¿Qué hacer para combatir la
obesidad infantil?
Esta
es más común de lo que se cree. La solución no son las medidas extremas.
Maggie tiene 14 años. 'Gordita' y
'Grasosita' son los dos apodos más benévolos con los que la conocen en el
colegio. Traumatizada por su evidente sobrepeso, comienza una dieta extrema y
se entrega por completo a una dura rutina de ejercicios. Así, pasa de ser la
niña insegura y triste del salón a la más linda y la estrella del equipo de
fútbol.
Ella
es la protagonista de Maggie goes
on a diet (Maggie se pone a dieta), un libro dirigido a niños de entre
4 y 8 años escrito por un ex colaborador de The New Yorker. Sin haber sido
publicado aún, el texto ha levantado gran polémica en Estados Unidos.
La
obesidad infantil se ha convertido en un problema de salud pública, y no solo
en ese país, donde uno de cada tres menores de edad sufre de sobrepeso o de
obesidad.
En
Colombia, uno de cada seis niños y adolescentes tiene el mismo problema, según
la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia (Ensin) 2010. Pero muchos papás no saben cómo abordar el
tema y cómo ayudar a sus hijos sin lastimarlos y sin imponerles restricciones y
controles excesivos.
Hay
soluciones extremas, como la de un investigador de Harvard,
que provocó una oleada de indignación por sugerir, nada menos que en el Journal of the
American Medical Association,
que los niños obesos que enfrentan complicaciones potencialmente mortales de
salud tendrían que ser llevados a hogares de crianza y que sus padres deberían
perder la custodia sobre ellos.
Eso
-sostienen expertos- no arregla el problema y podría dejar serias secuelas
psicológicas en los niños. "La obesidad no solo tiene consecuencias
físicas, sino emocionales, y el camino correcto para seguir pasa, en el 95 por
ciento de los casos, por cambiar los estilos de vida y los hábitos alimentarios
del niño y de su familia. No se trata de imponer dietas restrictivas",
asegura Mauricio Coll, endocrinólogo pediatra
colombiano.
A
Bibiana Espitia, especialista en nutrición pediátrica,
le preocupa que muchos papás puedan estar recibiendo el mensaje equivocado.
"Unos creen que entre más gorditos los niños, más sanos; otros toman
decisiones sin la asesoría de expertos, porque quieren verlos más flacos y
esbeltos, y acaban afectándolos psicológicamente, dañando su autoestima y,
muchas veces, provocando que se vayan al otro extremo y sufran luego de
trastornos alimentarios, como la anorexia o la bulimia".
Cynthia Bulik,
directora del programa de Desórdenes Alimentarios de la Universidad de Carolina
del Norte (EE. UU.), cree que los niños no deberían incluir en su lenguaje la
palabra "dieta".
"Los
padres deben pensar en la forma en que el cerebro de los pequeños interpretaría
ese mensaje. No verán ningún matiz y terminarán asociando la pérdida de peso
producida por dietas peligrosas e imposibles de cumplir con los más populares y
bonitos del colegio", le dijo a la revista Time hace poco.
¿A
qué se debe?
Según
Mauricio Coll, solo en el 5 por ciento de los casos
la obesidad infantil responde a factores genéticos o a males que comprometen la
vida del niño. El resto se debe a pésimos hábitos alimentarios. "Si no
prueban las frutas y las verduras, comen cantidades alarmantes de harinas, son
adictos a las bebidas azucaradas y, además, viven pegados al televisor y no
hacen ejercicio, es muy difícil que no sean obesos", añade.
Cuidado
con las cirugías
No
están hechas para personas en crecimiento
Muchos
padres creen que la solución a la obesidad infantil es una cirugía bariátrica, pero los expertos coinciden en que no es
recomendable practicarla en menores de 18 años, que aún están en desarrollo.
"Incluso si tiene un grave desarreglo endocrinológico y ha pasado por
muchas juntas médicas en las que se diga que no hay otra forma de controlar su
peso, y nunca he conocido un caso así, yo lo pensaría dos veces", afirma
Bibiana Espitia.
Los
padres, parte activa de la solución
Cuando
un padre sospecha que su hijo tiene sobrepeso o está obeso -algo
que se determina con base en el análisis de la curva de desarrollo o tablas de
peso y talla-, debe llevarlo al pediatra o al nutricionista.
El
sobrepeso y la obesidad pueden estar motivados por factores
genéticos, mala alimentación, malos hábitos de vida y problemas psicológicos. Y
conociendo la causa se puede empezar un tratamiento.
Sin
embargo, según la nutricionista pediátrica Bibiana Espitia, "todos los casos necesitan un manejo
multidisciplinario que promueva una correcta educación nutricional, no solo en
el niño, sino en toda su familia".
Se
debe aumentar el consumo de fibra en los niños, así como la actividad
deportiva.
"Los
padres saben cuándo un hijo está gordo, pero les cuesta reconocerlo. Lo
primero es lograr que tomen consciencia del problema.
Ellos llegan al consultorio queriendo que uno adelgace a los niños y nos echan
encima el problema, pero nosotros estamos ahí para enseñarles cómo atravesar la
calle. Si lo hacen, y de qué manera, depende solo de ellos", afirma el
endocrinólogo pediatra Mauricio Coll Barrios.
Twitter: @SaludET
Laila Abu
Shihab
Redactora de EL TIEMPO