“Soy un convencido de la bondad de la educación pública en Colombia”

Por: Luis Carlos Sarmiento Angulo, Ingeniero Civil, Egresado Universidad Nacional de Colombia

La disciplina en el trabajo, el rigor científico en la investigación, la profundidad del conocimiento y la ética en el desarrollo de todas las actividades son la base del éxito de los ingenieros de la Universidad Nacional de Colombia, dijo Luis Carlos Sarmiento, egresado de la alma máter, durante la celebración de los 150 años de la Facultad de Ingeniería de la UN. Este es un aparte de su discurso.

No hay duda de que la labor de la Universidad Nacional ha sido y es base fundamental para el desarrollo de Colombia. En la era moderna, hemos visto cómo los países que han tomado la determinación de progresar, para lograr mejores condiciones de vida para sus habitantes, como China, India, Malasia y, más cerca a nosotros, Chile y Brasil, lo primero que se proponen es que sus economías crezcan a tasas muy superiores a las de sus promedios históricos y a las de los países con similares grados de desarrollo. Resulta evidente que en todos estos casos, la clave para lograrlo ha sido la educación. Generan así pacíficas pero muy exitosas revoluciones internas, que se reflejan prontamente en la reducción de la pobreza y en el mejoramiento de su calidad de vida.

Frecuentemente surgen críticas contra los esfuerzos para lograr mejores índices de crecimiento, aduciendo que este solo no garantiza la redistribución del ingreso para disminuir la pobreza. Tal afirmación es apenas obvia, pero en presencia del crecimiento, será factible adoptar las medidas necesarias para una mejor distribución del ingreso; en cambio, si no se producen los ingresos necesarios, ni las más inteligentes regulaciones podrán mejorar su redistribución y la disminución de la pobreza. De modo que es claro que el solo crecimiento no garantiza la eliminación de las diferencias, pero que sí lo permitirá si se toman las medidas adecuadas. Por otra parte, la experiencia muestra que los países que no han logrado mejorar sus índices de crecimiento tampoco han logrado salir del subdesarrollo.

Se concluye, entonces, que únicamente en presencia de un alto nivel de crecimiento y de las políticas adecuadas se consigue salir de la pobreza, y que el nivel de educación de la población es el diferenciador fundamental entre los países desarrollados y los subdesarrollados. Muy estudiado a nivel internacional ha sido el tema de los llamados “retornos a la educación” (cuánto ingreso adicional se obtiene en valor presente neto gracias a la mayor educación). Se estima que dicho “retorno” está entre cuatro y cinco veces el valor de la inversión, en el caso de la educación universitaria.

Hoy en día, con sus cerca de 49.000 estudiantes matriculados en 435 programas de pregrado y posgrado, la UN es un referente para toda la comunidad. Queriendo avanzar aún mucho más que con su ya importante labor a nivel de pregrado, ofrece hoy 50 programas de doctorado y 135 de maestría en sus diferentes sedes del país. En el 2010, la Institución contaba con casi 3.000 docentes de planta, de los cuales una tercera parte había obtenido doctorado. Esto resulta en una relación de 16 alumnos por cada profesor, que al compararla con las mejores universidades públicas del mundo, dan cuenta del grado de excelencia en la educación que, desde hace muchos años, ofrece la Universidad Nacional: en las mejores universidades públicas de Estados Unidos, como la Universidad de California en Berkeley, o la Universidad de California en Los Ángeles y la Universidad de Virginia, la relación varía entre 15 y 17 alumnos por cada profesor.

Los 150 años de la Facultad de Ingeniería

Por paradójico que parezca, la Facultad de Ingeniería se fundó antes que la propia Universidad Nacional. Su antecedente es la Escuela Politécnica del Colegio Militar, que fue creada por el General Tomás Cipriano de Mosquera el 24 de agosto de 1861. Solo seis años después, el Congreso autorizó al poder ejecutivo, mediante la Ley 66 de 1867, para organizar una universidad en la capital de la República que llevaría el nombre de Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, e incorporó a la misma la Escuela Politécnica como base de la Escuela de Ingenieros. En ese momento, con la creación de la Universidad se cerró el Colegio Militar.

