Crece
el cáncer cutáneo y su inoportuna atención
Aug. 10 de 2013
Por: Lina Leal, Unimedios
El cáncer de piel en
Colombia pasó de 23 casos por cada cien mil habitantes en el año 2003 a 41
casos en el 2007. Si el aumento se mantiene progresivamente, durante el año
2013 llegaría a 69 casos y en el 2020, a 101. El deficiente sistema de salud
hace que pacientes que deben ser atendidos en máximo veinte días reciban
atención a los seis meses.
Don José* sale cada mañana a lidiar con
los cultivos y el ganado en su natal Sotaquirá
(Boyacá). Es un hombre tan trabajador como callado. Usa ruana, pero pocas veces
sombrero.
Según cuenta su esposa, doña María, una
mujer de 55 años de edad: “Uno en el campo desde joven aprende a trabajar. El
sol por allá pega muy duro y uno se quema con el viento. La verdad, él nunca se
cuidaba la piel”.
Y agrega que el hombre de vez en cuando
usaba sombrero, mas nunca crema, porque consideraba
que “eso era de mujeres”.
Un día, don José observó una
protuberancia en el borde de su nariz e inmediatamente procedió a espicharla.
Sin embargo, esta siguió creciendo, por lo cual, días después y por la
frecuente presión de doña María, decidió ir al centro de salud del pueblo.
Mes y medio después obtuvo la cita con
el médico general, que le formuló una crema y le pidió que volviera en otra
fecha. “No pudimos volver porque no teníamos la plata y no nos daban la cita.
Nos la programaron para dos meses después, pero tuvimos que gastar un montón en
cremas”, asegura la señora.
Cuando el médico valoró a don José y
vio que la protuberancia ya cubría una de las fosas nasales, le dijo que debía
tratarse de algo grave y que era necesario solicitar una cita con un
especialista. Pero encontrar un dermatólogo en Sotaquirá
era realmente difícil.
La esposa recuerda: “Tuvimos que buscar
la remisión para un centro de especialistas en Tunja. Pero no nos sirvió la
orden del médico de Sotaquirá, y nos tocó hacer tres
viajes para que nos dieran la autorización“.
Después de seis meses obtuvo la cita
con el especialista, pero no lo atendieron porque se le presentó un
inconveniente. La cita quedó reprogramada para veinte días después.
Cuando lograron la consulta, el
dermatólogo le diagnosticó cáncer de piel no melanoma. Doña María rememora: “Él
regañó a José por no cuidarse del sol y por demorarse mucho en venir. Le
preguntó si se aplicaba protector solar”.
Don José replicó: “nosotros qué nos
vamos a poner esas cosas, si a duras penas el sombrero; eso vale mucha plata y,
además, uno en el campo no sabe de eso”.
Las aristas del problema
Casos como el de este hombre de 66 años
son cada vez más frecuentes en Colombia, un país en el cual se pensaba que el
cáncer de piel era casi inexistente porque es más común en la tez blanca.
Según precisa el doctor Guillermo
Sánchez Vanegas, del Departamento de Salud Pública de la UN, hay dos grandes
variantes: melanoma y no melanoma.
El primero resulta raro en la población
colombiana, pero es muy agresivo y tiene un alto potencial de causar metástasis
y dañar otros órganos. El segundo es menos letal porque posee un poder de
destrucción local y se produce en las partes del cuerpo más expuestas al sol.
Un informe del Centro Dermatológico
Federico Lleras Acosta indica que la tasa estimada de cáncer de piel en
Colombia pasó de 23 casos por cada 100.000 habitantes, en el año 2003, a 41
casos, en el 2007. Si el aumento se mantiene progresivamente, en el año 2013
ascendería a 69 casos y en el 2020, a 101.
Además, el más reciente Anuario del
Instituto Nacional de Cancerología especifica que, durante el año 2010, el 20%
de los casos atendidos correspondió a esta patología (es decir, 1.273 de un total
de 6.313) –mientras que en el año 2008 equivalió al 16%–. Esto evidencia que se
trata de una enfermedad de creciente incidencia en el país.
Atención demorada
El doctor Sánchez se interesó en dicho
problema durante su tesis doctoral en Salud Pública en la UN. De un lado, quiso
establecer por qué está aumentando. De otro, cómo atraviesan el proceso de
detección y tratamiento los pacientes que lo padecen.
Para eso, durante cinco años –y bajo la
dirección de los doctores Fernando de la Hoz y César Abadía–
adelantó un estudio de epidemiología tradicional y antropología médica crítica
basado en los casos y controles de ochocientos pacientes.
Asimismo, estableció grupos focales,
hizo entrevistas en profundidad y acompañó a tres personas que tuvieron que
hacer fila desde la madrugada en los hospitales de la capital para obtener
atención médica, así como a otras que entablaron tutelas contra sus EPS.
El estudio evidencia que, en principio,
Colombia presenta una mezcla de factores que pueden agravar o atenuar el riesgo
real de exponerse a los rayos ultravioleta y, específicamente, de desarrollar
el cáncer; pues es un país localizado sobre la línea ecuatorial, con una alta
concentración poblacional sobre la región andina y en alturas que superan los
2.400 metros sobre el nivel del mar.
En ese sentido, vivir en zonas rurales
aumenta el riesgo de adquirir la enfermedad porque la protección contra los rayos
ultravioleta es menor que en ámbitos urbanos.
“En el campo, la persona está expuesta
al sol casi todo el tiempo. Además, hay desconocimiento de la prevención, falta
de recursos o machismo”, sostiene el profesor Sánchez.
Igualmente –pese a que se puede tratar
mediante detección temprana y un procedimiento quirúrgico sencillo–,
los trámites y burocracia que caracterizan al actual sistema de salud son
barreras que se interponen en el tratamiento.
De hecho, los diagnósticos oportunos
son apenas el 32,5% del total y resultan más probables en personas que cuentan
con un nivel de escolaridad igual o superior a formación técnica, poseen
vivienda propia, viven en el medio urbano y están afiliados al régimen
contributivo. De 369 pacientes, 17 requirieron interponer algún tipo de recurso
legal.
Un paciente –como don José– que debería ser tratado en quince o veinte días
recibe atención en aproximadamente seis meses o más, lo que agrava el
padecimiento.
Este hombre, después de un proceso de
casi año y medio –que incluye biopsias, patologías, juntas y cirujanos–, tiene la mucosa comprometida y ha perdido parte
de la anatomía del ala nasal.
Su dilema: reunir dinero para operarse
en Bogotá o ser remitido de nuevo a su EPS para que le cubra todos los gastos.
El doctor Fernando de la Hoz, director
del trabajo doctoral, resalta que la investigación “se concentra en los efectos
de la organización de los servicios de salud sobre el bienestar de personas de
carne y hueso, que son las verdaderas víctimas del sistema”.
No obstante, el doctor Sánchez añade
que, si bien es necesario que los pacientes con este tipo de cáncer sean
diagnosticados y tratados oportunamente (para evitar secuelas a largo plazo),
las barreras trascienden el sistema de salud: los problemas son el resultado de
un enfoque político, social y económico cuya solución no se limita a la tan
mencionada reforma.
*Este relato de vida fue encontrado por
el doctor Guillermo Sánchez.
Edición: