El mundo del cine de los ciegos
desde
Prográmese.
Las funciones de cine para ciegos las promociona
Foto:
Jorge Orozo / El País
En
Una
de las últimas proyecciones fue '
Algunos
de los asistentes salieron con la sonrisa de quien se gana una lotería. Así,
feliz, estaba por ejemplo Maylin Ocampo, de 24 años,
invidente debido a un tumor ocular. Su alegría se debía, entre otras cosas, a
una razón sencilla: “Por fin pude entender el final de esta película”, dijo.
Maylin, que estudia idiomas en
Ahora
con el nuevo cine para ciegos las películas se entienden de principio a fin.
“Lo
que pasa” —dijo enseguida Consuelo Manzano, 54 años, invidente por un
desprendimiento de retina— “es que en este cine uno puede ver las imágenes,
pero en la mente”.
Que
en una sociedad un ciego pueda vivir y entender una película no es poca cosa:
es la traducción literal de términos como inclusión, como libertad, como
justicia, como democracia.
Desde
que en
II
El
principal responsable de todo, vea usted, es ciego. Se llama Juan Gabriel Soto.
El hombre —ya tiene 28 años y una calvicie precoz— dejó de ver para siempre
desde que se cayó de un lavadero y se golpeó la cabeza. Tenía, apenas, 3 años.
Eso
no le ha impedido, sin embargo, hablar varios idiomas: español, inglés y
francés. O estudiar dos carreras: sistemas y comunicación social. O incluso ser
futbolista e integrar
En
esta sala, que es tan limpia como un quirófano, Juan Gabriel se encarga de
asesorar a los usuarios en el manejo de computadores y máquinas también
milagrosas que les cuentan historias a los ciegos, les leen libros, les
traducen pantallas, les hacen, así sea por un rato, la vida más fácil, más
cómoda, tal vez más feliz.
Y
desde la sala también difunde el curioso mundo del cine para los que no pueden
ver.
Todo
empezó, cuenta Juan Gabriel, en febrero del 2010. En ese mes recibió una gran
noticia. Patricia Ibito, esposa de Leonel Hernández, un invidente y usuario de
La
noticia le llamó la atención. Juan Gabriel, aficionado al cine, tenía el mismo
problema de Maylin Ocampo. Cada domingo, con su
esposa, su hijo y algunos amigos invidentes, se sentaba en su casa a ‘ver’
películas. Pero no siempre entendía. Pocas veces, en realidad, entendía.
Y
eso en él era un problema mayor. Porque Juan Gabriel es un tipo que no ha
permitido que su limitación visual sea un obstáculo para hacer lo que quiere,
lo que sueña. Ya se dijo: es futbolista, políglota, tiene dos carreras. Ahora
sospecha que puede manejar carro, guiado por un GPS. El cartel de víctima,
entonces, no está sobre él. Si se tiene ese carácter que alcanza para
confrontar las vidas de los que vemos: ¿cómo no poder disfrutar y entender una
película?
Cuando
Juan Gabriel recibió la noticia, empezó a investigar sobre el cine de los
ciegos.
Fue
cuando se enteró que es una industria nueva, apenas explorada. Que el invento,
aunque novedoso, es sencillo: audiodescripción. Así
es el cine de los invidentes.
Se
trata de un sistema creado para sustituir la falta de imágenes por
descripciones sonoras. Es decir: en este cine las imágenes las describe un
narrador en voz en off que cuenta, por ejemplo, cómo
son los paisajes en donde se desarrollan las escenas; o los personajes; o los
vestuarios; o los gestos. Toda una serie de detalles necesarios para que se
entienda la historia. Como una radionovela.
Por
eso, este tipo de películas exigen un guión particular. Por eso, ya existen
quienes se dedican a escribir esos guiones y a adaptar los filmes
tradicionales.
En
España ya hay una empresa que se dedica a ese oficio e incluso exporta
películas para invidentes. Se llama Navarra de Cine y en su catálogo ofrece
títulos como ‘Planeta
España,
por cierto, es el país en donde más se ha desarrollado esta industria. Tanto,
que en Madrid, sobre
Y
en ese país existe una ley que le exige la industria cinematográfica española
brindarle facilidades a los discapacitados para que puedan acceder al Séptimo
Arte.
Después
de investigar todo eso, a Juan Gabriel le surgió la idea de diseñar un ciclo de
cine para invidentes en
La
idea se la transmitió a los directivos de
Y
en diciembre pasado se inauguró el ciclo de cine para invidentes en
III
En
el Auditorio I de
Entra
la música. Enseguida se escucha el narrador en voz en off,
con efectos de sonido al fondo: “Sobre un paisaje helado azotado por la
ventisca, una diminuta figura se acerca dando botes. La figurita es una extraña
ardilla de grandes colmillos. Escarba en el suelo helado para enterrar una
bellota. Clava la punta de la bellota y saltando sobre ella la hunde en el
suelo. Abre sus enormes ojos, al ver la grieta que ha provocado. La grieta sube
por una montaña de hielo a gran velocidad...”.
Y
entonces se escucha un ahhh sostenido. Después se
escucharán risas, gritos.
Los
invidentes en realidad viven la historia, mientras que sus acompañantes mueven
sus cabezas a izquierda y derecha, buscando dónde mirar.
Porque
al frente, en la pantalla, no hay imágenes. Sólo una proyección en tercera
dimensión de luces rojas, amarillas, verdes.
La
función tardó casi dos horas. Los invidentes después salieron caminando con sus
gafas de sol y sus bastones hacia
IV
Juan
Gabriel Soto tiene un pensamiento recurrente. Se imagina una fila. Una muy
larga. Una en donde hay hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos, ancianas. Con
gafas de sol algunos. Con bastones, todos.
Esa
fila, está seguro, causaría tremenda sorpresa en la ciudad: son ciegos. Y van a
‘ver’ una película.
“Yo
imagino la fila. Pienso en que el cine para invidentes sea masivo en Cali. Y ojalá que suceda como en España, que tiene esa sala de cine
para ciegos y para sordos. Eso es inclusión”, insiste.
Es
que el cine para invidentes tiene un poder político, por lo democrático, por lo
justo, pero también económico y cultural. Cuando las salas están vacías,
reemplazadas por los teatros en casa, brindar esta forma de entretenimiento
podría ser una manera de preservar la industria y la tradición de ir al teatro.
En
el mundo, según