Dentro de la UN, la Facultad de Ingeniería es la más grande con más de 5.600 estudiantes de pregrado, 713 de posgrado y 272 profesores. De estos últimos, un 32% tiene formación en doctorado y un 48% en maestría, indicador que demuestra que el cuerpo de docentes de la facultad es el de más alta calificación cuando se compara con cualquier otra facultad de Ingeniería en Colombia.

Lo que en la actualidad es la facultad es el resultado de la labor de estos 150 años. De ella se han graduado cerca de 20.000 ingenieros, destacados por su extraordinario desempeño en los escenarios nacional e internacional, entre otras cosas por su altísima producción en cuanto a investigación: solamente en el último año, los 47 grupos de investigación que existen en la facultad gestionaron 106 proyectos.

La importancia de los ingenieros en la vida nacional es evidente. Varios presidentes de la República han tenido esta formación; son innumerables los ingenieros que han sido directivos de las empresas más importantes del país, ministros de obras públicas y de otras carteras, así como distinguidísimos académicos.

Aportes de la ingeniería al país

Los que tomamos la decisión de ingresar a la Facultad de Ingeniería hemos tenido una serie de oportunidades asombrosas. Nadie podría haber previsto el impacto que la tecnología ha tenido en las empresas y en la vida cotidiana durante este periodo. Es notorio, y de permanente comprobación, que la ingeniería aparece como elemento imprescindible en otras actividades para las cuales, en el pasado, ni siquiera se hubiera pensado que pudiera tener aplicación. Es lo que ocurre en campos como la medicina, a la que la ingeniería biomédica se encarga de transferirle los principios y técnicas de la ingeniería, y ni hablar de su insustituible presencia en toda la tecnología moderna de las comunicaciones y de la informática. Igual, su participación en todos los campos de la administración de empresas y de la presentación sistematizada de datos.

Al respecto, es posible mencionar un ejemplo: uno de los grandes problemas de la actualidad colombiana, posiblemente el mayor de todos, es el de las fallas en la aplicación de la justicia. Tenemos allí un grave problema de análisis, de organización industrial, de presentación oportuna y confiable de la información, de sistematización de los procesos, de obtener conclusiones que permitan optimizar toda esta problemática. En resumen, me atrevería a decir un caso clarísimo para aplicar los más modernos avances de la tecnología, en que los ingenieros son los más expertos de los profesionales que la manejan. Creo poder decir, sin temor a equivocarme, que en este aspecto particular de la aplicación de la justicia se necesitan mucho más ingenieros que abogados.

Así como en las instituciones educativas se necesita un grupo de “no-educadores” para que ponga los procedimientos en orden, y en los hospitales se requiere un grupo de “no-médicos” para la misma labor, en la justicia colombiana se requiere un grupo de “no-abogados”, liderado por los mejores ingenieros, para que determinen las causas de la ineficiencia e ineficacia de la justicia y propongan los mejores procesos, sistemas tecnológicos y de información, y los mejores sistemas de control y gestión para implantar una verdadera “revolución en la justicia”.

Las bases para el éxito

Debo decir, sin reservas de ninguna clase, que soy un convencido de la bondad de la educación pública en Colombia. Mis estudios de bachillerato los realicé en el Colegio Nacional de San Bartolomé, donde obtuve mi grado en 1948, y a los 15 años inicié mi carrera en la Facultad de Ingeniería de esta universidad, de donde me gradué con honores a los 21 años.

