Delicado de Salud
Diciembre 21 de 2009
Estados Unidos, el
país más rico del planeta, el que posee la tecnología médica más avanzada, la
nación que debiera ser un modelo global en el campo del servicio de salud
pública, es, sin embargo, la única nación industrializada que no garantiza una
cobertura universal de salud a su población. De hecho, allí existen 47 millones
de ciudadanos sin seguro de salud y 25 millones con seguros insuficientes.
Pero,
por paradójico que parezca, a lo largo de la discusión de las reformas al
sistema de seguridad social en salud, en múltiples asambleas ciudadanas se han
escuchado voces iracundas de sectores medios que condenan todo intento de
ampliar la cobertura en salud si ello implica la creación de un seguro público.
Sin
duda es el tradicional apego a la empresa privada, al firme convencimiento de
que toda intervención del Estado en la economía resulta mal, más costosa y de
inferior calidad, frente a las mismas iniciativas cuando son manejadas por
particulares. Incluso, aunque la reforma propuesta está lejos de tener el
alcance de sistemas como el canadiense o el francés, muchos, y no
necesariamente pertenecientes a la oposición republicana, han motejado el
empeño del presidente Obama de “socialista”, con toda
la carga de desprestigio que la palabra tiene en Estados Unidos.
Pero
lo cierto es que, de manera similar a como sucedió en el mundo financiero, en
el caso de la salud pública la empresa privada fracasó y la Nación
norteamericana presenta un balance deplorable en lo que respecta a su sistema
de salud pública. Como lo manifestó el senador Harry Reid: “El sistema de salud pública en Estados Unidos está
enfermo, así de simple. La clase media ve subir sus cuentas cada año en la
misma medida en que recibe menos. Administrar la salud aquí cuesta cuatro veces
más que en los demás países con desarrollo similar”.
Al
igual que en el sistema financiero, el problema radica en el desmedido afán de
lucro de los directivos y accionistas de las empresas aseguradoras de salud.
Los seguros del ramo han subido tanto, que ya en las mesas de negociaciones
entre trabajadores y empresarios se le dedica más tiempo a este aspecto que a
las alzas salariales. Es claro que el estadounidense promedio no gana lo
suficiente para costearse un seguro de salud de amplia cobertura y más de la
mitad de las bancarrotas se han producido por las altas facturas en atención
médica y compra de medicamentos.
Se ha
llegado al absurdo de que en este riquísimo país, muchos prefieren viajar a
naciones menos desarrolladas para realizar sus tratamientos, pues les resulta
más económico, viaje y estadía incluido, que pagar un seguro de salud en su
país.
Por
ello el Gobierno estadounidense respira con algo de alivio al completar los 60
votos que necesita en el Senado para aprobar la reforma al sistema de salud,
con el que se pretende la cobertura universal en salud, abaratar los costos de
los servicios médicos y hospitalarios, y subsidiar a los menos pudientes. Y
aunque Colombia tiene otras características, no sobra recordar que la
contradicción entre utilidades y necesidades nacionales también tiene al borde
del colapso nuestro sistema.