El despertar negro
Abril 18 de 2010
Por Carlos E. Climent
Las madrugadas
suelen estar, para algunas personas, llenas de pensamientos obsesivos
frecuentemente sombríos o pesimistas.
Carlos
tiene 50 años, un buen trabajo y una salud física envidiable. Su esposa vive
pendiente de todos en la casa, incluyendo al esposo y a tres hijos adolescentes
perfectamente normales. Carlos no ha dejado de trabajar, pero cada día le
resulta más pesado, pues viene sintiéndose mal hace varios meses. Él piensa que
todo se debe a que lleva tres años sin vacaciones.
Después
de mucha insistencia por parte de un sacerdote amigo, que lo vio muy
preocupado, acepta buscar ayuda profesional. Cuando llega por primera vez a mi
consulta hace el siguiente relato: “Despertarme en la mañana es lo peor. Todo
lo veo negro y pienso que nada está bien. En el rato que estoy despierto –antes
de levantarme– pienso mucho en la muerte. No sé si me quiero morir o si me da
miedo la muerte. Me siento culpable por no haber ganado más plata y así poder
dejar en mejores condiciones a mi familia cuando yo falte. Es un pensamiento
absurdo, pero pienso que voy a perder mi casa y que de pronto termino en la
cárcel. Como estarán de mal las cosas que hasta el perro se enfermó y el
veterinario no sabe lo que tiene. Muchas mañanas cuando me asaltan estos
pensamientos, un sudor helado me recorre todo el cuerpo y no quiero ni abrir
los ojos. Doy vueltas en la cama y como mi esposa está aburrida de oírme
siempre las mismas historias, me toca callarme. Cuando finalmente me decido, me
levanto de la cama con un enorme trabajo, pero no sé ni a donde ir”.
Lo
descrito es una experiencia bastante común que muchos denominan ‘El despertar
negro’ que generalmente corresponde al inicio de un cuadro depresivo. La
mayoría de quienes sufren este despertar comparten, entre otros, los siguientes
factores:
n
Entienden que su estado es “algo anormal”, pero no lo identifican como un signo
de enfermedad que requiere tratamiento.
· Una vez que se
levantan, se arreglan y salen de su casa, la intensidad de los síntomas del
amanecer se diluye. Sólo queda un recuerdo vago sobre el cual no se habla.
· Sobrellevan con
paciencia las dificultades crecientes de todos los días por considerarlas
normales, se acostumbran a ese estado y no hacen nada por cambiarlo.
· El ciclo se repite cada madrugada, unas veces
más intensamente que otras, por días y meses. Hasta que un buen día, un factor
externo cualquiera rompe el precario equilibrio, la persona explota y
finalmente confiesa que lleva muchos días mal.
La
resistencia más grande para reconocer el problema y tomar medidas efectivas,
viene del mismo paciente. En el caso que nos ocupa es el mismo Carlos quien
reaccionó al principio con gran escepticismo: “¿Yo deprimido? ¿Yo, ir al
psiquiatra? Eso sería lo peor que me podría pasar. ¿Acaso estoy loco?”.
Sólo
cuando ese síntoma se empezó a aliviar, al cabo de algunas semanas de
tratamiento, él empezó a hacer la conexión entre su “despertar negro” y una
depresión de grandes proporciones.
carloscliment@elpais.com.co