Se agita el debate por la euthanasia
Cara a cara sobre el proyecto de ley que busca reglamentar esta
pr‡ctica.
Esta
semana, cuando el Congreso de la Repœblica aprob— en primer debate el proyecto
de ley que busca reglamentar la eutanasia y el suicidio asistido en Colombia,
la polŽmica en torno de este espinoso tema volvi— a encenderse. (Lea: Congreso
aprueba en primer debate reglamentaci—n de la eutanasia).
Con la
iniciativa, que en dos semanas afrontar‡ su segundo debate en la plenaria del
Senado, se busca dar cumplimiento a la Sentencia 239 de 1997 de la Corte
Constitucional, que despenaliz— el homicidio por piedad.
El
proyecto propone que todo adulto afectado por un mal
terminal y que estŽ padeciendo dolores intensos pueda acceder voluntariamente
al procedimiento, con el apoyo de un mŽdico.
Aqu’, dos miradas opuestas del polŽmico tema.
Dignidad
'Resolver sobre la vida
propia es un derecho'
Juan
Mendoza,Fundaci—n pro Derecho a Morir Dignamente
Es muy
importante, en aras de la discusi—n, limitar el
concepto de eutanasia a lo que realmente es. La eutanasia es hacer o dejar de
hacer algo, con la intenci—n de cortar la vida de una persona que as’ lo ha
pedido, porque est‡ sufriendo de manera intolerable y no hay otra manera real
de aliviarlo.
Suspenderle
a un enfermo los tratamientos que ya no le sirven sin
intenci—n de cortar su vida no es eutanasia. La Corte Constitucional, en una
sentencia de 1997, reconoci— que toda persona tiene derecho a resolver sobre su
vida, hasta el œltimo instante de ella, que es la muerte.
Si est‡ sufriendo y no quiere seguirlo haciendo, puede pedir, de manera
aut—noma, acabar con esa condici—n. Eso no quiere decir
que otra persona estŽ tomando decisiones sobre su vida. Por lo tanto, no
se puede hablar, en este sentido, de que se autoriza a
un tercero para darle muerte.
El
l’mite de la religi—n
En este caso, el asunto se limita a si la persona tiene derecho
o no a resolver sobre su vida hasta el œltimo momento, que es la muerte. Y
entonces cualquier objeci—n que se haga, desde el punto de vista puramente
legal, le estar’a negando a la persona la propiedad sobre su vida, que es un
derecho fundamental. Son respetables los argumentos religiosos, pero hay que
tener en cuenta que solo son aplicables a quienes tienen en su vida esas
creencias; extenderlos por la fuerza a todo el mundo es una violaci—n de la
autonom’a, que tambiŽn es un derecho fundamental.
Hay que
aclarar que la eutanasia, as’ sea legal, jam‡s ser‡ obligatoria, y que en este caso los mŽdicos, como ejecutores de esa medida,
tendr‡n la oportunidad l’cita de hacer objeci—n de conciencia, y eso debe
respet‡rseles tambiŽn. Ningœn mŽdico est‡ obligado a
actuar como intermediario ni a dar la eutanasia, aunque la ley lo autorice. Obligar a los mŽdicos tambiŽn ser’a ilegal e ir’a contra la Žtica.
En
cuanto al proyecto que busca reglamentar la eutanasia, considero que mezclarle
elementos pol’ticos y religiosos a este asunto es un error y puede llegar a ser
una injusticia, bien por exceso o bien por defecto. La eutanasia es un componente que forma parte de la muerte digna, pero no se
limita jam‡s a la muerte digna.
Que
quede claro, adem‡s, que este derecho a decidir sobre
el final de la vida se relaciona con otro derecho: recibir, hasta el œltimo
momento, todas las herramientas de cuidados paliativos dirigidas a atenuar el
sufrimiento y el dolor. El prop—sito debe ser que estos
factores no se conviertan en determinantes que fuercen cualquier decisi—n.
*
MŽdico, neurocirujano, expresidente de la Academia Nacional de Medicina y
actual presidente de la junta directiva de la Fundaci—n pro Derecho a Morir
Dignamente.
