El costo de la salud
Febrero 10 de 2010
Como en la
Creación, la Corte Constitucional dijo “¡Hágase la salud!”, y la salud fue
hecha. O por lo menos eso pensaron los augustos magistrados cuando en el 2008
profirieron su sentencia T760, en la que, entre otras cosas, ordenaron que la
cobertura de salud se les extendiera a todos los colombianos, lo cual es muy
deseable, y que se les diera igual servicio a quienes pagan que a quienes no
pagan, lo cual es generoso, pero un tanto exagerado.
Según
los entendidos, para cumplir este fallo es necesario incrementar el gasto en
salud en por lo menos dos o tres puntos del PIB, además de remediar las fugas
de recursos que se dan por ineficiencias, corrupción, o la infinita generosidad
con la plata ajena de algunos jueces. Dura tarea es reorganizar la economía para
arbitrar esos recursos, y lo lógico hubiera sido que se convocara a todos los
conocedores del tema para buscar la mejor solución posible. El Gobierno
prefirió hacerlo solo, y reciente emitió una colección de decretos que ha
despertado un rechazo muy generalizado.
Algunas
de las nuevas disposiciones son claramente equivocadas y deberán ser
corregidas. Es cierto que deben existir lineamientos científicos, pero la total
violación de la autonomía médica es absurda y, de hecho, no fue aceptada por el
cuerpo médico. Como es fuera de toda lógica que un gobierno pretenda que sus
ciudadanos, cualquiera sea su estrato, usen sus ahorros pensionales
para sufragar sus gastos de salud, torpeza equivalente a decirles que deben
usar esos ahorros para no morirse de enfermos y poder llegar a la vejez a
morirse de hambre. Y con seguridad el bloqueo casi total al reembolso de los
servicios no POS generará una lluvia de tutelas como no la había visto el
sistema de salud en su peor momento.
Por
el otro lado, una buena parte de lo decretado es razonable y era necesario. Por
ejemplo, como cada vez es menor el porcentaje de los afilados al régimen
contributivo, es lógico que se incrementen impuestos como los del alcohol y el
tabaco, substancias cuyo consumo contribuye seriamente a elevar el gasto en
salud. Y es de esperarse que se obtengan mayores eficiencias en la operación
que deberán contribuir a incrementar los recursos disponibles.
Falta
mejorar, eso sí, el manejo que se le dio al elevado costo de algunos insumos.
El precio promedio de los medicamentos en Colombia es uno de los más bajos de
América Latina porque tiene una industria nacional fuerte, altamente
competitiva. Sin embargo, ella no participa en el selecto grupo de medicamentos
no POS. En sólo 39 de ellos, vendidos por las multinacionales a precios con
frecuencia muy superiores a los que tienen en otros países, se gastaron más de
$750.000 millones en 2009.
Aunque
el Gobierno ha anunciado el deseo de ejercer algún control sobre los precios de
estos medicamentos vendidos en condiciones monopólicas,
lo lógico es también emitir normas que desvirtúen esos monopolios y permitan la
competencia. Dentro de lo dispuesto por la Organización Mundial de Comercio,
Colombia debe establecer patentes obligatorias y permitir las importaciones
paralelas, como lo han hecho con gran éxito países como Brasil y Sudáfrica. Se
estima que con este esquema Brasil, nada más en sida, rebajó su gasto en unos US$700 millones al año y el número de personas infectadas a
la mitad. Llegó la hora de que Colombia emita las normas correspondientes.