Polémica. Por: Álvaro Guzmán Barney.
Conflicto universitario
Octubre 21 de 2009
Es exagerado
argumentar que lo sucedido al rector de la Universidad Nacional, Moisés
Wasserman, fue un secuestro. Una multitud de personas, no encapuchadas pero
enardecidas, lo retuvo indebidamente durante cinco horas, lo amenazó y golpeó
el vehículo en el que se encontraba de manera indebida y delictiva. Es muy
grave y lamentable que esto haya sucedido en la Universidad Nacional, como
también son graves hechos similares que han venido ocurriendo en distintas
universidades públicas, entre ellas la del Valle.
Es
extraño que los hechos injustificables e inadmisibles sucedidos con el rector
hayan tenido una motivación inicial normal de los manifestantes por informarse
y reivindicar un presupuesto adecuado para la universidad. El mismo rector Wasserman ha liderado pronunciamientos públicos en favor de
un mejor presupuesto para su universidad, como también lo han hecho los otros
rectores del Sistema Universitario Estatal. Lo inquietante es que una
reivindicación legítima, por mejores condiciones presupuestales,
no se pueda tramitar de manera pacífica y se transforme en un hecho que atenta
contra las personas y sus derechos. Se pone en evidencia un rasgo indeseable de
nuestras instituciones públicas universitarias: temas y problemas que pueden
tratarse institucionalmente, con la participación de los distintos estamentos,
precisamente acogiéndose a la forma universitaria de debatir, son reiterativamente
desbordados por grupos minoritarios que apelan a formas extremas de acción,
incluso violentas, marcadas por la intolerancia. Estos grupos saben utilizar el
campus universitario como trinchera, negando la
autonomía universitaria de hecho, pero sirviéndose de ella para su actuación.
Su motivación de fondo no es académica: se revela en una retórica política
radical contra ‘el sistema’ y sus representantes, es decir, quienes están en
desacuerdo con sus métodos. A su retórica y a sus métodos supeditan toda la actividad
universitaria. Sus formas de manifestación incluyen bloqueos, ‘papas bomba’ en
los predios universitarios, amenazas, retención de personas, enfrentamientos
periódicos con la Fuerza Pública, fomento del miedo y zozobra entre la
comunidad universitaria, manifestaciones todas ellas que deterioran
notablemente la vida interna, la credibilidad de la universidad pública y su
impacto en la sociedad. Me parece importante que la opinión pública entienda
que son grupos minoritarios que viven y usufructúan de manera instrumental el
‘sistema universitario” al que tanto se oponen. Defienden intereses
particulares, contrarios a aquellos que colectivamente podemos atribuir a una
universidad pública con claras funciones sociales. Su poder, como minoría, está
en el uso de la fuerza que la mayoría impotente no puede contrarrestar. ¿Cuánto
le cuesta a las universidades públicas la acción de tales grupos minoritarios?
¿Qué presupuesto alcanza cuando se funciona de manera tan irregular? ¿A qué
intereses le trabajan estos grupos? Difícilmente se puede argumentar que están
del lado de aquellos que buscan educación de la mejor calidad para los sectores
más desfavorecidos de la sociedad.
Nota:
mientras escribo estas líneas me informan de enfrentamientos en la Universidad
de Valle, con un estudiante herido a bala que fue llevado a una clínica y que
afortunadamente está fuera de peligro. Es lamentable que esto haya sucedido. Es
perentoria una unidad de acción de todos los estamentos contra la violencia en
la universidad.