Recuerdo con nostalgia el último año, cuando ya estaba al borde de terminar esa imborrable etapa, e internamente vivía, día a día, el temor y la preocupación de tratar de adivinar cuál sería mi destino. En esa época solamente se ofrecía la carrera de Ingeniería Civil, con una duración de seis años. No se había iniciado en Colombia la era de las especializaciones que existen en la actualidad, como una constante universal.

Además de la inmejorable instrucción de las cátedras propias de la carrera, recibimos una muy interesante formación en diferentes ámbitos que han sido de mucha utilidad en mi vida. En particular, las cátedras de organización de empresas, economía y contabilidad complementaron de manera importante mi preparación, y fueron las bases que me permitieron ampliar el trabajo propio del ingeniero y fundar toda clase de empresas, primero de construcción y de obras civiles, y luego de otras ramas, principalmente en el sector financiero, pero también en compañías industriales.

En la Universidad Nacional de Colombia recibí mucho más que un cúmulo de conocimientos. En mis reflexiones he identificado una serie de intangibles que considero el fundamento para el éxito profesional de los egresados de la Facultad de Ingeniería: la disciplina en el trabajo, el rigor científico en la investigación, la profundidad del conocimiento y, finalmente, el más importante de todos, la ética en el desarrollo de todas las actividades.

Aportes a la educación superior

Formé parte del grupo de fundadores y benefactores de la Escuela Colombiana de Ingeniería, que se organizó justamente con respetados y muy competentes profesores, en su mayoría ingenieros que habían sido parte del cuerpo docente de la UN. Adicionalmente, desde hace cerca de quince años presido el consejo directivo de Colfuturo, entidad constituida con aportes mayoritarios de los empresarios del sector privado, entre los cuales también participé, y dedico una parte significativa de mi actividad personal para lograr el propósito de esta institución, que consiste en enviar profesionales colombianos a las mejores universidades del mundo y financiarlos con un crédito beca, para adquirir los conocimientos más avanzados, en todas las ramas de la ciencia, en programas de maestría y doctorado.

Hasta hace poco, las limitaciones económicas solamente permitían a Colfuturo enviar un promedio de 140 profesionales al año a estudiar al exterior, pero desde hace ya dos años, gracias a la comprensión y a la decisión política del gobierno anterior, hemos podido otorgar créditos-beca a más de 1.000 estudiantes por año y actualmente estamos empeñados en un nuevo programa, con el respaldo y el apoyo del gobierno del Presidente Juan Manuel Santos, para incrementar gradualmente el número de becarios hasta llegar a los 2.000 anuales a partir del 2014. Valga la pena destacar que, por la excelente calidad de su preparación académica y porque en general los estudiantes de la Universidad Nacional pertenecen a la población de menos recursos económicos, deberían ser justamente los graduados de esta Institución los que mayoritariamente utilizaran los recursos y oportunidades que ofrece Colfuturo.

Con mucho orgullo

En este mismo sentido, de compromiso con la educación, en el 2008 entregué a la Universidad Nacional de Colombia, a título de donación, el Edificio de Ciencia y Tecnología de la Facultad de Ingeniería, en el cual, en cerca de 9.000 metros cuadrados de construcción, se reúnen las bibliotecas de ingeniería de todas las especialidades, se encuentra el auditorio y se dispone de aulas para clase. Me causa una profunda satisfacción saber que hoy ese ejemplo lo están siguiendo un grupo de prestantes ingenieros egresados de la UN, quienes asumieron el compromiso de restaurar y actualizar el edificio insignia de la facultad, conocido cariñosamente por la comunidad académica como “ingeniería viejo”, que ha sido declarado por el Ministerio de Cultura como “bien de interés cultural del orden nacional”.

A los graduandos y a nosotros los egresados nos enorgullece nuestra alma máter. Los años que pasamos fueron muy exigentes, pero llenos de desafíos intelectuales, que nos formaron profundamente y nos han permitido trabajar en el desarrollo de nuestra patria.



Edición:

UN Periodico Impreso No. 148