Desempleados presentan mayor riesgo de infarto agudo

Sep. 08 de 2012

Por:Carlota Loaiza Cadavid, Unimedios

Tras evaluar a personas en edad productiva, se demostró la relación entre la desocupación y la ocurrencia de infarto agudo del miocardio. Este análisis podría ser el primer paso para incorporar a las políticas públicas de empleo la dimensión de la salud pública.

Las circunstancias que rodean a un desempleado pueden cambiar su vida y la de su familia de manera negativa en poco tiempo. Desde finales del siglo XIX, este ha sido un tema de debate multidisciplinario que abarca desde la economía hasta la psicología.

Sin embargo, los primeros hallazgos que relacionaron la inactividad laboral con el deterioro de la salud aparecieron de manera contundente antes de comenzar la década de los setenta, y se hicieron cada vez más numerosos a mediados de los años ochenta del siglo pasado.

Según Luis Ernesto Fandiño Rojas, magíster en Salud Pública y autor del estudio “Asociación entre el estatus de empleo e infarto agudo del miocardio (IAM)”: “dichos descubrimientos se relacionaron con un exceso de mortalidad y detrimento de la salud entre los desempleados. La mayoría de estos acercamientos se hicieron mediante mediciones indirectas o por medio del abordaje de datos agregados, cuyos resultados e interpretación dejaban un gran margen de duda”.

Hasta ese momento, ningún trabajo académico había estudiado el riesgo individual de quien padece el desempleo ni tampoco si este era el que causaba un daño en la salud o viceversa. Solo hasta ahora se lleva a cabo una mirada profunda, desde esta perspectiva, para el contexto colombiano. El trabajo de Fandiño contó con la dirección del médico epidemiólogo Mauricio Restrepo Trujillo y con la asesoría de Fernando de la Hoz, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá.

Más riesgo en el país

Las cifras de la Sociedad Colombiana de Cardiología indican que hay factores de riesgo modificables asociados a la presencia de un primer infarto agudo del miocardio en Colombia. Estos explican el 90% del riesgo para los hombres y el 94% para las mujeres. Además, señalan que los problemas psicosociales incrementan en un 32,5% las posibilidades de padecer este mal.

“En Estados Unidos y Japón, se han hallado asociaciones que indican un riesgo dos a tres veces mayor de sufrir un padecimiento cardiaco en circunstancias de desempleo. Pero en el estudio hecho en el país se encontró que la posibilidad de un ataque se incrementa entre ocho a diez veces más”, afirma Fandiño.

Para el profesor De la Hoz, la diferencia radica en el hecho de que en Colombia una persona cesante y su familia quedan en pésimas condiciones socioeconómicas: “En países desarrollados si alguien pierde el trabajo recibe subsidios del Estado que le garantizan no morir de hambre ni perder la casa y proteger el estudio de sus hijos. Aquí, en cambio, el que pierde el empleo queda en la calle. Eso puede ser una situación que incrementa el riesgo”.

Entre sanos y enfermos

Para llevar a cabo el estudio, se seleccionó un grupo de 34 pacientes que sufrieron infarto agudo del miocardio –diagnosticados en la unidad de cuidados intensivos de la Fundación Cardioinfantil - Instituto de Cardiología– y otro de 68 personas sanas que nunca habían padecido problemas cardiacos y compartían las mismas características socioeconómicas de los enfermos (de hecho, eran vecinos). Todos tenían edades entre los 35 y los 60 años.

Luego se cotejaron los datos de los dos grupos y se relacionaron sus antecedentes de estrés y otros factores de riesgo asociados a la enfermedad, para así comparar su frecuencia entre los dos grupos.

Según el profesor De la Hoz: “este es un método bien validado en epidemiología, que consiste en explorar, entre dos grupos de personas –uno que tiene el mal y otro que no–, si hay diferencias entre un factor que puede estar relacionado con el infarto”.

Y agrega: “la idea era encontrar en cuál de los grupos se evidenciaba mayor prevalencia de desempleo; y, en términos generales, los enfermos tenían los mayores antecedentes”.

Fandiño aclara que el propósito de que las personas de ambos grupos fueran parecidas –que tuvieran igual nivel educativo, edad, género, tipo de vivienda y estrato– era asegurar que dichos factores no interfirieran en la explicación de los resultados; por cuanto podrían contribuir a la aparición de la enfermedad y, entonces, no sería posible distinguir claramente el efecto del desempleo.

Alteración del sistema nervioso

En ese sentido, asegura: “las razones por las cuales se considera que el desempleo causa un deterioro de la salud son bastante complejas; pero, en general, se podrían clasificar en cuatro grandes mecanismos interrelacionados: la movilidad social descendente, el impacto psicosocial, la adquisición de hábitos y conductas riesgosas y la limitación al acceso a los servicios de salud”.

La movilidad social descendente se presenta cuando el parado se ve obligado a estar en una condición desventajosa en la que se afecta no solo su estado anímico y su autoestima, sino que, además, lo lleva al aislamiento social y al cambio de hábitos. De hecho, estos sujetos se alimentan mal y son proclives a consumir alcohol o sustancias psicoactivas.

Dichos efectos se ven a mediano plazo, pues las dificultades aparecen a medida que pasa el tiempo y no se encuentran maneras de generar ingresos y, por lo tanto, las necesidades se vuelven abrumadoras. “Como resultado de esta situación, se desencadena toda una serie de consecuencias, que van desde síntomas psicológicos y somáticos hasta la morbilidad psiquiátrica preclínica (como la ansiedad, la depresión o la pérdida del autoestima; incluso puede llevar al suicidio)”, dice Fandiño.

Además, el estrés ejerce cambios en el sistema nervioso autónomo. Y este, según explica el experto, provee al individuo de herramientas que buscan la obtención de energía para anticipar una respuesta a situaciones de riesgo.

Aquí se incluye la liberación de ácidos grasos libres y glucosa en la sangre, así como el incremento de la frecuencia cardiaca y de la presión sanguínea. Dicha respuesta puede sostenerse de manera crónica cuando los mecanismos de excitación que la producen no se pueden resolver o se repiten constantemente, como sucede con el estrés de larga duración, inducido por el desempleo, que ocasiona daños en el sistema cardiovascular.

El análisis de la UN pone sobre la mesa la necesidad de que, dentro de las políticas para el empleo en Colombia, se incorporen factores de atención en salud, más si se tiene en cuenta el desalentador panorama laboral en el mundo y, en particular, en Colombia.

Y si, como lo revela el estudio, el desempleo afecta el corazón, entonces, tal como lo propone el investigador: “las políticas no deben estar solo orientadas a la generación de nuevos empleos; pues los esfuerzos en esta materia pueden resultar bien intencionados, pero muchas veces no consiguen su propósito, que es la reducción de las tasas de desocupación. Y sin esto, no se prevendrán sus secuelas”.