Si existe un monumento a la desidia, improvisación y desaciertos de la clase
política de Cali en las dos últimas décadas, es el Basuro
de Navarro, ese cáncer nauseabundo y fétido que se gestó desde 1967 en las
goteras de la ciudad, que no sólo contaminó al agua que bebemos los caleños
sino que fue caldo de cultivo de otro monstruo: el nacimiento de niños cíclopes
y bebes-sirena, gestados por mujeres que vivían en sus cambuches.
Ningún ente de control ha escarbado en ese miasma para señalar culpables.
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Acabo de leer ‘Ciudad Vaga’, la revista de la Escuela de Comunicación Social
de Univalle, dirigida por Kevin García, y quedé
estremecida con las denuncias sobre el Cali underground,
realizadas por un equipo de jóvenes estudiantes de esa Facultad, y entre las
que sobresale ‘El despertar de los cíclopes’, ganador del Premio Alfonso
Bonilla Aragón.
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Kevin y su Unidad Investigativa narran la “historia de una ciudad contada
desde sus desperdicios. Una generación que sortea los desechos de la generación
anterior. Basura y Agua. Vida y Muerte. Lucha y Esperanza”. Se refieren al
crecimiento del Cali con la llegada de desplazados por la violencia y del éxodo
de comunidades del Pacífico y norte del Cauca.
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Recuerdan que en 1967 sobre un antiguo cauce del río, en una zona de
humedal, dispusieron doce mil metros cuadrados para arrojar los desechos de la
ciudad. Lo llamaron el Basuro de Navarro: un gigante
colector de descomposición. “Poco a poco fue creciendo como un tumor incómodo y
oculto”.
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“Empezaron a llegar los ciudadanos descartados por la ciudad industrial. Los
más pobres entre los pobres encontraron en Navarro una manera de subsistir. Con
los desperdicios extendieron cambuches. No tenían que
pagar arriendo, ni servicios públicos. Tampoco transporte para ir al trabajo”.
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En 1995, la CVC ordenó el cierre definitivo de Navarro, en un plazo no mayor
de dos años. Emsirva no acató la orden, por el
contrario, tres años después entregó su administración al consorcio español
UTE, por 20 años. A partir de ahí, empieza la cadena de errores que culminó con
la promesa del expresidente Uribe de construir cien
mil viviendas cada año, y se escogieron los terrenos de Navarro para una ‘Ecociudad’.
“En esa misma época, los científicos de la CVC encontraron metales pesados
en el río. La exposición permanente podría generar daños en la salud. Los
efectos de la contaminación se manifestaron entre diciembre del 2004 y febrero
del 2005, cuando empezaron a nacer en el HUV, niños de Navarro, con
malformaciones: fetos-sirena, que carecían de genitales, los miembros
inferiores fusionados, y sin vejiga ni ano. También niños con ciclopía, malformación en que no se dividen los hemisferios
del cerebro y el organismo desarrolla un único ojo en la frente”.
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Es de destacar la lucha valiente del epidemiólogo de la Universidad del
Valle Fabián Méndez, que ha dado la pelea contra esos alcaldes y funcionarios,
ante el descalabro ambiental que ha sido el ‘Basuro’.
Se espera que el exalcalde Ospina
haya desistido, antes de irse, de la idea de construir ‘viviendas sociales’ en
esa montaña colosal, hoy cubierta de pasto, que esconde en su interior venenos
de mercurio y plomo que contaminan agua, peces y embriones humanos.
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Entretanto: Le informo a Germán Patiño, quien escribió un delicioso artículo
sobre el origen del pandebono, que en Surtipanes, en el barrio Alameda, lo hornean como en la
vieja hacienda del Bono: con maíz curado, cuajada y un tris
de almidón.