Editorial: ¿Cuánto vale la salud
de cada uno?
El
país no está en capacidad de saber, entre otras cosas, de qué se enferma y se
muere la gente.
Después del agrio debate de esta semana, generado por denuncias de supuestas
sobrefacturaciones de medicamentos del POS, solo quedó claro que ni un Nobel de economía estaría en capacidad de estimar cuánto le
cuesta al país la salud de cada colombiano.
Año tras año, en un proceso parecido al que se sigue con el ajuste del salario
mínimo,
Pese a los avances en el tema, 17 años después de creado el régimen, sigue
siendo muy difícil establecer ese cálculo exacto. ¿La razón? La información que
remiten la mayoría de las EPS -que es un insumo fundamental para lograr dicha
tarea- no es confiable. Para la muestra está el hecho de que solo 13 de las 24
EPS del régimen contributivo (es decir, las que cubren a afiliados que aportan
a la salud) y 4 de las 46 del régimen subsidiado (que afilian a los colombianos
sin capacidad de pago) entregan datos que pasan los siete filtros de validación
del Ministerio de
El reajuste de
Se encontró, por ejemplo, que, sin que las variables cambiaran, y de un año a
otro, el monto promedio de atención de cada colombiano aumentó alrededor del 18
por ciento, cuando el costo de vida solo creció el 2 por ciento. Más increíble
aún es el hecho de que ese incremento se produjo a expensas de medicamentos que
están contenidos en el plan de salud (POS). Esto prendió las alarmas y obligó
al ministerio a solicitarles a
Las EPS han dicho que, si han incurrido en errores al remitir su información,
lo han hecho en forma involuntaria. Aseguran que el sistema que debe analizar
en detalle los más de 300 millones de datos que ellas reportan al año es
confuso y engorroso. Los observadores críticos del sector tienen otra teoría:
que los errores buscaban, intencionalmente, demostrar un crecimiento del costo
de la atención en salud de los colombianos para presionar un reajuste más alto
del valor de
Como están las cosas, y el sistema, es imposible decir quién tiene la razón,
pues tamaño problema no es sino el resultado del caos en las bases de datos y
el desorden de información que históricamente arrastra el esquema desde su
creación, en 1993.
Gracias a este lío estructural -que no resolvió la última reforma de la salud-,
el país tampoco está en capacidad de saber con certeza, entre otras cosas, de
qué se enferma y se muere la gente. Sin esa claridad, es imposible establecer
las necesidades de los ciudadanos y, tampoco, actualizar el POS o tener mediana
idea de cuánto cuesta eso.
El tema tiene preocupados a los actores del sector, empezando por el actual
ministerio, que convirtió ese viejo mal en una de sus prioridades. Es lógico:
el problema en cuestión es uno de los responsables de la crisis profunda que
mantiene al sistema al borde del colapso.
Ojalá tanta preocupación de Gobierno, EPS, hospitales,
legisladores, médicos y entes territoriales se traduzca en acciones colectivas
concretas que, en primer lugar, beneficien a los pacientes y, de paso, por fin,
introduzcan un indispensable orden financiero en este ámbito.