Debemos repensar la educación

Por: ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ |

El debate estudiantil debe servir para mirar con seriedad el tema de la educación superior.

El punto más relevante del debate sobre el proyecto de reforma de la educación superior -no suficientemente analizado en sus bondades- es, sin duda, el resurgimiento del movimiento estudiantil y la aparición de jóvenes líderes políticamente estructurados.

Buen ejemplo de lo anotado es la entrevista de María Jimena Duzán en la más reciente Semana al dirigente Jairo Rivera, estudiante de ciencia política de la Universidad Nacional, de clase media colombiana, que, independientemente de que se acepten o no todos sus planteamientos, muestra un conocimiento de la realidad política y social del país que no veíamos hace muchos años en los movimientos juveniles.

Durante todo el proceso constituyente se dijo que se había agotado la democracia representativa y que por ello era necesario superarla y pasar a la democracia participativa.

Noble ideal en política. Sin embargo -y no por culpa de la Constitución-, lo que hemos visto en estos últimos años, por diversas razones, es un languidecer de los movimientos sociales de participación y la concentración cada vez mayor de una democracia puramente electoral y casi hereditaria.

En la década de los 70, en materia laboral, tuvimos la UTC, la CTC, la CSTC, como grandes expresiones del sindicalismo. Hoy en día, el número de trabajadores sindicalizados es mínimo, y los sindicatos no tienen la fuerza que alcanzaron en otras épocas.

En Francia, España y Estados Unidos, los partidos dependen mucho en sus posiciones políticas de lo que piensen los trabajadores.

Carlos Lleras Restrepo llevó por primera vez a la cartera laboral a Antonio Díaz García, conocido como el "ministro obrero". Andrés Pastrana designó como su último ministro de Trabajo (antes de que la suprimieran uribistas hoy arrepentidos) a otro líder de larga trayectoria sindical como es el actual vicepresidente, Angelino Garzón.

Los campesinos, asimismo, estuvieron políticamente organizados en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, impulsada también desde el gobierno por Lleras Restrepo.

De igual modo, han perdido fuerza las juntas de acción comunal, una buena forma de comunicación entre los ciudadanos y el Estado, sin mediación electoral, constitutivas de una vasta red social para enfrentar problemas comunitarios.

El movimiento estudiantil tuvo peso específico propio en la vida política nacional. La Federación Universitaria Nacional fue semillero de líderes (muchos de los cuales han tenido destacada participación en la vida pública) así no pocos de ellos hubiesen escogido el camino equivocado de las armas o terminaran asesinados. Hoy, la política, como antes de la Constitución de 1991, se limita a lo puramente electoral, y en casos como el de mi Partido Liberal se presenta un preocupante proceso que puede llamarse de "parlamentarización", del cual se quedan por fuera otras vertientes del pensamiento político y social.

Los llamados mecanismos de participación (cabildo abierto, referendo, iniciativa popular, revocatoria del mandato) en realidad no han sido puntualmente utilizados por la población.

El debate estudiantil que enhorabuena surge ahora debe servir no solo para mirar con seriedad el tema de la educación superior, sino todo lo concerniente al sistema de educación en general.

¿Hasta dónde debe ir la gratuidad? ¿Qué calidad de la educación se requiere, sobre todo a nivel universitario? ¿Qué relación existe entre desempleo y formación universitaria? ¿Estamos formando los docentes e investigadores que el país necesita? ¿Se preocupa el Estado por poner coto a las llamadas universidades de garaje, auténtica doble estafa al estudiantado y al país? ¿Cómo combinamos formación técnica con humanismo?

Preguntas estas cuya respuesta no puede tardar.