Con Las Defensas Bajas
Ya lo
habían advertido las autoridades mundiales y nacionales de salud: el virus de
la gripa AH1N1, que hace algo más de un año creó revuelo global, no era
pasajero. Se iba a quedar y la mayoría de los seres humanos iban a resultar infectados
con él.
Por
tratarse, en ese momento, de un agente desconocido de efectos impredecibles y
fácil transmisión, la alerta y la preocupación eran comprensibles. Los sistemas
de salud, el colombiano incluido, pusieron en marcha las medidas necesarias para
instruir a la población sobre la forma de disminuir el riesgo de contagio y
adquirir los antivirales y las vacunas necesarias para distribuir,
prioritariamente, entre los grupos de mayor riesgo. A medida que han pasado los
meses se ha hecho evidente que el AH1N1 no pasó de ser, para la mayoría de las
personas, una simple gripa e incluso ha llegado a decirse que causa menos
muertes que la influenza estacional.
A raíz de
eso,
Ambos
factores quizá han llevado a muchos a pensar no sólo que la alarma fue
exagerada, sino que no vale la pena seguir cuidándose de la gripa. Craso error.
Esta semana, la propia Secretaría de Salud de Bogotá alertó sobre el incremento
de nuevos casos de la enfermedad en la capital del país, así como de víctimas
mortales.
Si bien
el aumento puede atribuirse, en parte, a la temporada lluviosa, es indiscutible
que el repunte tuvo que ver con la incomprensible actitud relajada de los
ciudadanos frente a este mal. Vale preguntarse: ¿qué pasó con el uso de los
tapabocas?, ¿con el aislamiento voluntario?, ¿con el lavado constante de manos?
y ¿con el uso de pañuelos al toser o estornudar? Está demostrado que estas
sencillas normas de salud pública, al alcance de todas las personas, reducen de
manera importante la transmisión de virus gripales de cualquier
tipo, no sólo el AH1N1, y las complicaciones que pueden traer para algunas
personas.
Además de
la alarma, el virus deja hasta ahora muchas enseñanzas. Una de ellas es que las
medidas preventivas son la base de cualquier plan sanitario. El Instituto
Nacional de Salud ha insistido permanentemente en el tema, al tiempo que ha
instado a las secretarías municipales y departamentales de salud para que, en
forma juiciosa y responsable, difundan recomendaciones de autocuidado, que las
personas puedan convertir en un hábito sostenible más allá de las alarmas.
Resulta
inexplicable que, a estas alturas, puedan contarse con los dedos de una mano
las secretarías que continúan buscando los casos y haciéndoles seguimiento.
Paradójicamente, que en Bogotá sus autoridades hablen de un repunte de la
enfermedad habla bien de su gestión frente a la pandemia; esto no ocurre,
infortunadamente, en la mayoría de los entes territoriales, que no sólo dejaron
de buscar los casos, sino de difundir las medidas de prevención entre los
ciudadanos.
El
planeta –eso quedó plenamente demostrado– puede ser blanco, en cualquier
momento, de enfermedades leves o graves capaces de propagarse a toda velocidad.
La primera defensa de la población es la puesta en práctica de medidas
sencillas, como las recomendadas, para contener la nueva gripa.
Desconocerlas
es una falla grave y peligrosa, que puede pagarse con millones de vidas