CALI Música urbana, teatro, acrobacia, mimos, toda una fiesta vivieron ayer
cerca de 300 jóvenes en un encuentro que era impensable hace apenas seis meses,
cuando eran parte de bandas rivales. Aludiendo a la sentencia de muerte que
imperaba por aquel entonces, relatan que a cualquiera que pasaba a territorio
contrario “le ‘daban piso’”.
Así, les dijeron adiós a ‘los Saavedra’, ‘los Paty’,
‘los Chopos’, ‘los Simpsons’, ‘el Antro’, y los
‘Rucios’, como se conoce a algunas de las bandas de las que hacían parte y con
las que ahora no quieren que se los relacione.
Todos ellos hacen parte del programa ‘Cali sin pandillas’, y con el masivo
evento artístico en el coliseo María Isabel Urrutia, del distrito de Aguablanca, sellaron su compromiso de dejar atrás su
vinculación con esos grupos violentos.
“Desde diciembre empezaron los contactos. Había desconfianza, pero ahora
estamos entusiasmados. Esperamos todo el apoyo de la comunidad y de la ciudad”,
dice Diego Alberto Corrales, uno de los jóvenes.
El retorno a las familias Jéfferson, otro de
ellos, cuenta que antes su día empezaba a las 4:00 p.m.
cuando salían a ‘sacoliar’
(inhalar pegante), ‘meter’ marihuana o ‘periquiar’.
Hoy madrugan a capacitarse o a sus ensayos artísticos.
Carmen Patricia Villarreal, coordinadora del
proyecto, dice que a través de juntas comunales y la misma Policía se
identificó a 21 pandillas y a sus líderes, con lo que se inició el programa.
Se estima que en Cali son al menos 95 las pandillas identificadas y con
zonas definidas de operación, además de ‘parches’ y ‘combos’. Unas 23 pandillas
-compuestas por alrededor de mil jóvenes- aceptaron dejar las armas, la
violencia y las drogas.
Durante seis meses, participaron en grupos de música, teatro, mimos y
talleres de carpintería, cerrajería, preparación de alimentos y productos de
aseo, para proyectos de emprendimiento. Cada proyecto recibirá un apoyo de unos
3,5 millones de pesos.
Además de su integración familiar y del reencuentro con sus comunidades, se
busca frenar los altos índices de homicidios y delitos.
En lo corrido del año al menos un centenar de pandilleros han sido
asesinados en las calles de la capital vallecaucana, lo que representa un 11
por ciento del total de crímenes ocurridos este año en la ciudad, en tanto que
reportes de
En el barrio Antonio Nariño, el ‘puente’ con los muchachos es José Alexánder Díaz. Hoy, es un adulto, pero reconoce sus
andanzas de muchacho. Destaca el entusiasmo y toda la voluntad que ellos están
poniendo en este esfuerzo.
En Potrero Grande, una urbanización que alberga a reubicados de caños, las
laderas y otras zonas de riesgo como esquinas, parques y calles, que antes
pocos cruzaban por el miedo ante la presencia de pandillas, son ahora puntos de
encuentro y ensayos de música urbana.
Los vecinos les prestan sus casas para preparar papas o rebanadas de
plátano, que ahora venden en las tiendas.
‘Me paro en la raya’ El camino de reencuentro no está exento de riesgos. Los
coordinadores del programa reconocen que seis jóvenes han sido asesinados,
otros se han desvinculado y no faltan las amenazas y las presiones de los
expendedores de drogas.
También resaltan que la mujer juega un papel fundamental en la vida de estos
jóvenes: muchas los incitan a participar en los hechos violentos o ellos lo
hacen para ganar su respeto y admiración. También ellas los impulsan a dejar
esa vida e iniciar su reintegración familiar.
El programa diseñó el eslogan ‘Me paro en la raya’, una frase común entre
los pandilleros para demostrar que no sienten temor ante el riesgo. Ahora, es
una invitación a plantarse firme por las cosas que aman.
Con ese propósito se repartieron 30.000 volantes, 10.000 afiches y se
hicieron seis vallas de 1,5 por
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