“El conflicto sólo causa el 8% de los
homicidios del país”
Abril 04 de 2010
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Luz Janeth Forero, directora de
Medicina Legal revela que problemas sociales como la intolerancia, los líos
económicos, atracos y las peleas pasionales causan el 90% de los asesinatos que
ocurren en Colombia.
Por Margarita
Vidal
Es joven, es
antioqueña, es inteligente, es linda, es apasionada, es ‘workholica’, es
exigente, es testaruda, es buena lectora, es soltera, es dueña de una
personalidad arrolladora, es estudiosa, es decidida y moderna.
Tiene
una voluntad a prueba de bala y la decisión irrevocable de dedicarle su vida a
una profesión que la enamora. Es la directora del Instituto Colombiano de
Medicina Legal, entidad que por primera vez en sus 114 años de existencia (es
una de las más antiguas del país) obedece órdenes de una mujer.
Medicina
Legal era tal vez el último bastión masculino que, junto con el legendario Bar del Jockey Club de Bogotá,
resistía el imparable turbión femenino que se tomó universidades y cargos en
las últimas décadas. Su nombramiento fue aplaudido por Tirios y Troyanos porque
fue en estricta meritocracia. Luz Janeth
Forero ha trabajado allí durante 16 años y conoce los
entresijos no sólo del instituto, sino de las disciplinas forenses, de los
diversos tipos de crímenes violentos en que son duchos los colombianos, de las
patologías, de las miles y miles de necropsias que coronan de vergüenza todas
las formas del delito en este país, que parece haber agotado sus lágrimas
frente a tanta crueldad, a tanta saña y dolor. Interesante resulta descubrir la
importancia de Medicina Legal, un ente que con sólo 1.800 funcionarios
especializados se enfrenta no sólo a la muerte (8%) sino a otras tareas
gigantescas que, por momentos, parecieran desbordar su ámbito, posibilidades y
presupuesto.
¿Qué
es la Medicina Forense? ¿Es usted un ‘Quincy’ con faldas?
La
Medicina Forense es una ciencia que abarca conocimiento, investigación,
capacidad de observación, de hacer inferencias y de plantear hipótesis frente a
evidencias o hallazgos en un cuerpo. Todo con el objeto de dar un dictamen
sobre cuándo y de qué manera murió esa persona.
¿Por
qué son tan escasos los médicos forenses?
Causa
sorpresa que uno elija esto. “¿Tú, excelente estudiante de medicina, dedicada a
los muertos?” me preguntaban hasta mis papás. La respuesta es que los misterios
de la vida sólo se pueden descifrar si se entiende la muerte.
¿Los
forenses hacen investigación adicional, aparte de los cuerpos?
Medicina
Legal hace más de treinta y tres mil necropsias al año por muertes violentas;
sería imposible tener un equipo de médicos que después de practicarlas, fueran
a la escena a buscar evidencias. Los médicos forenses nos entrenamos en
observar, describir y analizar las distintas lesiones que dejan en el cuerpo
los hechos violentos.
¿La
Medicina forense sólo se ocupa de los muertos?
No.
Esta ciencia tiene dos ramas: la patología forense que tiene la misión de
establecer la causa, la manera y los mecanismos de muerte. La otra se dedica a
la valoración de personas vivas, de lesionados por violencia intrafamiliar,
callejera o violencia común, violencia sexual y en general todo tipo de
violencia física.
¿Todo
caso que llega a Medicina Legal es producto de la violencia?
Sí,
porque la investigación médico-legal en Colombia, por ley, se aplica a las
muertes violentas, por homicidios, suicidios, accidentes o eventos de tránsito,
otro tipo de muertes accidentales, y una categoría que llamamos ‘muerte
violenta indeterminada’: sabemos que fue violenta por la evidencia en el cuerpo
de la víctima, pero no sabemos si ocurrió porque la asesinaron, porque cometió
suicidio, o se mató accidentalmente.
¿Qué
porcentaje de ‘muertes naturales’ se judicializan y
por qué?
Aproximadamente
un 8%, porque no hubo un profesional de la salud que certificara esa muerte, o
porque hay algo que permite dudar de que se trata de muerte natural.
¿La
tasa colombiana de homicidios sigue siendo la más alta en América Latina?
