Conozca los mejores consejos para
controlar los ataques de ira
Esté
atento a las señales que indican que está a punto de sufrir un ataque de mal
genio.
Muchas
personas sufren a causa de los desplantes, las palabras hirientes y los
comportamientos hostiles de aquellos a los que les resulta más fácil discutir
que dialogar.
Pero se ignora que quienes hacen gala sistemáticamente de un mal carácter,
también sufren debido a esa conducta.
"Recurrir al mal humor para controlar, manipular e intimidar a otras
personas suele ser un arma de doble filo, porque el mal humor de estas personas
realimenta su insatisfacción vital", señala la asesora y experta en
relaciones humanas Viviana Goren.
"Los malgeniados crónicos se sienten incomprendidos, porque quienes los
rodean terminan por apartarse de ellos y les demuestran su rechazo. Por otra
parte, no saben salir del atolladero en que se encuentran, lo cual, a su vez,
realimenta su conducta hostil y reactiva con los demás, y los aísla socialmente
cada vez más", señala la experta.
Claves para no estallar
"Para controlar los ataques de furia lo primero es mantenernos alerta ante
los síntomas que tienden a desencadenar la reacción impulsiva, como hablar más
rápido y alto, para erradicar de raíz lo que nos puede llevar a un estallido
del mal genio", señala.
"Por otra parte, familiares, amigos y conocidos saben bien cuáles son los
interruptores o botones que encienden el mal genio (ciertas actitudes,
palabras, amenazas o comportamientos ajenos), pero el circuito psicológico y
emocional es nuestro y también es nuestra responsabilidad controlarlo y
desconectarlo", advierte la experta.
Vivian Goren propone dos sencillas tácticas para
atajar el mal genio: "La clásica recomendación de pararse en seco y contar
hasta diez, cuando se está a punto de estallar, es eficaz porque consigue
aplacar la acción de la adrenalina en el organismo. Para relajarse después,
conviene inspirar y soltar el aire con lentitud, para sosegar el estrés".
Según la experta, siempre hay que procurar mantener la calma, porque una vez
encendida la mecha de la reacción impulsiva y airada, es difícil apagarla:
"En las situaciones de supuesta amenaza hacia nosotros, el dar al otro una
contestación serena y pacífica equivale a echar un
jarro de agua fría al agua caliente: baja la temperatura".
Para aplacar los nervios, también puede ser útil contestar a los demás de forma
controlada, evitando responder sintiéndose herido, ya que ello sólo
"consigue ponernos a la defensiva y crear una situación aún más
tóxica".
Si
está a punto de perder el control, tenga en cuenta...
Aléjese
por un rato del lugar o del foco que le genera tensión.
Haga afirmaciones sencillas y realizables cuando se sienta tenso, como 'puedo
controlar esto' y 'soy capaz de calmarme'. Éstas reducen los reflejos que
agitan la respiración; la mente se aclara y sale a flote la parte que es capaz
de manejar la situación.
Ponga su mano en el estómago y procure llenarlo al inhalar, imagine que lo
desinfla al exhalar. Hágala por cinco minutos cuando sienta que va a explotar.
Como las presiones agitan el pulso y la respiración, este ejercicio obliga a
respirar lento y convence al cuerpo de que la tensión ha desaparecido, así no
sea verdad.
Abra la boca: la presión hace que las personas aprieten la mandíbula y hagan
crujir los dientes. Abrir la boca y mover la mandíbula no sólo relaja los
músculos de la cara, también los de la parte alta del cuello. Se sentirá más
tranquilo.
Efe