Cinco mujeres. Cinco historias. Un común denominador:
cáncer de mama. Diana Currea, ese ángel con cara de
niña nos sugirió compartir entre todas, miedos, fortalezas y esperanzas. Ayudar
de esta manera a llevar el mensaje a las mujeres. Diferentes edades, diferentes
entornos, diferentes historias.
Me
encargaron de editar estos testimonios. Lo hago llena de admiración, respeto y
amor por Catalina, Martha, Elizabeth y Liliana. Por ese coraje, ese valor y esa
entereza con que afrontaron diagnósticos y tratamientos. Por ese convencimiento
de que la vida se inventa todos los días, y la única consigna es vivir a
plenitud.
Catalina Uribe Holguín
Una joven mamá, con cara de madonna del Renacimiento. Elegante. Fina.
“En el 2010, con 41 años, la mamografía que me tomaba cada dos años mostró
una bola, con el ginecólogo decidimos que era mejor una ecografía. El encargado
del examen, imprudentemente, dijo que él veía esa bola fea, con bordes
‘especulados’, de mal color y que eso no era una masa de agua… Esperé el resultado
aterrorizada. Y tras una consulta me sometí a una biopsia que dio positivo.
Todo fue a tiempo y me hicieron una quadrantectomía y
35 sesiones de radioterapia. Las primeras sesiones, bien. Pero a partir de la
número 20 todo cambió: la piel se me empezó a quemar, luego me quedaba en carne
viva, despellejada. El seno se me acabó de quemar. Sufrí horrores. Después de
algunos meses me diagnosticaron Linfedema. Enfermedad
que se presenta cuando hay vaciamientos de ganglios lo que no fue mi caso, pero
la desarrollé. Es tratable pero no curable. Me he fortalecido. Vivo minuto a
minuto, con mi marido y mis hijos.
Tranquila y sin estrés. No me dejo proyectar por un futuro inexistente. Si
antes era una gocetas, ahora lo soy más”.
Liliana Saa
Una morena, de cara preciosa, alegre y vivaz. “A los 18 años me extrajeron un
quiste del seno izquierdo. Me dijeron que todo estaba bien. A los 39 sentí de
nuevo una molestia en el mismo seno, muy agresiva. Se tomaron mucho tiempo
los médicos hasta que Dios me puso en el camino a la doctora Diana, que realiza
campañas para detectar el cáncer de mama. Ella me tuvo en cuenta. Me realizó
una quadrantectomía, quimioterapia y radio. Mis dos
hijas pequeñas no sabían qué me pasaba. Me veían en la cama, triste, débil,
cabizbaja. Al año me realizó una mastectomía radical.
Llevo cinco años bien. La doctora Currea me dice
que me puede reconstruir el seno. Esto es importante para mí, para mi
autoestima, para mi marido”.
Elizabeth Sandoval
Esta mujer es un canto a la vida. Unos ojos azules y limpios, una piel
tersa y turbantes llamativos, que nos llevan a pensar en la última moda y no en
que se cubre la cabeza por la ‘Quimio’. Está próxima
a cirugía. Pero nada le quita ese talante de optimismo contagioso. Es un
torrente de energía positiva. “Siempre fui muy cuidadosa con mi salud. En algún
momento de mi vida me descuidé y dejé pasar tiempo sin visitar al ginecólogo.
Comencé a sentir algo duro en un seno. Nunca pensé escuchar este diagnóstico:
cáncer de mama en grado 2.
Al comienzo todo el mundo me daba consejos, sugerencias, me recetaban comidas… Hasta
que decidí solamente seguir instrucciones de mis especialistas. Puse en manos
de Dios y del equipo médico mi vida. Me siento con fortaleza física y mental.
Tengo el apoyo incondicional de mi hijo, de mi familia y de mis amigos. Genera
terror escuchar historias de personas que lo han vivido. Personalmente, me han
enriquecido en mi vida física y espiritual”.
Aura Lucía Mera
Cierro con mi compartir. Gracias a Diana, que de chiripa, en una consulta para
mi hija, me convenció de hacerme una mamografía (hacía más de diez años no lo
hacía y no pensaba hacérmelas jamás). Luego ecografía, biopsia… todo con la
sospecha de algo en la mama izquierda... Y a pesar de que todo salía bien, me
sugirió una resonancia. Me la hice a regañadientes y blasfemando. Salió algo
muy pequeño en la mama derecha, la que estaba libre de sospecha. Biopsia y
diagnóstico: Cáncer de mama grado 1. Dos cirugías, analizar el ganglio
centinela, 16 sesiones de radioterapia y seguir la vida todos los días, cada 24
horas me la invento, me río, peleo, escribo, consiento hijos y nietos, viajo.
Martha Gutierréz
Una mujer bandera, un motor que gira a mil revoluciones por minuto. Trabaja en
una asociación de apoyo a mujeres con cáncer de mama y en la detección temprana
del mismo, Fundación Amese. “En la ducha, un buen día
me noté una masa en la mama izquierda. Hacía días tenía un dolor en la
articulación del hombro izquierdo.
Tuve una mastectomía radical y sesiones de radio y
quimioterapia. Sentía que me miraban con lástima. Sin pelo y pálida. Me
convencí que no podía derrotarme. Mi vida tiene un propósito: servir, acompañar
otras mujeres y sus familias, ya que tenemos que sacar de donde sea fe,
confianza y amor por uno mismo”.
Cinco mujeres. Cinco historias. Esperanzas, fortalezas, miedos y eso sí fe,
mucha fe… y ganas, de seguir y difundir el mensaje.