En la
década de los 90 nuestra tasa era de las más altas. Ni siquiera países en
conflicto abierto ostentaban tasas de homicidio como las nuestras. Hoy, la tasa
más alta de Suramérica es la de Venezuela.
¿Estamos
en un país en guerra, a pesar de quienes se niegan a admitirlo?
Me es
difícil categorizar eso, porque corresponde más al orden socio-político pero
desde luego nuestras cifras son alarmantes. La tasa de homicidio en el mundo
está alrededor de 8 por cada cien mil habitantes y en Colombia es de 36.
Hablamos de más de cuatro veces la tasa mundial. En América Latina, uno de los
continentes más violentos del mundo, sólo Chile tiene tasas relativamente
bajas, de un solo dígito.
¿Qué
tanto influye el conflicto en esa aterradora escalada de violencia?
Aquí
creemos que todas las muertes violentas se derivan de una situación de guerra,
pero nosotros hemos demostrado que sólo un 8 a 10% del homicidio en Colombia
proviene de acciones de guerra. Nos queda un 90% de otros tipos de muertes, por
intolerancia, por conflictos económicos, por atracos; o las muertes pasionales
por violencia de género o de pareja.
¿Hay
algo en la psiquis del colombiano que motive esa proliferación de conductas
violentas?
Más
que en la psiquis, yo diría que hay algo en nuestra cultura que no hemos podido
romper y ese algo es la legitimación de la violencia. Nuestra cultura permite
una violencia que está en la base de todo. Usted ve y oye comentarios como:
“sí, lo mataron, pero no sería por bueno”, “allí no hay bala perdida”, “por
algo sería”, y así sucesivamente. Mientras esa forma de justificación de la
violencia esté inmersa en nuestra cultura, no habrá forma de salir de ese
círculo.
¿Las
mujeres maltratadas que no denuncian, se encargan de perpetuar el abuso?
Claro
que sí, y muchas de las que denuncian también. Cuando yo atendía directamente
víctimas de violencia, me angustiaba ver llegar a mujeres totalmente
masacradas, golpeadas horriblemente de pies a cabeza, a base de puños y patadas
o con objetos contundentes. Después de contar una historia repetitiva de diez o
quince años, de haber sido evaluadas e informadas de sus derechos, de pedirles
que pelearan y que persistieran en las denuncias, regresaban arrepentidas y
pidiendo que no se les pusiera incapacidad médico-legal a sus lesiones, porque
los maridos irían a la cárcel y ellas los necesitaban para su sustento
económico.
¿Ignorancia,
miedo, masoquismo?
No se
trata de dependencia económica sino sicológica, adquirida después de tanto
tiempo de sumisión y de aceptación del maltrato, porque la legitimación de la
violencia hace que la veamos como un hecho natural.
¿Qué
incidencia ha tenido en el trabajo de Medicina Legal la aplicación del nuevo
Sistema Penal Acusatorio?
Le
impuso unas exigencias enormes a la institucionalidad y específicamente a
Medicina Legal, porque si nosotros somos el soporte técnico científico para la
administración de justicia, es decir, somos quienes aportamos las pruebas para
que la autoridad judicial tome decisiones en la investigación de los casos, el
sistema crece dejando muy pequeñito al Instituto. Medicina Legal en este
momento tiene 1.800 funcionarios. Cuando empezó el sistema acusatorio teníamos
mil trescientos cincuenta. Hoy la demanda es muy alta y no tenemos la capacidad
de respuesta adecuada, a pesar de que hacemos grandes esfuerzos y de que nuestros
funcionarios tienen un gran compromiso. En los últimos cinco años hemos
incorporado 450 funcionarios nuevos entre médicos, balísticos, sicólogos,
siquiatras, bacteriólogos, antropólogos. Sin embargo, todavía no estamos a la
altura de la demanda.
¿Qué
tan alta es la tasa de suicido en Colombia?
El
suicidio es una de las principales causas de muerte en el mundo y es un
problema grave de salud pública. Colombia tiene una tasa media de alrededor de
cinco por cien mil habitantes, mientras países como los de la antigua Unión
Soviética o los Países Bajos, tienen tasas de suicidio de 25 a 30 por cada cien
mil habitantes.
¿Hay
más incidencia en los jóvenes?
