El aumento alarmante, especialmente en diez regiones del país, de casos de
dengue clásico y hemorrágico no es sino la materialización de las advertencias
hechas en los últimos años por autoridades mundiales de salud sobre el
incremento de males como este, transmitido por vectores, en todo el planeta.
El calentamiento global y la alteración de los ciclos de lluvia están
favoreciendo, en amplias regiones del mundo, la proliferación del mosquito
Aedes aegypti, responsable de la transmisión del
dengue –que recientemente cobró la vida de tres ciudadanos, entre ellos un niño
de 4 años, en Cali– y la fiebre amarilla.
De acuerdo con pronósticos del Ideam, por cuenta
del fenómeno de ‘El Niño’ los colombianos tendrán que soportar, durante varios
meses más, el tiempo seco. Y son justamente esas temperaturas altas las que
favorecen la supervivencia del mosquito transmisor. Vale tener en cuenta,
además, que la sequía lleva a las personas a reservar agua en recipientes, con
lo que crean, de paso, reservorios para sus larvas.
El dengue es un mal endémico de países como Colombia, razón por la cual se
considera normal, hasta cierto punto, que se presente un determinado número de
episodios al año. Sin embargo, con un aumento consistente de los casos y el
incremento de las temperaturas, bajar la guardia o minimizar el problema es muy
peligroso e irresponsable.
Las consecuencias de hacerlo pueden leerse en las epidemias que
recientemente azotaron al estado de Río de Janeiro (Brasil) y a Argentina.
Los afectados se contaron por cientos de miles y los muertos, por decenas.
Previendo esta situación, el Ministerio de la Protección Social asignó a los
departamentos, en diciembre pasado, 13.000 millones de pesos para que las
autoridades locales de salud pongan en marcha acciones conducentes a reducir la
diseminación y los efectos de las enfermedades transmitidas por vectores.
Cali, Cúcuta, Neiva y Valledupar deben, de hecho, desarrollar planes de
contingencia para enfrentar brotes epidémicos. Y si bien todavía no hay
decretada una alerta nacional por el avance de esta enfermedad, es necesario
que en su control participen de manera activa y decidida, bajo la orientación
de las autoridades de salud, todas las personas.
La primera medida debe orientarse al control colectivo y sistemático de los
potenciales criaderos del Aedes Aegypti,
especialmente en toda población ubicada por debajo de los 1.800 metros sobre el
nivel del mar. Esto se logra con el lavado y cepillado regular de todos los
tanques, albercas y depósitos de agua, que además deben mantenerse siempre
tapados. Adicionalmente, es deber de la comunidad ayudar a recoger o eliminar
aquellos objetos inservibles en los que pueda acumularse el agua lluvia, como
frascos, botellas o llantas; de igual modo, huecos, tanques sépticos, desagües
y letrinas en desuso deben rellenarse con tierra. La utilización de mosquiteros
para dormir, la aplicación de repelentes y la cuidadosa fumigación periódica
también están recomendados.
No hay excusa para que los cerca de cinco millones de colombianos que, se
estima, viven en las zonas de mayor riesgo no adopten estas sencillas medidas.
Conviene, finalmente, estar atento a los síntomas de la enfermedad, que suelen
presentarse entre cinco y nueve días después de la picadura del mosquito. Los
principales son fiebre, malestar general, decaimiento, dolor de cabeza,
erupciones, dolor abdominal, vómito y palidez.
Sobra decir que estas acciones deben hacer parte de una política integral de
salud pública que no descuide ni una sola arista de este problema que sí pone
de manifiesto las verdaderas condiciones de salud de un país y su desarrollo sanitario .
Es peligroso bajar.
la guardia ante los primeros casos ya detectados.
Hay que tomar medidas preventivas para evitar epidemias.