Colonialismo y
antidepresivos
Marzo 28 de 2010
La actitud colonialista es aquella que considera que lo que conviene al imperio
es bueno para el resto del mundo.
Decir que el uso
de antidepresivos debe evitarse porque estos producen adicción o peligrosos
efectos secundarios es una distorsión irresponsable de los enemigos de oficio
de los psicofármacos.
El
periodismo sensacionalista agrava esta distorsión. Un ejemplo es el artículo de
Le Point un semanario francés de circulación mundial
que en Diciembre 10 de 2009 titula su artículo central, con derecho a portada:
“La gran mentira de los antidepresivos”. Se trata de un compendio de
estadísticas respetables puestas al lado de interpretaciones sacadas de
contexto para, supuestamente, hacer conciencia sobre el consumo exagerado de
los antidepresivos en Francia. En este país, a diferencia de muchos otros, se
consumen los antidepresivos en exceso a juzgar por las sumas exorbitantes que
pagan como reembolso todos los años, a los pacientes, las compañías
intermediarias de salud.
Es
innegable, que la industria farmacéutica oculta los resultados negativos y hace
públicos los positivos. Hay médicos allá-y también aquí-que prescriben
antidepresivos y otros fármacos sin necesidad. O reemplazan excelentes
productos conocidos por años, por otros nuevos-no necesariamente mejores
sino-desmesuradamente más costosos. Lo hacen por ignorancia o porque reciben
apoyo económico de los laboratorios farmacéuticos.
Todo
lo anterior es muy conocido, sin embargo el artículo de marras es
malintencionado y falaz cuando presenta las clasificaciones de las
enfermedades, único medio de comunicación aceptado internacionalmente, como
mecanismos al servicio de los laboratorios. O cuando decide que el trastorno
bipolar es un invento de mentes perversas para justificar la prescripción de
otros psicofármacos.
El
tufo colonialista del artículo queda al descubierto al ignorar que más allá de
las fronteras francesas, en la mayor parte de los países del planeta, Colombia
incluida, la población general no tiene acceso a los antidepresivos mínimos.
Incluso quienes podrían disponer de medios para comprarlos, no lo hacen muchas
veces por falta de información o por desinformación malintencionada. En
consecuencia se pasan la vida cargando innecesariamente con las graves
consecuencias de una depresión no tratada.
Este
colonialismo disfrazado me recuerda la valiente intervención de Carlos León*
quien, apoyado en originales ilustraciones de su hijo David, señaló la
prepotencia de los investigadores ingleses. Parafraseándolos y cambiando el
país se podría decir: “Lo que aplica a Francia aplica al resto del mundo”.
Ignorar
el enorme alivio que los antidepresivos le han significado a la humanidad en el
último siglo es, además de absurdo e irresponsable, ignorancia crasa. Cabe
recordar que si bien la prescripción de un antidepresivo en casos de
depresiones severas es una herramienta terapéutica fundamental, no se puede minimizar
el poder curativo de la relación médico-paciente.
*Conferencia
Internacional sobre Clasificación y Diagnóstico de los Trastornos Mentales, Copenhagen, Abril 1982.
carloscliment@elpais.com.co