Editorial: Colciencias se queda atrás

No obstante las buenas intenciones y los anuncios, la locomotora de la innovación nada que arranca y, si lo hace, no tendrá dentro de sus vagones a Colciencias.

La renuncia de Jaime Restrepo Cuartas a la dirección de Colciencias ha servido para sacar del ámbito académico y científico una preocupación de hace varios años: el incierto futuro de la entidad, creada en 1968 y convertida en Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación en el 2009.

El saliente funcionario, exrector de la Universidad de Antioquia y exrepresentante a la Cámara, ha aceptado en varios medios de comunicación -con mucha más preocupación que resentimiento- que la cifra de 350.000 millones de pesos que el Ministerio de Hacienda le dará el próximo año a la entidad de la que acaba de irse está muy por debajo del presupuesto necesario para alcanzar los objetivos que se ha trazado el Gobierno Nacional en este campo y que, según este, alcanza los 590.000 millones de pesos.

Más allá de las declaraciones de Restrepo Cuartas, que deja a Colciencias porque no ve cerca la resolución del conflicto entre los recursos que se otorgan y las metas que se persiguen, cabe preguntarse por el estado en que se encuentra una de las cinco locomotoras de la prosperidad, que forman parte integral del Plan Nacional de Desarrollo de la presente administración.

Desde un comienzo, cuando se dijo que la máquina de la innovación sería, además de todo, el motor de los procesos de desarrollo en el marco de los tiempos que corren, se llegó a pensar que el país por fin reconocía así que el futuro estaba en manos del conocimiento y que de una buena vez daba el salto necesario para salir del retraso tecnológico. Que Colombia haya pasado del puesto 71 al 65 en la lista de 141 naciones del informe sobre el Índice de Innovación Global 2012, presentado en Suiza por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, creaba todavía más expectativas. Y que se hable de una cifra cercana al billón de pesos anuales, cuya fuente serán las regalías que reciben las regiones, da la sensación de que se han venido dando pasos en la dirección correcta.

Todo parece indicar que, no obstante las buenas intenciones y los anuncios hechos, la locomotora de la innovación nada que arranca y, si lo hace, no tendrá dentro de sus vagones a Colciencias. Durante años se han oído las mismas quejas de la comunidad científica: de lo difícil que resulta acceder -por cuenta de los constantes cambios en las reglas de la entidad, de la complejidad de los formularios de las convocatorias y de asuntos tan banales como los problemas de la incomprensible página web- a las indispensables ayudas para la investigación o para la formación doctoral que ofrece.

Pero la respuesta no puede ser la condena de Colciencias al ostracismo. Si finalmente se lleva a cabo el recorte del presupuesto para el 2013, si no le conceden los recursos para, por ejemplo, pasar de tener una planta de 123 personas a tener una sustancialmente mayor, es seguro que seguirá anclada en sus problemas de siempre y, por consiguiente, no será central en el salto que pretende alentar el Gobierno en términos de innovación. En respuesta se afirma que otras entidades estatales tendrían velas en este asunto, pero, en lugar de reinventar la rueda, lo lógico es aprovechar la instancia que ya existe.

Por tal razón, no estaría de más que el Ejecutivo le preste atención de nuevo al tema y ponga a las instituciones que tienen un papel para jugar en esta materia a que toquen la misma partitura. Junto con la generación de conocimiento para mejorar índices de productividad, debe apoyarse la investigación que mira a mediano y largo plazo, la que se ocupa de los proyectos que nos acercarán, por ejemplo, al tan anhelado desarrollo sostenible. Sin este otro vagón, la locomotora de la innovación arrancará incompleta.