ocho años que se ríe sobre una
camilla de la sala de pediatría del Hospital Universitario del Valle (HUV).
“Diagnóstico: risa injustificada”. Saca una inyección, que no es más que un
juguete con un proyectil de plástico y que, al apretarlo, vuela hasta su
barriga.
Ayer en el HUV hubo exceso de medicinas: risa y lágrimas de alegría
fueron las recetas para los pacientes, entregadas por 87 ‘doctores’,
provenientes de toda Colombia y países como Perú, Argentina y Estados Unidos.
Participan del Congreso Nacional de Payasos Hospitalarios que se realizó en la
Universidad Santiago de Cali.
Algunos, como ‘Tato’, un payaso con cresta de pelo morado, dicen que son de
todas partes. “De aquí, de allá, pero Cali es la mejor ciudad del mundo”. En
algunas batas se ven nombres como ‘Dra. Conguita’ o ‘Dra. Manchitas’.
El ‘médico’ Fabián es especial. No tiene apodo y su nombre completo es
conocido por muchos. Es Fabián Mendoza, actor bastante reconocido por estos
días en el país, tras su papel de Mario Segura, ‘Encanto’, en la novela ‘El
Secretario’.
Ana juega a atrapar burbujas de jabón. No importa que tenga 80 años. Ni que
su diagnóstico sea depresión, producto de que hace unas semanas asesinaron a su
único hijo. Un abrazo, un beso y el amor de varios payasos fueron suficientes
para que, al menos durante unos minutos, se riera como una niña.
El recorrido por los largos pasillos del HUV fue una procesión de amor,
acompañada de cantos como “yo quiero tener un millón de amigos” y “escucha
hermano la canción de la alegría”. Una payasita de camisa roja es la voz.
A Fabián se le hacen agua los ojos subiendo las escaleras para entrar a una
de las salas. No es el único: a un par de periodistas a su lado les pasa lo
mismo.
Una señora se une a la marcha, mientras se pasa la mano por la cara,
conmovida. “¿Es usted familiar de algún paciente?”, le pregunta alguien. “No,
yo soy paciente. Se me va la vista por ratos... pero no pude evitar unirme”,
responde, con los ojos encharcados.
La terapia del amor parece invadir el alma de todos. Los médicos se asoman
por las puertas. Los enfermos levantan la mano para saludar, aunque tengan un
catéter en la mano.
“Es una terapia para uno y para ellos”, reflexiona Fabián. Desde hace diez
años es Clown.
¿Por qué un actor de fama nacional se dedica a repartir alegría en los
hospitales? “Es más difícil ser payaso que actor”, responde. Lo explica así: un
actor se pone una máscara y utiliza una técnica para interpretar un personaje
inventado. Un payaso debe ser él mismo: debe encontrar lo mejor en su interior
y darlo a los demás. “Es un reto personal”.
Hay casos difíciles. Como el de un hombre de 62 años que, con la llegada de
los payasos, en vez de reír rompe en llanto. “Es que nadie lo visita”, murmura
una enfermera. El doctor Fabián se acerca, lo escucha y le da un abrazo. “A
veces es muy duro. Sin embargo esto es una terapia para el alma. Con un sólo
paciente que atiendes, ya tienes para poder dormir tranquilo”, concluye.