Debate moral
'MŽdicos est‡n para
curar, no para matar'
Jorge
Merch‡n Price, fundador del movimiento MŽdicos Azules
Si se
tiene en cuenta que la eutanasia no es un acto mŽdico,
el Congreso -al igual que la Corte Constitucional- se extralimitar’a en sus
funciones si impusiera a los mŽdicos esa obligaci—n.
Segœn la Corte, el mŽdico es el llamado a practicar la eutanasia porque
"es el œnico capaz de suministrarle (al paciente) la informaci—n y de
brindarle las condiciones para morir dignamente". No veo quŽ tiene que ver lo uno con lo
otro.
El
mŽdico puede explicarle su condici—n terminal, pero eso no lo convierte en la
persona id—nea para quitarle la vida. No se necesita ser mŽdico para eso, ni para apagar un ventilador mec‡nico (oprimir un simple
bot—n), ni para aplicar una inyecci—n letal. Cualquiera puede
hacerlo.
Los
mŽdicos existimos para defender el valor de la vida y restablecer la salud de
nuestros pacientes; no tratamos personas porque ellas
tengan el derecho a la vida o no; las tratamos porque est‡n vivas.
Poner
al mŽdico a matar a sus pacientes es lo mismo que poner a los polic’as a robar
a los ricos para alimentar a los ni–os pobres. Aunque la causa parezca noble,
la verdad es que los polic’as no roban y los mŽdicos no matan, aunque sus
pacientes lo pidan.
No hay
argumentos Žticos mŽdicos leg’timos que permitan al mŽdico matar. Pretender eso
es pretender legitimar moralmente (haciendo uso indebido del aura moral de
rectitud inherente al mŽdico) un acto antinatural y
contrario a la misi—n vocacional del mŽdico.
SŽ por
experiencia que los pacientes no quieren morirse realmente, sino que se les
preste atenci—n, aunque solo sea para matarlos. Su soledad
no es una enfermedad terminal. Si el Estado quiere la eutanasia a cualquier
costo, entonces que tambiŽn a cualquier costo abra el espacio jur’dico para que
sea un verdugo de oficio quien lo haga, o que permita
a los familiares ejecutarla ante un notario. Son ellos, y no el mŽdico, quienes
deben responder ante la sociedad, ante su familia y ante sus conciencias.
De esto œltimo deber’a tomar nota el magistrado Jaime Arrubla,
expresidente de la Corte Suprema de Justicia. Lo acompa–o en su dolor por la penosa e
infortunada enfermedad de su se–ora esposa, recientemente fallecida, pero le
exijo tambiŽn, como mŽdico y en representaci—n de los mŽdicos decentes de
Colombia, que en su lucha jur’dica en favor de la eutanasia entienda
responsable y consecuentemente, como le corresponde, que quien desee la muerte
de su familiar enfermo terminal no exija que sea el mŽdico quien lo haga por
Žl.
(*)
Cirujano general de la Universidad Javeriana, conferencista y autor del libro
'ƒtica mŽdica, abusos y atropellos', fundador del movimiento MŽdicos Azules,
que busca reivindicar la pr‡ctica mŽdica en Colombia.
El proyecto
Un procedimiento para
morir
De ser
aprobado el proyecto de ley al que le faltan tres debates, la eutanasia podr’a
ser aplicada en el pa’s, pero solo para pacientes con enfermedades graves, sin
cura y que causen sufrimiento al paciente. Se establece la figura de petici—n
por instrucci—n previa, para lo cual se deber‡ firmar un
documento ante notario, con dos testigos, m’nimo 5 a–os antes. La instrucci—n
ser‡ evaluada por una junta mŽdica.
'Es urgente reglamentar'
Ponente
dice que es un mandato de la Corte
Armando Benedetti, senador del partido de 'la U' y ponente de la ley de la eutanasia, dice que la reglamentaci—n es un mandato de la Corte, y que se hace necesario reformar dos art’culos del C—digo Penal para dar seguridad jur’dica a los mŽdicos que la practiquen. "Actualmente la eutanasia se puede hacer como sea, yo lo que quiero es reglamentarla para que haya procedimientos claros y que las personas que quieran morir dignamente lo puedan hacer", dice. "Morir bien es un derecho y un deseo que tenemos todos", agrega. El paciente ser‡ el œnico que lo pueda determinar.