El
suicido es un problema grave de nuestra población joven, la mayoría hombres en
edad económicamente activa. Paradójicamente, el suicidio es prevenible. Se ha
descubierto que la mayoría de los suicidas dan signos de riesgo, hablan, dan
señales de alarma que su entorno social debe detectar.
A eso habría que sumarle campañas masivas de prevención, desarrollar programas
de salud mental, de uso del tiempo libre, de ayuda a construir proyectos de
vida y a generar lazos sociales.
Tiene
usted una publicación muy interesante sobre la relación entre suicidio, alcohol
y otras sustancias sicoactivas...
Una
característica de las personas que se suicidan es la depresión, muy común en
una “cultura alcohólica” como la nuestra. Eso hace que la gente ingiera licor o
consuma sustancias sicoactivas para desinhibirse, con
el resultado de que a la postre también producen depresión, o sea que se crea
un círculo vicioso. Por otra parte, este tipo de sustancias pueden darle valor
a la gente cuando toman la decisión de suicidarse. Al suicidio no se le puede
buscar un solo motivo porque es que es uno de los actos más multi-causales
que existen.
¿Qué
enseña el paso por Medicina Legal?
Que
la muerte es una realidad tan inminente que si los seres humanos lo
reconociéramos no viviríamos peleando por todo, generando conflictos y buscando
problemas donde no existen, sino que tendríamos una actitud mucho más proactiva frente a la vida. Tendríamos claro que cada día
hay que vivirlo al máximo y dando lo mejor de sí porque, finalmente, en la mesa
de necropsia todos somos iguales.
¿Cómo
hacer una pedagogía de la denuncia para que no queden impunes tantos delitos de
violencia y de abuso sexual en mujeres y niños?
Se ha
avanzado pero todavía hay mucho subregistro. Es vital
la educación en derechos desde los primeros años. Decirles a las personas que
son sujetos de derechos, que tienen que velar porque se le respeten y lograr
resarcimiento si se les vulneran. En cuanto a las cifras, es posible que el
aumento en el tema de violencia intra-familiar sea
objetivo, pero también puede deberse a la visibilización
que ha ido consiguiéndose a través de los programas que hay en el país. El
delito sexual es de los menos denunciados porque muchos ocurren al interior del
grupo familiar. Obviamente eso propicia disfuncionalidad
porque no puede ser funcional una familia que admite el abuso de sus niños.
Quiero enfatizar eso porque en los delitos sexuales, incluso a nivel mundial,
se llega a conocer sólo un 20 a un 30% de los que ocurren al interior de los
hogares.
¿Qué
explica el aumento de la criminalidad en las grandes ciudades?
En lo
últimos años ha faltado mucho el trabajo en seguridad ciudadana. Todos los
esfuerzos se han dirigido a una de las causas de la violencia que hay en el
país, mientras que otras formas han sido descuidadas. Por ejemplo, en Medellín
el año pasado fue dramático porque aumentaron en 110% los casos de homicidio,
frente a los del 2008. Algo similar ocurre en Buenaventura y en ciudades de la
Costa. Eso demostraría la reorganización de las bandas delictivas y que bajamos
la guardia en las ciudades.
¿Por
qué es tan alta la impunidad en este país?
Las
instituciones que participamos en investigación criminal tenemos que hacer
nuestro máximo esfuerzo para detectar todos los indicios que nos puedan ayudar
a la detección de un asesino y a establecer las causas de los hechos, porque es
de la única manera que podemos reducir la impunidad. Más todavía en un sistema
acusatorio como el actual, donde la prueba técnica es la prueba reina para la
solución de los casos.
¿Aparte
de las más de 33.000 necropsias al año qué otras funciones tiene Medicina
Legal?
Tenemos
más de 200.000 pacientes al año y realizamos más de 400.000 pruebas de
laboratorio, lo cual es muchísimo para una institución que escasamente cuenta
con 1.800 funcionarios, de los cuales el 30% son de carácter administrativo.
¿Qué
tan avanzados estamos desde el punto de vista tecnológico?
La
medicina forense colombiana es modelo para la región en cuanto a análisis,
pruebas de validación, tecnologías de análisis de evidencias. La nuestra es una
institución muy técnica con un componente científico y de investigación muy
fuerte y tecnología de punta. En genética contamos con tecnología robotizada
que nos permite procesar tres mil pruebas de filiación de paternidad a la vez.
Eso se complementa con el factor humano, o sea el analista que junta todos los
elementos del rompecabezas para dar un dictamen. Sólo el 5% de nuestra
actividad se relaciona con los muertos. El resto son los vivos, la
investigación científica, la docencia a través de la escuela de Medicina Legal,
la investigación social en violencia a través del Centro de Referencia Nacional
sobre Violencia, más el lobby interinstitucional para que las cifras se
entiendan y se tomen medidas de prevención.
A
los de Medicina Legal a veces los acusan de ser ‘deshumanizados’.
Eso
no corresponde a la realidad. Obviamente tenemos que generar ciertas
adaptaciones porque no podemos estar traumatizados y llorando con cada caso,
pero no quiere decir que no nos duela lo violencia de este país. Hacemos
esfuerzos gigantescos para tener una red de NN y desaparecidos para lo cual día
a día entrevistamos a profundidad a miles de personas que vienen a denunciar la
desaparición de un ser querido, para llegar a una caracterización, juntarla con
nuestra base de datos y buscar dónde encaja.
Son
tantas las fosas comunes a lo largo y ancho del país, que es un tema tratado
‘sotto voce”, porque las entidades de investigación
pertinentes no dan abasto y no hay presupuesto. ¿Pasarán muchos años antes de
que sepamos las cifras reales de los muertos que nos han dejado las últimas
etapas de violencia?
En
los casos de Justicia y Paz este Instituto tiene un papel protagónico. Creamos
una unidad sólo para esos casos, con médicos, antropólogos y laboratorios de
genética para descongestionar casos acumulados. En nuestro cronograma, de los
que habían llegado a Medicina Legal a mitad de Junio, ya hemos descongestionado
más de 500 casos. Acompañamos esto con una estrategia nueva de incorporación de
funcionarios en la que mandamos antropólogos a sitios clave del país, junto con
el forense médico para hacer la autopsia.
En el
caso de Justicia y Paz uno de los grandes logros está en haber logrado un
trabajo interinstitucional coordinado con la Fiscalía y con los otros entes de
Policía Judicial, para dar salida a la mayor cantidad posible de casos, porque
nos duele ver tanta madre esperando que le entreguemos la caja con los restos
de su hijo.
Muchos
analistas opinan que el proceso de Justicia y Paz es un fracaso...
No
estoy de acuerdo. Si la gente entendiera la complejidad que se presenta en la
identificación de un cuerpo en avanzado estado de descomposición o en esqueletización, podría medir el enorme esfuerzo humano que
hay detrás. Obviamente no podemos resolver los casos de la noche a la mañana
pero hay esfuerzos institucionales apostándole a eso y grandes avances.
¿Qué
sucede cuando son muy antiguos los restos y no hay mayores evidencias como
prendas que den pistas?
Tenemos
que ir a la prueba genética, que es de alta complejidad. La hacemos aquí y en
Justicia y Paz los tiempos de respuesta son entre 50 y 60 días, realmente
cortos para casos que han esperado muchos años. En casos de urgencia logramos
sacar pruebas genéticas en dos o tres días.
¿Es
cierto que los colombianos son irresponsables como padres y que hay que estar
sometiéndolos a pruebas de ADN?
En el
último año, en un convenio que tenemos como el ICBF, encargado del tema de la
filiación y de estos problemas de irresponsabilidad paterna, hicimos cerca de
9.000 dictámenes para identificar paternidad. Eso se traduce en el
procesamiento de alrededor de 25.000 muestras para poder hacer esos análisis.
Creo que esa cifra le responde con contundencia.
En
pocas palabras
"Si
lo que se está viendo de forma permanente es el maltrato y su justificación
como algo cotidiano, no puede esperarse que fluya un mejor comportamiento”.
"Una
sociedad enferma se refleja en seres que se suicidan porque no tienen
esperanza, ni proyectos de vida que los motiven a seguir adelante”.
"No
hay escenario en este país, que hable de violencia o de accidentalidad, donde
Medicina Legal no sea una invitada a debatir, proponer y asesorar”.
“Yo
pienso que si todos tuviéramos la oportunidad de entrar alguna vez en una
morgue, nos cambiaría la vida para bien”.